viernes, 7 de enero de 2022

The logic of collective action, de Olson

Hace unos días me llevé prestada una pila de clásicos de casa de Santi (gracias por la confianza), así que iré reseñándolos a medida que vaya leyéndolos, y aquí va el primero.

Es interesante leer este libro después del de los de Hirschman: se entiende bien la frustración de éste con la simplificación excesiva de algunos economistas, como Olson (al que se dirige en particular en alguno de sus comentarios). Y es que, en este clásico, Olson simplifica muchas, muchas cosas, para tratar de concluir en algunos mensajes claros. Cosa que hace bien, lo que explica seguramente su situación como referencia y la abundancia de citas a este su libro principal.

Y eso que creo que el libro no ha envejecido particularmente bien: aunque es corto, hay muchas partes que ya no son relevantes o de interés para el momento actual. Por otra parte, hay algunos comentarios puntuales que sí siguen teniendo vigencia (como alguna idea directamente aplicable al COVID).

En todo caso, su mensaje principal es que los grupos grandes que tratan de lograr un bien público (no un bien de titularidad pública) o colectivo no funcionan: el incentivo a ir de polizón (free-riding) es demasiado grande para cualquier miembro del grupo, y por tanto nadie tiene incentivo racional a participar en ellos.

En cambio, los grupos pequeños son mucho más efectivos. Por eso (p128) siempre podrán derrotar a los grandes, aunque los segundos deberían tener más peso en nuestras democracias. Es curioso que, en un comentario muy actual, Olson ponga como ejemplo una cita de Key: "the lobbyists for electrical utilities, for example, are eternally on the job; the lobbyists for the consumers of this monopolistic service are ordinarily conspicuous by their absence".

Esto, claro, diría Hirschman, se olvida de que muchas veces la razón no coincide con la racionalidad económica: el sentido del deber, el compartir un objetivo común, las normas sociales, pueden hacer que a veces queramos participar en un grupo de estos, a pesar de su aparente falta de racionalidad económica. Olson no dice que no (en la p.160 habla por ejemplo de las organizaciones no económicas, en las que la ideología, la religión o las causas perdidas explican algunos casos), pero pone un contraejemplo parcial: la financiación de los servicios del estado, como la seguridad pública, que es imposible conseguir con participación voluntaria. Por otra parte, su lógica podría extenderse al voto: ¿quién va a querer votar, si sabe que su voto es marginalmente inútil? (la "rational voter hypothesis"). Y sin embargo, votamos, es cierto que no al 100%, pero...Como en muchas ocasiones la verdad está en un punto intermedio: la lógica de Olson explica el que los bienes públicos no se consigan en el nivel óptimo, pero seguramente no explica los niveles reales.

Olson sí matiza que no sólo influye el tamaño del grupo, sino también su asimetría interna. Cuando más asimétrico, más posibilidades haya de que funcione, aunque en este caso los participantes de mayor tamaño pagarán una parte proporcionalmente superior (Olson dice que los pequeños "explotan" a los grandes).

La única forma de que los grupos grandes funcionen es, o bien hacer la participación obligatoria, o que proporcionen incentivos selectivos (es decir, a los agentes individuales). Aquí ve un papel interesante para los "emprendedores", innovadores capaces de encontrar estos incentivos. Y por supuesto esto le permite explicar la existencia de afiliados a los partidos políticos, cuyo incentivo particular es el carguito o cargazo...esto no ha cambiado en absoluto :).

Como decía antes, Olson tiene algunas intuiciones interesantes más:

p54: como los grupos que sí funcionan son pequeños, es normal que, cuando las organizaciones quieran actuar, lo hagan a través de comités de pequeño tamaño, y en cambio los comités sean mayores cuando no son de "acción". Esto, en todo caso, no quiere decir que los grupos pequeños sean siempre mejores (a veces interesa explorar, no actuar...)

p89ss: aunque no es suya la idea, Olson compara la idea de participación obligatoria, necesaria para que funcionen los grupos grandes como los sindicatos, con la obligación de pagar impuestos, que algunos como Buchanan proponen que sólo debería estar basada en un voto democrático unánime, y reflexiona acerca de lo que esta participación obligatoria supone para la libertad, confrontando en parte a Hayek. Olson concluye en que la clave no es si la participación en sindicatos y organizaciones similares debe ser obligatoria o no, sino en si realmente todos estamos de acuerdo en que hacen falta sindicatos (o cualquier otro ejemplo de bien colectivo). Y, si lo estamos, entonces, al igual que en el caso de los impuestos, la participación debe ser obligatoria. Y esto no debería preocuparnos en cuanto a restricción de libertades, si procede de un proceso democrático, porque es similar a la restricción de libertades que impone un contrato libremente acordado. Aunque sí reconoce que cualquier provisión de bienes públicos/colectivos implica una restricción de la libertad económica, aunque es algo que tenemos que aceptar. Como decía arriba, esto es una cuestión muy relevante en el momento actual a la hora de diseñar las restricciones frente al COVID...
Curiosamente, y también respecto a la libertad económica: dice que, en esencia, lo que más restringe la libertad económica es la necesidad de pagar impuestos para financiar los gastos del estado en defensa, etc. (justo los que defienden los conservadores), mientras que las empresas públicas no restringen la libertad económica...

p172. En una clara anticipación de los tiempos actuales, en el apéndice a la reimpresión de 1971 Olson dice que los bienes públicos cada vez serán más numerosos e importantes en el tiempo. Y las consecuencias de esto son:
- que el papel del Gobierno cada vez será más importante;
- que el PIB cada vez se quedará más corto, y que necesitaremos otros indicadores;
- y que este aumento de bienes públicos y externalidades hará que las sociedades cada vez estén más divididas y en conflicto (o polarizadas, aunque esto no lo dice él). Porque las distintas actitudes hacia los bienes públicos son mucho más divisivas que las distintas preferencias por los bienes privados.

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