Este investigador defiende que hay mucha gente vulnerable que no puede acogerse a los programas de ayuda a la pobreza energética. Tiene toda la razón, y señala múltiples razones: desconocimiento, problemas de acceso, no querer ser señalado como vulnerable (por el estigma social), o incluso por defectos en la definición de vulnerabilidad (que por ejemplo se olvida habitualmente de la pobreza oculta). El caso español es un buen ejemplo: las familias dada de alta en el bono social son muchas menos que las estimadas como vulnerables.
El problema es que la solución que plantea no me parece que sea mucho mejor: el garantizar precios bajos de la energía para todos tiene muchos inconvenientes. Para empezar, el problema de equidad, ya que estamos subvencionando a mucha, mucha gente que no lo necesita. Y además, como los ricos consumen mucho más, en términos absolutos se llevarán mucha más ayuda que los hogares pobres. Para seguir, el problema de eficiencia: el uso de fondos públicos tiene un claro coste de oportunidad. Si los usamos en esto no los podremos usar en otras cosas a lo mejor más apropiadas que garantizar precios bajos para los ricos. Y además la señal de eficiencia energética desaparece.
Yo me temo que la solución más bien va por mejorar la identificación de los vulnerables, algo en lo que la Cátedra de Energía y Pobreza lleva tiempo trabajando, y en asegurarse de que las ayudas llegan a los que las necesitan.
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