viernes, 30 de noviembre de 2018

¿En qué consiste ser humano? La propuesta de Harari

La de Sapiens y Homo Deus es otra de esas reseñas que tenía pendiente desde había mucho, mucho tiempo. Creo que más de un año, de hecho…Y el caso es que sí tenía ganas de comentar estos libros, porque seguramente muchos ya los habréis leído (y así tenemos ya material para comentar con un café o una cerveza) o estáis pensando leerlos. Lo malo es que ha pasado tanto tiempo que lo mismo alguna idea ya no soy capaz de transmitirla bien… Mis disculpas por ello.

Mi recomendación breve: creo que son libros interesantes, pero también controvertidos (esto no tiene por qué ser malo, por mucho que cabree a veces leer tonterías). Y es que los libros son muy personales, y además transmiten una personalidad muy particular. No sé si será la suya real, o la que desea transmitir Harari. Pero el caso es que el mensaje es inteligente, iconoclasta, provocativo, rompedor, cínico incluso en algunos temas…pero también bastante sesgado, en mi opinión repleto de los propios prejuicios del autor. Esto es particularmente evidente cuando habla de maltrato animal o de religión, que de hecho son temas que aparecen repetidamente en los dos libros. Lo malo es que, quizá su sesgo, y su inteligencia, le hace caer en la soberbia en ocasiones. Y por ejemplo su cuestionamiento de las religiones tiene los mismos problemas que él mismo denuncia: sólo se fija en las jerarquías religiosas, hace interpretaciones literales de los textos antiguos…. El segundo problema es que su obsesión con explicarnos su visión del mundo hace que, realmente, no nos explique ni el mundo ni la historia más que desde su muy particular punto de vista. En todo caso, creo que sí son de lectura recomendable, porque hacen pensar, y mucho. Aunque yo me leería sólo Homo Deus, porque en él repite, de forma resumida, casi todas las ideas de Sapiens.

Si hay que buscar un elemento común, creo que los libros son una diatriba larga contra todo lo que, desde su punto de vista, no funciona bien en el mundo, y sobre los culpables, básicamente, las religiones y el capitalismo, que a su vez han corrompido la ciencia. Algunos ejemplos:
  • Sobre la religión (o más bien, la religión organizada):
Religion is any all-encompassing story that confers superhuman legitimacy on human laws, norms and values. It legitimises human social structures by arguing that they reflect superhuman laws…For religions, spirituality is a dangerous threat.
  • Sobre el capitalismo (por supuesto, con razón en muchos de sus argumentos):
This is the fly in the ointment of free-market capitalism. It cannot ensure that profits are gained in a fair way, or distributed in a fair manner. On the contrary, the craving to increase profits and production blinds people to anything that might stand in the way.
Fiction isn’t bad. It is vital. Without commonly accepted stories about things like money, states or corporations, no complex human society can function. We can’t play football unless everyone believes in the same made-up rules, and we can’t enjoy the benefits of markets and courts without similar make-believe stories. But the stories are just tools. They should not become our goals or our yardsticks. When we forget that they are mere fiction, we lose touch with reality. Then we begin entire wars ‘to make a lot of money for the corporation’ or ‘to protect the national interest’. Corporations, money and nations exist only in our imagination. We invented them to serve us; why do we find ourselves sacrificing our lives in their service?
  • Sobre la relación entre ciencia, capitalismo y religión (quizá donde más agresivo se muestra):
Without the guiding hand of some religion, it is impossible to maintain large-scale social orders. Even universities and laboratories need religious backing. Religion provides the ethical justification for scientific research, and in exchange gets to influence the scientific agenda and the uses of scientific discoveries. Hence you cannot understand the history of science without taking religious beliefs into account. Scientists seldom dwell on this fact, but the Scientific Revolution itself began in one of the most dogmatic, intolerant and religious societies in history.
As collective institutions, science and religion prefer order and power over truth. They therefore make good bedfellows.
In fact, neither science nor religion cares that much about the truth, hence they can easily compromise, coexist and even cooperate.
Más allá de estas ideas comunes, y de los evidentes solapes entre los dos libros, aquí va el resumen de las ideas principales que he extraído yo (evidentemente, también desde mi posición estrictamente personal y sesgada :)).

Sapiens: una breve historia de la humanidad

La idea fundamental del libro es que lo que nos hace humanos es la capacidad de imaginar, de construir historias, convertirlas en mitos, y conseguir que los demás se los crean. Para esto hace falta evidentemente un lenguaje simbólico, capaz de transmitir ideas abstractas. Pero no sólo. Según Harari, el lenguaje se desarrolló básicamente para poder cotillear. Pero el cotilleo sólo permite construir grupos de hasta 150 personas. A partir de ahí, hace falta la segunda parte: lo de convencer a grupos muy grandes de personas de una idea común. Esto es lo que realmente nos permite cooperar de una forma mucho más flexible que como lo hacen los animales, y a una escala mucho mayor. Y, a su vez, este instrumento para la cooperación acaba por convertirse en un fin en sí mismo. Los mitos son lo que explica toda nuestra cultura y nuestras sociedades:
There are no gods in the universe, no nations, no money, no human rights, no laws, and no justice outside the common imagination of human beings.
De hecho, dice que la historia es básicamente cómo hemos sido capaces de convencer a millones de personas para que se creyeran historias sobre dioses, naciones, o sociedades limitadas. Y esto también supone un problema, porque ahora ponemos mucho más peso en la realidad imaginada que hemos construido, que en la realidad objetiva (la natural, lo que puede sufrir). El otro problema es que las sociedades creadas alrededor de estos mitos son siempre jerárquicas, y discriminadoras (no como la sociedad cazadora-recolectora, a la que Harari considera, románticamente, el ideal).

Los mitos además nos han permitido evolucionar mucho más rápidamente de lo que resulta de la genética, mediante la transmisión de nuevos comportamientos a las nuevas generaciones. De hecho, Harari dice que a nivel físico, emocional, o intelectual, somos iguales que nuestros antepasados de hace 30.000 años. Yo no tengo claro que esto sea así, la verdad. Estoy seguro de que nuestra capacidad intelectual ha ido aumentando, aunque sólo sea por la adaptación a los entornos culturales cada vez más complejos. No me imagino a un Sapiens de aquel tiempo siendo capaz de entender un problema de astrofísica, por mucho que lo intentara. Harari en cambio cree que, a nivel individual, somos iguales. Que lo que nos ha hecho evolucionar es la cultura colectiva. Y para eso pone el ejemplo de los “idiotas” que sobreviven en nuestras sociedades apretando tornillos, y que no podrían haber sobrevivido en un entorno tan exigente como el de la edad nómada. Lo que probablemente haya sucedido es que ha aumentado la desigualdad: los listos son más listos y los tontos más tontos (antes los tontos no sobrevivían).

En parte por eso, y a pesar de que nuestras sociedades son seguramente más justas y evolucionadas en muchos aspectos, Harari cree que las sociedades recolectoras eran mucho más atractivas, y mucho más sanas en términos de nutrición (también más justas, ya puestos). Eso sí, no dice nada de la menor esperanza de vida, ni de la mayor posibilidad de sufrir enfermedades, o de la mayor mortalidad infantil…Así, Harari considera que la revolución agraria fue básicamente un desastre, al crear vidas miserables para los agricultores a costa de las élites.
The Agricultural Revolution was history’s biggest fraud
Básicamente porque es la primera manifestación de la cooperación humana a gran escala, algo que requiere jerarquías, y por tanto, discriminación y opresión. Jerarquías, por supuesto, alimentadas por la religión. A partir de aquí, ya todo es un desastre: llega el dinero, el imperialismo, el capitalismo y su obsesión con el crecimiento:
When growth becomes a supreme good, unrestricted by any other ethical considerations, it can easily lead to catastrophe. Some religions, such as Christianity and Nazism, have killed millions out of burning hatred. Capitalism has killed millions out of cold indifference coupled with greed. The Atlantic slave trade did not stem from racist hatred towards Africans. The individuals who bought the shares, the brokers who sold them, and the managers of the slave-trade companies rarely thought about the Africans. Nor did the owners of the sugar plantations. Many owners lived far from their plantations, and the only information they demanded were neat ledgers of profits and losses.
Y finalmente, la captura de la ciencia por parte de la religión y el dinero. De todo esto se derivan todos los males de las sociedades actuales, el maltrato animal, la degradación ambiental, el consumismo, la destrucción de la familia y la comunidad, y, como único punto positivo en el s.XXI, la paz. Todo ello, en su opinión, hace que no podamos decir que seamos más felices que los cazadores-recolectores. Y así Harari termina preguntándose que para qué ha servido toda la historia. Más aún si, como tratará más en detalle en Homo Deus, nuestro poder no para de aumentar, sin que aumente en paralelo nuestra inteligencia, llevándonos por tanto potencialmente hasta el desastre. A mí, en cambio, me surge otra pregunta: si las sociedades “buenas” eran las cazadoras-recolectoras, en la que nos comportábamos de forma poco diferente de los animales, ¿no está diciendo Harari que el ser humano es un desastre?¿Que nada de lo que le hace diferente de los animales ha servido para nada bueno, sino todo lo contrario? Un mensaje bien pesimista, desde luego…

Homo Deus

Lo primero que hay que decir es que en este libro se repiten muchos de los temas del libro anterior (los mitos, las jerarquías, la religión, la revolución agraria, la crueldad con los animales, etc.). Por tanto, como decía al principio, si alguien se lo plantea ahora, quizá ya no le merezca la pena leer Sapiens, porque casi todas sus ideas están resumidas en Homo Deus.

En todo caso, la idea central de Harari en este libro, en mi opinión, es una a la que ya apuntaba en Sapiens: que nuestros cerebros son básicamente los mismos que los de los Sapiens de hace decenas de miles de años. Que todo está biológicamente determinado. Si se combina eso con que, una vez alcanzados niveles nunca vistos de prosperidad, salud y armonía (¿pero no decía en Sapiens que todo es un desastre?), nuestro siguiente objetivo es hacernos inmortales, felices y divinos, nos lleva a que sólo tenemos que replicar totalmente el cerebro humano, y llegar la famosa singularidad.

Esto lo que pasa es que a mí me parece algo incoherente con toda la historia presentada en Sapiens, porque básicamente lo que viene a decir es que la experiencia y la evolución cultural (esa que defendía por encima de la biológica, la alimentada por los mitos) no sirven para nada, porque no hay plasticidad en el cerebro para adquirir estas nuevas habilidades, algo que creo que va en contra de la evidencia. Más bien al contrario (véase por ejemplo lo que nos cuenta Hannah Monyer), creo que lo que se nos ha mostrado en abundantes ocasiones es cómo nuestras experiencias determinan qué circuitos neuronales se refuerzan y cuáles no, lo que a su vez conlleva una dificultad quizá total para llegar a esta singularidad.

También, evidentemente, su planteamiento niega el que haya posibilidad de voluntad autónoma, o libertad. Esta es una cuestión que evidentemente da para mucho, y que yo no soy capaz de responder…aunque me temo que él tampoco, por mucho que se esfuerce. Harari básicamente dice que todo está programado, y que sí, hay comportamientos aleatorios, probabilistas, pero que ninguno es realmente libre. Puedo estar de acuerdo con que esta sea la realidad, pero esto es una definición bastante estrecha de libertad. Y no tengo claro que sus argumentos sobre los comportamientos reflejos, sobre las disonancias cognitivas, o los fallos de decisión, permitan llegar a sus conclusiones y sean prueba del determinismo biológico. Sobre todo, porque en el fondo él a lo que parece querer llegar es a que esta falta de libertad es la que permitirá cargar nuestros cerebros en una máquina. Y eso creo que es una simplificación, que de nuevo olvida la complejidad del cerebro humano, su plasticidad, y por tanto, su infinita variación. Otra vez, creo que sus prejuicios le condicionan en exceso.

En todo caso, y si las cosas son como él dice, todo esto a lo que llevará es a un mundo en el que ya no habrá religiones, ni liberalismo, ni democracia, ni nada que de alguna forma incluya la libertad. De hecho, será un mundo en el que la realidad objetiva y la subjetiva (la imaginada, o inventada) se fusionarán, y como dice Harari, la biología se fusionará con la historia. Todo serán esencialmente datos y algoritmos. Otra vez la paradoja: lo que nos ha hecho humanos, la imaginación y las historias compartidas, y con ello las religiones, los sistemas políticos, etc., dejarán de existir, y pasaremos a ser piezas de una máquina. Habremos completado la evolución desde el reino animal hasta ser simplemente máquinas. Y, de nuevo, sin haber ganado nada en el proceso, sino más bien perdiendo todo lo bueno que teníamos. Otra vez el optimismo de Harari :).

Este año Harari ha sacado otro libro, 21 lecciones para el s. XXI. Y la verdad, me da bastante pereza leerlo…porque me temo que será otra iteración más de las mismas ideas. Aquí va un resumen, por si no tenéis mucho tiempo :), y aquí la reseña de Bill Gates.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Cómo apoyar a las renovables, según Newbery, Andor y Voss

Es cierto que las renovables están haciéndose cada vez más baratas, y eso, bajo ciertas condiciones (básicamente un mercado que les permita recuperar costes), haría que no necesitaran más apoyo público. Pero eso no significa que no sigan generando externalidades positivas que también deberían internalizarse.

A este respecto, David Newbery se pregunta si hay que seguir apoyando el desarrollo de las renovables, para internalizar la externalidad positiva que producen en términos de learning-by-doing, y en ese caso, cómo determinar el nivel de apoyo apropiado. Nótese que esto es distinto del apoyo necesario para compensar el efecto caníbal (del que seguro que hablo en otra ocasión).

Para ello, primero plantea una curva de aprendizaje basada en la capacidad instalada,en la que asume que hay un coste mínimo por debajo del cual no se puede bajar, y una capacidad máxima de expansión de la tecnología. También añade un elemento de saturación del mercado (que es claramente local, lo que no tengo claro si es realista para un modelo global), y un efecto caníbal (representado mediante un factor de capacidad decreciente). Su objetivo expreso es tener un modelo lo suficientemente sencillo, pero que recoja las variables principales.

Con este modelo realiza un análisis coste-beneficio, comparando los beneficios sociales de la fotovoltaica o eólica con su coste (donde su coste va bajando en función de la capacidad instalada). Aunque evidentemente todo depende de los parámetros de entrada del modelo,  encuentra algunas cosas interesantes:

- Primero, que al contrario de lo que sugeriría un análisis aislado de la curva de aprendizaje, la tasa de despliegue óptima de la tecnología no es necesariamente la máxima
- Aunque esto depende de la tecnología, claro: Para la FV, que tiene menos capacidad instalada y mayor tasa de aprendizaje, es mejor instalar más que para la eólica.
- El subsidio inicial que estima para la FV es muy elevado: entre el 34 y el 51% del coste. Este subsidio evidentemente se reduce a medida que aumenta la capacidad instalada.
- Cuando a esto le suma los otros beneficios (reducción de emisiones de CO2), el subsidio por MWh estaría alrededor de los 30 euros. De ellos, la mayor parte vendría del aprendizaje tecnológico
- En cambio, para la eólica, el subsidio está entre el 10 y el 21%.
- Finalmente, Newbery también estima el reparto de los spillovers entre los países: cuánto contribuye cada país que instala renovables a la reducción de costes global. Y concluye que no está bien repartido, si utiliza como criterio de reparto las emisiones históricas. Por lo tanto, tendría sentido colaborar más para repartir mejor los costes del despliegue.

Ahora bien, la cuestión está en si este subsidio debe asignarse por capacidad (por MW instalado), o por producción (por MWh generado). Aunque Newbery da a entender que se trasladaría por producción, este es un tema muy controvertido (que por ejemplo no se llegó a resolver en el informe de la Comisión de Expertos para la Transición Energética). Y es que hay razones para los dos:

- Por ejemplo, el beneficio del learning-by-doing se consigue con la capacidad instalada, no necesariamente con la producción. Y además, dado que el coste fundamental de la renovable es el de inversión, puede tener más sentido subvencionar esta última, ya que da más seguridad al inversor. Esto además podría reducir las posibles distorsiones en el mercado que pueden aparecer cuando el subsidio va asociado al MWh (aunque esto depende de bajo qué fórmula se establezca).
- En cambio, el subsidio al MWh también tiene alguna ventaja: da un incentivo a maximizar la producción, que al fin y al cabo es lo que reduce emisiones (aunque recordemos que esto ya se cobraría via precio de CO2 evitado). Sin este incentivo, podría pasar algo parecido a lo que ya pasó en Altamont Pass: que las plantas se instalan, pero ni se mantienen, ni se operan eficientemente. Es cierto que esto no tiene por qué pasar si el precio de mercado es suficiente para compensar los costes de operación y mantenimiento, pero la gente no siempre es racional, y el precio podría no ser suficiente para recuperar costes si el sistema no está perfectamente adaptado.

Andor y Voss analizan precisamente estos pros y contras con un modelo también muy sencillo (demasiado incluso). Su conclusión fundamental: que los subsidios marginales a la producción deberían ser iguales a sus beneficios marginales externos, y lo mismo para la capacidad. Si, como dice Newbery, la mayor externalidad corresponde al aprendizaje, que va en función de la capacidad instalada, habría que subsidiar fundamentalmente la instalación de potencia, no la generación eléctrica.

De hecho, analizan la optimalidad de las feed-in-tariffs (que serían un subsidio exclusivo a la producción) y concluyen que no son capaces de incentivar el despliegue óptimo de capacidad, salvo cuando esta capacidad es muy pequeña comparada con el total del sistema y  por tanto no hace falta que se ajuste. Cuando no lo es, entonces las FIT pueden inducir sobrecapacidad, que a su vez lleva a precios negativos (o inferiores al coste marginal de generación), y a una pérdida de bienestar.

Esto, evidentemente, tiene bastantes implicaciones para el diseño de las subastas de renovables. Según esta idea, deberían ser subastas de capacidad y no de generación. Pero, como decía antes, esto plantea algunos problemas interesantes:
- Suponiendo que el precio de mercado es superior al O&M de la renovable, el resultado de la subasta de capacidad debería estar por debajo del coste de inversión. Pero esto supone que los oferentes son capaces de estimar con precisión el coste del mercado durante los próximos 20 años. Pero, ¿y si no son capaces, o tienen una elevada aversión al riesgo? Entonces el resultado de la subasta sería que se pediría más de lo necesario para cubrir el coste de inversión, y luego habría una sobrerretribución en el mercado. Es cierto que los resultados de las subastas españolas parecen indicar lo contrario, que la gente no quiere subsidio y va a mercado...pero también es cierto que estas subastas son muy anómalas, y además, en la segunda, hay un suelo al precio de mercado.
- En cambio, una subasta por MWh eliminaría este riesgo para el inversor. Y no necesariamente se lo trasladaría al consumidor, ya que aquí no se trata de minimizar el precio de suministro eléctrico, sino de alcanzar una determinada capacidad instalada a mínimo coste.

Por tanto, y más allá de la conclusión de Andor y Voss, creo que esto es fundamentalmente una cuestión de optimización de riesgos, y de su reparto adecuado entre consumidores y productores. Esto es de hecho algo a lo que apuntan los autores en sus conclusiones: por ejemplo, si los consumidores son aversos al riesgo, preferirán tener más capacidad instalada para reducir la volatilidad de precios. En todo caso, esto es evidentemente un tema a estudiar mejor, y más aún en vista de las subastas que se avecinan.

martes, 27 de noviembre de 2018

El futuro de la demanda de electricidad, vehículos eléctricos, filosofía, y recetas contra el cambio climático

  • Perry Sioshanshi, a partir de un estudio de Redburn, nos cuenta cómo la demanda eléctrica seguramente disminuya en los próximos años, incluso a pesar de los vehículos eléctricos. Muy interesante (y preocupante para las eléctricas, claro).
  • Precisamente sobre coches eléctricos, Lucas Davis analiza el mercado californiano, y encuentra que los eléctricos tienen un kilometraje inferior que los demás. A mí no me sorprende, como a él: efectivamente, la autonomía, y su típica asociación con entornos urbanos, lo explican bien. Otra cosa, claro, es que fuéramos a esquemas de car-sharing, en los que el kilometraje aumentaría.
  • Una reflexión interesante sobre la idea del tiempo para las distintas escuelas filosóficas (y sus consecuencias sobre nuestra concepción del progreso, o sobre la búsqueda de sentido). ¿Qué opinaría Hawking de esto...
  •  Un libro de recetas "fáciles" para reducir emisiones de CO2. Quizá parece excesivamente simple a veces (como cuando habla de los estándares como solución mágica), y el tipo parece un poco vendemotos (muy estadounidense). Su confianza en las posibilidades de reducción en la industria también me parece demasiado optimista. Pero en todo caso no es mala idea su esfuerzo de traducción de un modelo como el MASTER.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Impuestos sobre el CO2, co-beneficios, biometano, y carbón

  • La ausencia más flagrante del borrador de Ley de Cambio Climático es un precio para el CO2. Seguramente por razones electorales, claro. Tyler Cowen analiza, basado en la experiencia reciente en EEUU, las razones del electorado para no querer este tipo de impuestos: básicamente, que ya nos han tomado bastante el pelo. Y, muy sensatamente, tampoco les da la importancia central que le conceden algunos.
  • En cambio, el borrador habla, y bastante, del biometano. El problema es que su potencial parece bastante limitado, fundamentalmente por su elevado coste. Seguramente la vía apropiada sea pues invertir en investigación para bajar el coste...
  • Y mientras, la administración Trump parece que quiere eliminar los co-beneficios ambientales de los análisis coste-beneficio obligatorios allá (al menos los tienen, no como aquí...). Meredith Fowlie se opone, claro.
  • Por último, Paul Deane confirma que para sacar al carbón del mix hará falta un precio del ETS superior a los 40 euros, muy en línea de los números que nos salen a nosotros en todos nuestros estudios.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Economics rules, de Rodrik

Si, como hubiera debido, hubiera leído este libro cuando se publicó (2015), me habría ahorrado cantidad de texto. Y es que Rodrik dice maravillosamente lo que yo sólo consigo balbucear. Incluida, por supuesto, parte de mi reseña al libro de Raworth. De hecho, me pregunto qué hubiera dicho Raworth si también hubiera leído el libro de Rodrik (que no creo, no lo cita). Pero claro, entonces a lo mejor se quedaba sin medio libro...:).

En todo caso, y tras la frustración de leer la crítica de Raworth a la economía pero sin proponer ninguna alternativa razonable, Rodrik plantea una crítica realista bien hecha, la propia de alguien que conoce del derecho y del revés la economía, y capaz de plantear pues alternativas y cómo hacer que la economía ayude de verdad a mejorar el mundo Por eso creo que este libro debería ser una compra obligada para todos los que trabajen en algo relacionado con la economía. Y, por supuesto, lectura obligada para todos los estudiantes de la disciplina. Rodrik sitúa espléndidamente el contexto de la misma, sus limitaciones, y sus aportaciones.

Quizá el punto central por el que conviene comenzar es que Rodrik piensa que la economía no puede buscar explicaciones ni teorías universales, por la diversidad de las situaciones sociales.
Economics is a social science, and society does not have fundamental laws - at least, not in quite the same way that nature does
Eso no significa que entonces no sirva para nada: a través de los modelos parciales, nos ayuda a entender el mundo. Los modelos son como mapas locales, que iluminan una parte del terreno. Y cuando se consideran como elementos de una gran librería, los modelos económicos son nuestra mejor guía de las "colinas y valles" que constituyen la experiencia social. De hecho, los modelos, según Rodrik, son los que hacen que la economía sea una ciencia, al clarificar las hipótesis de partida, al permitir acumular el conocimiento, y al utilizar métodos empíricos para evaluar cuándo aplican las distintas hipótesis y explicaciones.

Eso sí, estos modelos deben ser sencillos, porque son los que permiten analizar la sociedad. Y recuerda que analizar significa descomponer en elementos más sencillos, precisamente lo que tratan de hacer los modelos buenos, o los experimentos de laboratorio en los que se basan muchas otras disciplinas científicas, sin que nadie las ataque por ello. Por eso, y como con los experimentos, el valor de los modelos reside en ser capaces de aislar e identificar mecanismos causales específicos, uno cada vez. Los modelos no tienen por qué ser matemáticos, por supuesto. Y el ejemplo de Schelling es uno de los que usa. Pero las matemáticas ayudan a dar claridad y coherencia a los modelos.

Y entonces, ¿los modelos más complejos como los de equilibrio general, los de data mining? Rodrik dice que tengamos cuidado con ellos. Sí, los primeros nos pueden dar órdenes de magnitud de los efectos asociados a una decisión. Pero sólo son creíbles si sus resultados pueden ser explicados con modelos sencillos:
Unless the underlying explanation is transparent and intuitive -- unless there exists a simpler model that generates a similar result -- complexity on its own buys us nothing other than perhaps a bit more detail.
Rodrik es aún más crítico respecto a los de data mining. Sí, pueden valer para hacer predicciones, pero no nos aportan conocimiento, porque no nos permiten entender los mecanismos que causan los resultados.

Todo esto lo deberían tener en cuenta los economistas. Y es que, según él, lo único que un economista debería hacer es opinar sobre cómo mejorar la asignación de recursos, que al fin y al cabo, es el objeto de la economía. Y los modelos nos ayudan a identificar las condiciones en las que una conclusión o la opuesta son correctas. Nótese por supuesto que esto requiere mucha humildad y honestidad científica, algo a veces difícil de compatibilizar con el ego académico...
All that an economist can claim about a market -- and one that works well, without the frequent imperfections -- is that it yields an efficient allocation of resources in a precise sense: there is no feasible way to make some people richer without making others poorer. Any economist who makes a broader argument about the fairness, justice, or moral worth of markets that is based on economics proper is simply engaged in malpractice.
El problema, por tanto, no es tanto de la economía, sino de los economistas que exceden los límites de la disciplina.
The bottom line is that there is much to complain about in the practices and professional biases of economists. But are these shortcomings fundamental problems that render the entire discipline an inherently flawed approach to social reality? I do not think so.
Por ejemplo, Rodrik no está de acuerdo con los que, como Sandel, piensan que el mercado corrompe todo. O lo de que el dinero necesariamente corrompe la motivación intrínseca. Rodrik cree que la exhortación moral está bien, pero que, cuando no funciona (y pone el ejemplo de las empresas contaminantes), lo que hay que hacer es aprovechar el poder de los incentivos. Y que esto, por supuesto, dependerá de las circunstancias. De hecho, Rodrik nos recuerda cómo, en sus orígenes (y aquí recupera ideas de Hirschman, a quien, tras leer este libro, también dan muchas ganas de leer por el entusiasmo con el que lo cita Rodrik), el mercado se utilizó precisamente para alcanzar una sociedad más ética:
These early philosophers (Montesquieu, Ricardo) encouraged the spread of markets not for reasons of efficiency or for the expansion of material resources, but because they thought it would produce a more ethical, more harmonious society. It is ironic that three centuries later, markets have come to be associated in the eyes of many with moral corruption.
Rodrik sí da la razón a los críticos en que hay muchos economistas que predican soluciones universales o fundamentalismo de mercado. Pero lo que dice Rodrik que los críticos deben entender es que los economistas que hacen esto no son fieles a su disciplina. Y el problema es que estos economistas, los que tienen creencias más fuertes, o menos interés en mirar la letra pequeña de sus resultados, son los que más voz tienen en el debate público (quizá precisamente por eso).

¿Significa esto que los economistas deben renunciar a su papel como intelectuales, o reformadores sociales? Rodrik cree que no:
Economists still can aspire to greater ambition as public intellectuals or social reformers. They can be advocates of specific policies and institutions on many fronts -- to improve the allocation of resources, unleash entrepreneurial energies, foster economic growth, and enhance equity and inclusion. They have much to contribute to the public debate in all these areas.
Lo que pasa es que, como ya he dicho, deben tener cuidado con excederse en su papel:
But they need to be aware that when they move into this role, they are inevitably stepping outside the well-defined scientific boundaries of their discipline. And they need to be explicit about this. Otherwise, they open themselves to the criticism that they are pushing beyond their expertise and passing off their own value judgments as science.
Creo que, por tanto, Rodrik y yo estamos de acuerdo en el papel de los economistas (o de los académicos en general). Debemos ser honestos acerca de lo que podemos opinar o no, de las limitaciones de nuestros análisis, y no tratar de ser los vendemotos/tertulianos que andan por ahí, que ponen sus creencias e intereses por encima de los resultados académicos.

Para terminar, os dejo con los 10 mandamientos que resumen las enseñanzas del libro, tanto para economistas como para no economistas:
Ten Commandments for Economists

1. Economics is a collection of models; cherish their diversity
2. It's a model, not the model
3. Make your model simple enough to isolate specific causes and how they work, but not so simple that it leaves out key interactions among causes.
4. Unrealistic assumptions are Ok; unrealistic critical assumptions are not OK.
5. The world is (almost) always second best.
6. To map a model to the real world you need explicit empirical diagnostics, which is more craft than science.
7. Do not confuse agreement among economists for certainty about how the world works.
8. It's OK to say "I don't know" when asked about the economy or policy.
9. Efficiency is not everything.
10. Substituting your values for the public's is an abuse of your expertise.

Ten Commandments for Noneconomists

1. Economics is a collection of models with no predetermined conclusions; reject any arguments otherwise.
2. Do not criticize an economist's model because of its assumptions: ask how the results would change if certain problematic assumptions were more realistic.
3. Analysis requires simplicity; beware of incoherence that passes itself as off as complexity.
4. Do not leave math scare you; economists use math not because they're smart, but because they're not smart enough.
5. When an economist makes a recommendation, ask what makes him/her sure the underlying model applies to the case at hand.
6. When an economist uses the term "economic welfare" ask what he/she means by it.
7. Beware that an economist may speak differently in public than in the seminar room.
8. Economists don't (all) worship markets, but they know better how they work than you do.
9. If you think all economists think alike, attend one of their seminars.
10. If you think economists are specially rude to noneconomists, attend one of their seminars.

martes, 20 de noviembre de 2018

Política ambiental en la universidad, presupuestos de carbono, desigualdad y globalización

So, is the world becoming better, as Bill Gates wants us to believe? Yes, in many ways, it is: the mean income in 2013 is almost 40% higher than in 1988, and global inequality is less. But is there a bad news too? Yes: the same share of the world population is being left behind and the top 1% are getting ever further away and richer than everybody else. So, we have, at the same time, the growth of the global “median” class and an increase in world-wide polarization.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Diseño de experimentos estadísticos, geoingeniería, y disrupción tecnológica

  • Benedict Evans analiza lo que supone realmente una disrupción tecnológica, y a quién afecta, aplicado al caso de Tesla. Largo, pero muy interesante.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Doughnut economics, de Kate Raworth

Hace ya tiempo blogueé indirectamente sobre este libro, mencionando entre otras cosas la crítica de Milanovic...el caso es que preferí no releer la crítica hasta terminar de leerme el libro, para que no me influyera. Pero , al final, creo que tenemos una opinión similar. Y, sobre todo, yo tengo una opinión similar a la del libro de Jackson. Esto, claro, me hace preguntarme por el valor añadido del de Raworth...así que comenzaré por ahí.

Porque el fondo del libro de Raworth, publicado 18 años después del de Jackson, es básicamente el mismo: el sistema económico actual es un desastre, y hay que arreglarlo. El diagnóstico y las propuestas que hace Raworth son muy parecidas a las de Jackson:
The twenty-first-century task is clear: to create economies that promote human prosperity in a flourishing web of life, so that we can thrive in balance within the Doughnut's safe and just space. it starts with recognising that every economy - local to global - is embedded within society and within the living world. It also means recognising that the household, the commons, the market and the state can all be effective means of provisioning for our many needs and wants, and they tend to work best when they work together. By deepening our understanding of human nature we can create institutions and incentives that reinforce our social reciprocity and other-regarding values, rather than undermine them. Once we accept the economy's inherent complexity, we can shape its ever-evolving dynamics through smart stewardship. That opens up the possibility of turning today's divisive and degenerative economies into ones that are distributive and regenerative by design. And it invites us to become agnostic about growth, creating economies that enable us to thrive, whether or not they are growing.
Pero luego el desarrollo del libro sí aporta algo más. Raworth es más optimista, se fija mucho más en las posibles soluciones que en los problemas. De hecho, no menciona alguno de los obstáculos principales según Jackson, el consumismo, hasta el final...lo cual hace preguntarse si muchas de las propuestas no son demasiado idealistas...

Otro valor adicional del libro de Raworth es su uso de imágenes y analogías atractivas. La idea del donut está bastante bien, en mi opinión. Es una buena representación visual de dónde deberíamos situarnos, y su base conceptual es bastante sensata. También es ingeniosa su representación de la economía actual, y de la alternativa que propone, como papeles en una obra de teatro. Por todo ello, el libro se lee bien (aunque reconozco que a veces se pasa de ingeniosa, y eso, a mí, me molesta, igual que su uso excesivo de la anécdota, al que me referiré más adelante).

Eso sí, lo que no creo, al contrario de lo que dice Monbiot, es que este libro sea revolucionario. Como el de Jackson, sigue siendo una colección de algunas ideas sensatas en el fondo, pero con muchos aspectos especulativos, y sobre todo, mucho wishful thinking. Hay mucho en este libro de lo que algunos llaman economía naif, esa que cree que sólo con desear las cosas se cumplen, sin tener en cuenta la realidad del comportamiento humano y de sus relaciones con los demás y con el medio. Y eso es una pena. Porque, estando de acuerdo en que esto hay que arreglarlo, no veo que sus propuestas de solución vayan a ser muy efectivas en la práctica. ¿Cuáles son estas propuestas?

1. Olvidarse del PIB como métrica universal
2. Considerar la economía como algo integrado en el planeta, no aislado
3. Ir más allá del homo economicus
4. Llevar el análisis a los sistemas complejos (no a los modelos simples)
5. Crear una economía más distributiva
6. Alcanzar una economía circular
7. Y ser agnóstico respecto al crecimiento

Como decía, las propuestas son sensatas. De hecho, y al contrario de lo que ella plantea, creo que muchos economistas serios estarían de acuerdo con casi todas. Porque, igual que Jackson, ella parte de la base de que la ciencia económica es un desastre, y que hay que darle un revolcón. Igual que Jackson, creo que está equivocada en esto: sí, la economía neoliberal tiene muchísimos agujeros. Y desgraciadamente hay todavía muchos que la defienden, en parte debido a intereses sesgados. Pero la economía neoliberal no es la ciencia económica en la que trabaja mucha gente seria. De hecho, no hay más que ver los últimos premios Nobel para darse cuenta de que muchas de sus propuestas ya llevan siendo consideradas mucho tiempo.

Por eso, por ejemplo, me parece ridícula su afirmación de que el problema es que enseñamos a los alumnos la economía con libros de texto de los 50, que a su vez están basados en teorías del s. XIX. Eso lo seguirán haciendo algunos malos profesores de economía, con malos textos. Pero no muchos otros. Y además, tampoco veo mal apoyarse en los desarrollos históricos serios, igual que hace cualquier disciplina científica. ¿No es precisamente un elemento fundamental del método científico apoyarse en hombros de gigantes, por supuesto estando abierto a falsar las teorías cuando haga falta?

Pero, sobre todo, lo que menos me gusta es que, aunque el libro está mucho más trabajado que el de Jackson en cuanto a soportes para sus argumentos, muchos de ellos siguen siendo anecdóticos, especulativos, cuando no falsos. Abusa de los estudios de ciencia pop, como los de framing, o como los de comportamiento de agentes en el mercado, que luego no se validan en entornos más amplios y reales. Lo que más me ha tocado las narices quizá es que recupera el cuento de la guardería israelí como ejemplo del conflicto entre motivación intrínseca y extrínseca...y que también recupera las ideas de Gigerenzer, para tratar de convencernos de que es mejor no ser racional, y de que hay que estar orgulloso de utilizar heurísticos (aunque nos engañen, claro), como un triunfo de la evolución.

Sí, por supuesto, sería fantástico si todos tuviéramos la suficiente motivación intrínseca y rectitud moral como para hacer lo correcto, independientemente de las señales económicas. Pero, ¿y si no las tenemos?¿Seguro que un poco de señal económica no ayuda? Para Raworth el dinero y los mercados corrompen todo (como para Sandel), algo que creo que es un error. Sí, el dinero y los mercados tienen muchos problemas, pero si los utilizamos bien aportan mucho. Sobre todo, porque no sabemos cuál es la alternativa. ¿Que el Gobierno nos diga lo que tenemos que hacer? En el fondo, esto es lo que parece plantear por ejemplo cuando dice que los impuestos y los mercados de emisión funcionan mal porque los gobiernos fijan las cuotas o los impuestos demasiado bajas. Eso, desgraciadamente, ya se ha demostrado bastante erróneo...

La otra parte que tampoco me ha gustado es su defensa de que tenemos que enseñar economía como sistemas complejos. Claro, totalmente de acuerdo en que la economía es un sistema complejo, mucho más complejo de hecho que muchos otros. Y eso creo que muchos lo transmitimos en nuestras clases nada más empezar. Pero, ¿seguro que la forma correcta de enseñarlo es lanzar a los estudiantes a esta piscina, en la que es imposible identificar cuáles son las variables fundamentales, o las relaciones entre ellas? ¿Es que la física se comienza a estudiar a partir de la mecánica cuántica? Lo que ya es de chiste es que encima eche la culpa a la evolución de que no seamos buenos analizando a la primera sistemas complejos (porque claro, aquí no valen los heurísticos tan estupendos de antes). También podríamos echarle la culpa a la evolución de no volar, o de no vivir del aire..."si Newton se hubiera interesado por sistemas complejos, la historia de la ciencia hubiera sido otra...". Por favor! Sí, igual que si hubiéramos descubierto la fusión fría en el siglo XV...La semana que viene reseñaré el libro que me estoy leyendo de Dani Rodrik, en el que, para empezar, hay una explicación muy convincente y sensata de por qué esto que plantea ella no tiene mucho sentido.

Luego hay más leyendas urbanas, como lo de que la culpa de la burbuja la tiene el que los bancos sean los que crean dinero, lo de que la curva de Kuznets se utiliza como regla por todos los economistas (y no sólo los neoliberales) para justificar el crecimiento antes que arreglar la desigualdad o el impacto ambiental), lo de que vamos a empoderar a los consumidores con las tecnologías de coste marginal cero, lo de que la solución a la crisis del trabajo es reducir la jornada laboral...

Afortunadamente, y por terminar con una nota más positiva, hay unas cuantas ideas muy válidas. En los temas de las que se supone que sabe más, como de ayuda al desarrollo, sus ideas son muy correctas, creo. También apunta correctamente a la necesidad de redistribuir la riqueza si realmente queremos arreglar la desigualdad, o a los beneficios del Green Quantitative Easing. O que el diseño industrial circular sólo se producirá si las señales económicas son correctas. Incluso para las ideas más locas, Raworth demuestra sentido común en sus propuestas concretas: dice que todo esto hay que adaptarlo a las circunstancias y estudiarlo previamente.

Resumen: libro interesante de leer, que aporta algo más que el de Jackson, pero demasiado "wishful thinking" y "strawman argument" para mi gusto. Me encantaría, la verdad, leer algo con estas ideas de fondo, pero con propuestas realistas y sólidas.





jueves, 15 de noviembre de 2018

Imposición óptima e impuestos energéticos

Hoy, en lugar de comentar un único artículo como otros jueves, voy a cubrir un tema a lo largo de varios de ellos. Y es que otra de las cosas buenas que tiene estar por Cambridge es que puedes tomarte un café o compartir una comida con expertos en temas variados, pero siempre apasionantes. En este caso me refiero al director del EPRG, David Newbery. Además de uno de los reguladores energéticos de referencia, junto con Ignacio Pérez Arriaga y otros, el prof. Newbery es un economista de gran prestigio que ha trabajado mucho en temas de fiscalidad e imposición óptima.

Y el otro día, en la soleada sala de profesores de la Facultad de Económicas de aquí, y tras luchar para conseguir una cápsula de café (porque, curiosamente en una facultad como esta, las cápsulas son gratuitas, con lo que ya sabemos lo que hace la gente con ellas...), tuve la oportunidad de hablar con Newbery sobre impuestos energéticos. No tanto sobre impuestos pigouvianos (los que internalizan externalidades), ni sobre impuestos que tratan de capturar rentas de monopolio (como los que aplican en el caso de las importaciones de petróleo, por ejemplo). El objeto de la charla eran los impuestos que financian bienes públicos relacionados con la energía (como las políticas de renovables, o la pobreza energética, o las compensaciones extrapeninsulares en España). ¿Cómo gestionarlos de forma óptima?

El punto de partida era la teoría de la imposición óptima de Mirrlees y Diamond, que perfeccionaron la idea original de Ramsey (1927), según la cual, para minimizar las distorsiones causadas en la economía por los impuestos (no pigouvianos, más sobre esto luego), lo que hay que hacer es establecer los impuestos sobre los distintos productos de forma inversamente proporcional a su elasticidad-precio.

Diamond y Mirlees (1971), como decía, avanzaron sobre ello y concluyeron que el impuesto óptimo debería ser nulo para todos los bienes intermedios. Y, para los bienes de consumo final, Atkinson y Stiglitz (1976) propusieron que los impuestos deberían ser iguales para todos ellos. Aunque Mirrlees (1976) lo extiende a múltiples consumidores y dice que, realmente, habría que cargar más impuestos a aquellos bienes hacia los que los individuos con mayor capacidad (de producción) muestren una mayor preferencia; o en función de su complementariedad con el ocio.

El resumen: que la imposición óptima sería aquella que no carga el consumo intermedio, y que afecta a los consumos finales en función de su relación con los incentivos al trabajo. Esto es lo que trata de hacer el impuesto sobre el valor añadido, que según los más puristas, debería ser el único impuesto de carácter recaudatorio de la economía. Más sobre las ideas de Mirrlees en esta entrada escrita recientemente por Xavier y JM Labeaga con motivo del fallecimiento del sabio británico.

Esto, llevado a términos energéticos, y tal como explica Newbery aquí, supone que, salvo por los impuestos pigouvianos (es decir, los que internalizan externalidades) o los que tratan de capturar rentas, no deberíamos aplicar cargas o impuestos a la energía para usos intermedios (es decir, para clientes industriales o comerciales), sino sólo a los consumidores finales. Y que, además, la forma apropiada de hacerlo sería simplemente subir el IVA (en lugar de bajarlo, como proponen algunos). Si esto puede crear algún problema para consumidores vulnerables, la forma de arreglarlo sería con una transferencia a tanto alzado (como proponíamos precisamente nosotros en nuestro informe sobre el tema). Su conclusión (para Reino Unido, pero fácilmente generalizable):
energy taxes and subsidies need to be reformed in line with principles of sound public finance, and the support instruments directed to better achieve their objective at least cost. This requires raising the energy VAT rate to the standard rate, financing all environmental and development public goods from general tax revenue, and replacing the RO scheme with capacity auctions
Pero la realidad es algo más complicada: por ejemplo, hay que tener en cuenta que algunas de las necesidades de financiación están asociadas a objetivos impuestos sobre determinadas variables energéticas: es el caso del la eficiencia energética o las energías renovables, cuyos objetivos se fijan sobre el consumo de energía final, o de energía primaria. En este caso, podría tener sentido que estos bienes estuvieran sujetos a un precio de escasez, que se internalizaría directamente en el precio de cada uno. Pero el problema es que este precio de escasez sólo es óptimo si se establece la restricción correcta. Si, por ejemplo, el objetivo de renovables, que cuenta contra la energía final, sólo se impone con respecto a la electricidad, ya la hemos fastidiado, porque estamos penalizando indebidamente a la electricidad frente a otros bienes energéticos. ¿Qué hacemos entonces?

Volvemos al resumen pues de la teoría sobre cómo financiar estos bienes públicos:

- Si están asociados al consumo de un bien en el que se puede internalizar el precio de escasez, adelante: fijemos el precio de escasez (o mejor, dejemos que lo fije el mercado a partir de una restricción) y listo;
- Si no es posible esta opción (porque no se puede establecer una restricción transversal), o si no hay objetivo asociado (por ejemplo, en el caso de la pobreza o las extrapeninsulares), entonces lo mejor sería financiarlos desde Presupuestos Generales, subiendo el IVA en toda la economía lo que haga falta. Nótese que en ningún caso se plantearían impuestos específicos sobre la energía, más allá de los pigouvianos o los asociados a objetivos específicos.

¿Es esto lo óptimo? Pues lo sería en una economía first-best. Pero, como decía Dixit, eso es una utopía. Estamos en un second o third-best, siendo optimistas. Y además hay que tener en cuenta, según Newbery, la viabilidad política: ¿podemos construir un argumento plausible desde el punto de vista político? Por ejemplo, una reforma como la planteada supondría quitar los impuestos a la industria y el comercio, pero subírselos a los consumidores (a través del IVA). Eso, evidentemente, no parece muy popular en los tiempos que corren...

Por todo ello, Newbery plantea pasos más modestos, pero quizá más aceptables políticamente. Primero, estudiar los límites de la imposición al transporte. En el caso de Reino Unido, que ya es alta, Newbery no ve posibilidad de seguir progresando (en España sí parece haber algo más de recorrido). Así que, por un lado, propone reducir los impuestos para la industria y el comercio, y subir los de los consumidores finales hasta donde se pueda. Y, cuando ya no se pueda, propone trasladar impuestos de la electricidad al gas. Esto estaría justificado además por el hecho de que el gas es importado (y por tanto negativo para la seguridad energética), y por su contribución a los objetivos de renovables.

Por supuesto, todo esto sin entrar en reformas fiscales verdes, sobre las que Newbery no parece demasiado optimista...


martes, 13 de noviembre de 2018

A vueltas con los límites al crecimiento

Muchas gracias a Juanjo Sánchez por ponerme al tanto de una discusión (poco civilizada por una parte, la verdad) entre Michael Liebreich y Tim Jackson, muy cercana a temas que he discutido en las reseñas de estos dias de Jackson y Raworth (este viernes), y a las reseñas sobre el premio Nobel de Economía este año, con el que, evidentemente, está muy relacionado.

Sinceramente, me da mucha pena ver cómo gente tan inteligente sufre también las consecuencias de la polarización generalizada de la sociedad, la ideologización de cualquier tema. Yo siempre he valorado mucho las ideas y las opiniones de Michael Liebreich. Me ha parecido siempre un tipo inteligente y visionario. Y de hecho comparto con él algo de lo que dice en su artículo. Yo tampoco entiendo cómo la gente aún sigue defendiendo el Informe Meadows. Claramente, el informe minusvaloró la capacidad de innovación de la humanidad, y la posibilidad de sustituir los recursos que se iban agotando. Y no lo digo sólo por el resultado de la famosa apuesta de Simon contra Ehrlich, que, como sabemos, fue más bien resultado de la casualidad que de otra cosa.

Pero tampoco consigo entender la cantidad de cosas muy cuestionables que dice Liebreich en su artículo, como cuando afirma que no hay absolutamente ningún límite al crecimiento. Eso, creo, es tener demasiada esperanza en conseguir siempre un volumen ilimitado de energía solar (para sostener el reciclado infinito de los materiales), algo que no parece estar muy en línea con lo que dicen los investigadores del sol (bueno, salvo que Liebreich crea en serio eso de que vamos a colonizar Marte y cosas Muskianas parecidas). De hecho, es curioso que Liebreich mencione el Nobel a Nordhaus como ejemplo de sus creencias…es cierto que fue Nordhaus uno de los que apuntó los problemas del Informe Meadows, pero también que ha sido pionero en recordarnos el freno al crecimiento que suponen las emisiones de CO2 y el cambio climático asociado (como el mismo Liebreich cita). Más sorprendente aún, que mencione a Kuznets y su curva como evidencia del credo neoliberal (cuando nadie ha encontrado evidencia de la EKC para el CO2), o más todavía, a Ostrom como icono de esta ideología!!

Sus argumentos (no muy claros, eso sí) acerca de los beneficios del libre comercio también se sostienen con alfileres…el otro día precisamente Jing Meng, de Cambridge, explicaba en un seminario las emisiones embebidas en el comercio, y son muchas…Creo que no es justo pues que cite al Reino Unido como ejemplo del desacoplamiento entre emisiones y PIB (gracias la deslocalización y a la importación). Y eso ya sin entrar en los problemas de la globalización...

Y finalmente, no entiendo la obsesión de Liebreich con los enemigos del crecimiento, cuando él mismo habla al final de que la obsesión por el PIB es incorrecta, y que es mejor hablar del bienestar en términos más amplios...

Así que, claro, no me extraña que Tim Jackson (del que además se mofa Liebreich) reaccione con virulencia (aunque con elegancia). Y no creo que sorprenda que diga que, a pesar de mi reseña no demasiado positiva (aunque no tanto de las ideas) de su libro, y a pesar del valor que siempre he dado a la innovación, en este caso esté más de acuerdo con Jackson que con Liebreich. Además, me encanta la cita del final, una de las mejores canciones de la historia

En todo caso qué pena que tanta inteligencia, en lugar de buscar el diálogo y el acuerdo, se malgaste en peleas tan estúpidas y sesgadas…

NOTA: Tim Harford parece situarse del lado de Liebreich, aunque creo que es algo más prudente en sus valoraciones. Algo más de prudencia y menos exuberancia le hubiera venido mejor a Liebreich, creo yo, para defender mejor sus argumentos.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Las ideas de Romer y Nordhaus

 El caso es que ya escribí una reseña breve de las ideas de Nordhaus cuando le dieron el premio, pero los de Madri+D me han pedido una de los dos premiados, así que también comparto aquí el borrador que les he enviado. Para ampliar información sobre estos dos gigantes, podéis consultar también las reseñas de Nada es Gratis (la de Comín y la de Jimeno), o esta que me ha gustado mucho (que de hecho saqué de los comentarios de las anteriores, que siempre son muy buenos).


viernes, 9 de noviembre de 2018

Prosperity without growth, de Tim Jackson

No tengo claro si recomendar este libro o no (ya adelanto que más bien no). Por un lado, el libro está bien escrito, y las cosas que dice son razonablemente sensatas: el sistema económico actual tiene muchos problemas, en particular desde el punto de vista de la desigualdad y del impacto ambiental. Y esto hay que arreglarlo. En cierta manera, este libro fue de los primeros en los que se formuló claramente esta cuestión, aunque por otra parte incluso ya a estas alturas era "conocimiento común". Como un ejemplo de lo común que era, un mindundi como yo hablaba de estos mismos temas siempre en mi curso de Sustainable Development (que comenzó en 2006-07), tal como resumí en esta publicación de 2012.

Pero como digo, está bien escrito, y es bastante sensato (como cuando confirma que el paradigma del crecimiento económico no debe ser abandonado totalmente, en particular en los países más pobres). La cuestión es si, a estas alturas, dado que fue publicado en 2009, vale la pena leerlo. Y por varias razones:

- Como digo, si ya era conocimiento común en 2009, mucho más ahora (Laudato Si es otro ejemplo de formulación de las mismas ideas). Además, el libro se apoya mucho (demasiado, para mi gusto) en la crisis económica del 2008, que evidentemente ya pasó en gran medida. Y no creo que haga falta la crisis para defender el argumento principal.
- El libro es bastante reiterativo: Básicamente, las mismas ideas se repiten capítulo tras capítulo. Cuando ya parece (y estás deseando) que termine con la crítica (que tampoco da para tanto) y presente alternativas, vuelve a repetir los problemas. Y eso cuando no hay contradicción entre capítulos (como entre el 3 y el 4 cuando habla de la paradoja de la life satisfaction)...De hecho, casi todo el libro (o su primera parte, que dura 10 de los 11 capítulos) se puede resumir en este párrafo:
In summary, we are faced with a formidable challenge. A limited form of flourishing through material success has kept our economies going for half a century or more. But it is completely unsustainable in ecological and social terms and is now undermining the conditions for a shared prosperity. This materialistic vision of prosperity has to be dismantled.
The idea of an economy whose task is to provide capabilities for flourishing within ecological limits offers the most credible vision to put in its place. But this can only happen through changes that support social behaviours and reduce the structural incentives to unproductive status competition.
- Pero sobre todo, la razón fundamental por la que no lo recomiendo, sobre todo para los lectores ya más familiarizados con el tema, es que ni da argumentos sólidos para defender sus críticas, ni aporta alternativas realistas (más allá de alguna cuestión menor). No hay referencias sólidas, no hay datos que no sean anecdóticos...Y creo que, si se quiere atacar al corazón del paradigma económico, hay que hacerlo con más fuerza, argumentos y evidencia, no sólo con buenas intenciones.

En todo caso, aquí va una reseña breve para el que tenga curiosidad.

Como decía antes, la gran parte del libro se dedica, primero, a aclarar qué entiende por Prosperidad (que ya adelanto, evidentemente no es riqueza económica, sino el florecimiento personal de todos, muy en la línea de Sen), y luego a criticar el sistema económico actual por no garantizar esta prosperidad. Aunque lo hace de una forma un poco contradictoria, ya que, a primera vista, deja poco resquicio a la esperanza: Primero, afirma que no podemos abandonar el consumo material porque eso nos ayuda a definir quiénes somos, más allá de la mera satisfacción de necesidades físicas. Luego, fulmina la posibilidad de que desacoplemos crecimiento económico de consumo de energía y contaminación. Explora los beneficios del Green New Deal, para descartarlo por los problemas con los límites ambientales; Confirma que la estructura dominante y los incentivos perversos impiden la transformación...y al final, ya en la página 147 (de 200 o así) concluye:
There is no scape within the existing paradigm. The prospects for flourishing within ecological limits evaporate.
¿Y entonces? Pues, en un salto mortal, y tras descartar la revolución por no garantizar una vuelta a la normalidad, dice que sí, que sí que podemos cambiar la sociedad, a pesar de todo. Eso sí, sólo si el gobierno toma un papel activo. Esto, claramente, y a la vista de los políticos que tenemos, me da un poco de risa: ¿seguro que serán más sabios y menos miopes que nosotros? Ojalá aparezcan de estos...

En todo caso, para cambiar, lo que hace falta son algunas medidas a lo largo de tres líneas: establecer límites, arreglar el modelo económico, y cambiar la lógica social. El problema es que, me temo, ninguna de las medidas propuestas llega demasiado lejos (y eso cuando no son absolutas tonterías). Por ejemplo, el establecer límites a las emisiones de contaminantes o al uso de recursos, o implantar una reforma fiscal, o introducir el componente ecológico en las cuentas nacionales son cosas buenas en sí mismas...pero que dudo puedan realmente cambiar el curso disparatado por el que el autor dice que vamos. La inversión verde también puede ayudar, claro...pero la clave sería cambiar la lógica social consumista que nos lleva a esta carrera de ratas que, como bien dice, no aporta nada a nuestros niveles de bienestar. La cuestión es cómo hacerlo. Y ahí es donde el libro se queda frustrantemente sin respuestas. Porque claro, pensar que reducir la jornada de trabajo es la solución da un poco de risa (no sólo por su alcance limitado, sino también por las propias limitaciones de la propuesta en términos de reducción real del impacto ambiental). Prohibir los anuncios para niños, u obligar a comerciar de forma justa tampoco creo que consigan desmantelar esa razón dominante desiderativa.

Y con esta frustración se queda uno. Por mucho que el autor se empeñe en decir que "a different economics is achievable", no aporta ninguna solución real más allá de que hay que investigarlo más. Se queda uno pensando si para tal wishful thinking hacía falta un libro, la verdad...veremos si Raworth consigue levantarme la moral al respecto...

jueves, 8 de noviembre de 2018

Objective vs Subjective fuel poverty and self-assessed health, de Llorca et al, 2018

Este paper analiza la relación entre la pobreza energética y la salud. Este efecto, que parece intuitivo, no había sido cuantificado de manera fiable hasta ahora. Para ello los autores estudian la correlación entre la salud reportada en la Encuesta de Condiciones de Vida, e indicadores objetivos y subjetivos de pobreza energética.

El indicador subjetivo es el mismo que aparece en la ECV, la capacidad de mantener el hogar a una temperatura adecuada. Como indicador objetivo utilizan un MIS, aunque dividido por la renta disponible (en lugar de restado). Además, también tienen en cuenta indicadores de pobreza en general, y la humedad en la vivienda.

Los resultados son bastante interesantes. Básicamente, encuentran que, si no controlan/separan la muestra en función del indicador subjetivo de pobreza, no hay relación entre el indicador objetivo de pobreza y la salud. Y, de hecho, tampoco encuentran relación para aquellos hogares que declaran tener problemas para mantener una temperatura adecuada...En cambio, sí encuentran relación con la renta en el modelo agregado, pero no cuando separan.

Quizá un posible efecto que esté apareciendo aquí es la confusión entre estas dos variables, que por construcción están muy relacionadas, y que no tengo claro que se estén separando bien. De hecho, el efecto observado de la renta es siempre mayor que el del indicador de pobreza (algo que por otra parte confirmaría el hecho, ya sugerido por nuestro estudio, de que la pobreza energética es, esencialmente, pobreza económica). Otra posible razón es que sus resultados muestran que el indicador objetivo no necesariamente está asociado a familias con baja renta y el indicador subjetivo (de alguna forma señalando los falsos positivos que generan estos indicadores)

También me resulta curioso que los efectos marginales no sean proporcionales al nivel de salud: son más fuertes para la categoría de salud "normal" que para la categoría "mala".

En todo caso, su conclusión es que necesitamos tener en cuenta los dos tipos de indicadores para poder establecer una relación entre salud y pobreza energética. Y que los indicadores objetivos no son demasiado buenos para recoger estos problemas. Yo, a la vista de algunos resultados extraños, y sobre todo de la relación entre renta y el indicador objetivo, no tengo claro si la conclusión es esa, o más bien que hay que seguir investigando el asunto, tratando de separar mejor los efectos de la renta y de los otros indicadores.

Porque, para empezar, el problema es que ni siquiera tenemos claro si los indicadores subjetivos y objetivos de pobreza están midiendo con precisión el problema...por ejemplo, como ya decíamos en nuestro paper, el MIS está muy afectado por los gastos en vivienda. Hubiera sido interesante comprobar la robustez de estos indicadores a la situación de la familia en este respecto, o incluir este parámetro en el modelo explicativo.

En todo caso, un trabajo bienvenido, y que creo que ayuda a seguir tratando de entender las causas de este problema complejo.



martes, 6 de noviembre de 2018

Innovación: estructuras científicas y transmisión

Hoy, un monográfico sobre innovación:

  • Unos resultados que creo yo confirman el beneficio social de instituciones como el IIT, que, como siempre recuerda Michel Rivier, orientan su investigación a una demanda social comprobada. Diego Comín et al nos cuentan los beneficios para las empresas, y la economía en general de colaborar con centros como Fraunhofer, y la recomendación para la política de innovación europea (aquí una entrevista con Comín sobre el mismo tema):
Applied research organisations such as Fraunhofer-Gesellschaft are capable of bridging the gap between basic scientific knowledge (falling into the domain of universities) and the development of new commercial applications (falling into the domain of firms). By bridging this gap, companies can have access to state-of-the-art technological knowledge that enables a knowledge-intensive/innovation strategy which leads to faster sales and productivity growth, as well as to more jobs for skilled workers. The establishment of, and investment in, applied research organisations could therefore form a central pillar of national and European innovation policy.
  • Interesantísimo (aunque no totalmente realista) experimento este que nos cuenta Alex Tabarrok sobre cómo se transmite el conocimiento a lo largo de las generaciones, incluyendo el papel negativo de los paradigmas dominantes.
  • Raghuveer Parthasarathy hace un diagnóstico preciso de los problemas de la ciencia, aunque no propone soluciones (pero Andrew Gelman piensa que esta es una pregunta de investigación que merece ser financiada)
Science has transformed civilization. This statement is so obviously true that it can come as a shock to learn of the gloomy view that many scientists have of the institutions, framework, and organizational structure of contemporary scientific research. Issues of reproducibility plague many fields, fueled in part by structural incentives for eye-catching but fragile results. We train vast numbers of graduate students, in many cases empowering new researchers to expand the frontiers of knowledge or pursue transformative technologies, but also often frustrating their aspirations with preparation for careers that don’t exist or with halfhearted alternative training mashed into an incommensurate educational structure. Funding remains precarious; increased spending on science over the past few decades has been more than matched by an increased number of scientists, leading to a Malthusian competition for resources that wastes time and energy and also hinders long range planning. Relatedly, over 2 million scientific papers are published each year, about one-sixth of which are from the United States, representing both a steady increase in our understanding of the universe and a barrage of noise driven by pressures to generate output. All of these issues together limit the ability of scientists and of science to tackle important questions that humanity faces. A grand challenge for science, therefore, is to restructure the scientific enterprise to make it more sustainable, productive, and capable of driving innovation.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Suerte, corrupción, transición energética y libertad

  • Seguramente hayáis leído las noticias sobre este estudio acerca del coste económico de la corrupción en España,pero por si acaso. Más allá de la precisión de los resultados, que seguro que se pueden discutir largamente, la verdad es que da mucha pena (y hasta rabia) pensar lo que podríamos ser sin esta lacra que parece tan difícil de eliminar de nuestra sociedad…

viernes, 2 de noviembre de 2018

Energy and civilization, de Vaclav Smil

Este libro lo terminé el curso pasado, pero aún no me había dado tiempo a escribir la reseña, así que aquí va.

Lo primero que hay que decir es que este libro deberían leerlo todos los estudiantes de doctorado que vayan a dedicarse a la energía. Creo que es una referencia obligatoria para todos los que trabajamos en este área, porque sitúa la energía en su contexto histórico, geográfico, humano, y económico, y de esta forma ayuda a situar nuestra investigación en un marco más amplio. Y además, con el punto de humildad necesario. Como dice Smil al final (p.417), no hay que exagerar el poder explicativo de la energía en el desarrollo de la historia. Quizá por eso el libro tampoco ofrece soluciones para el futuro…

Eso no quiere decir, por supuesto, que no haya una relación muy estrecha entre la energía y el desarrollo económico:
To talk about energy and the economy is a tautology: every economic activity is fundamentally nothing but a conversion of one kind of energy to another, and monies are just a convenient (and often rather unrepresentative) proxy for valuing the energy flows.
At the same time, energy flow is a poor measure of intellectual activity; education certainly embodies a great deal of energy expended on its infrastructures and employees, but brilliant ideas (which are by no means directly related to the intensity of schooling) do not require large increases of the brain’s metabolic rate.
This obvious fact explains much of the recent decoupling of GDP growth from overall energy demand; we impute much higher monetary values to the nonphysical endeavors that now constitute the largest share of the economic product.
O entre la energía y la organización social:
All natural processes and all human actions are, in the most fundamental physical sense, transformations of energy. Civilization’s advances can be seen as a quest for higher energy use required to produce increased food harvests, to mobilize a greater output and variety of materials, to produce more, and more diverse, goods, to enable higher mobility, and to create access to a virtually unlimited amount of information. These accomplishments have resulted in larger populations organized with greater social complexity into nation-states and supranational collectives, and enjoying a higher quality of life.
Teniendo como objetivo desarrollar esa relación, el libro es un verdadero tour de force acerca del uso de la energía por nuestras sociedades a lo largo del tiempo. Extremadamente minucioso, a veces incluso duro por el nivel de detalle con el que Smil nos cuenta por ejemplo el gasto en energía asociado al trabajo humano o animal, la parte más amena comienza con la historia de los combustibles fósiles. Ahí es cuando arranca la primera de las grandes transiciones energéticas, y que nos ha llevado a la situación que resume muy claramente en las páginas 295 y 296:

La civilización moderna depende el uso de enormes reservas de energía, algo que le ha permitido lograr tremendos avances en la producción de alimentos, ha resultado en una rápida industrialización y urbanización (que no hubiera sido posible sin combustibles fósiles), en la expansión y aceleración del transporte (Smil señala además al transporte en vehículo privado como uno de los elementos más transformadores de la era moderna), y en un crecimiento aún más impresionante de nuestras capacidades de información y comunicación. Todo ello se ha combinado para aumentar el nivel de vida de la gran mayoría de la población, y eventualmente, llevarnos a las actuales economías de servicios muy intensivas en energía.

Pero, a la vez, esto ha traído unos cambios cuya persistencia puede poner en peligro las mismas bases de la civilización moderna. La urbanización, que ha promovido los avances tecnológicos, también es un factor clave en el deterioro del medio ambiente y en la creciente desigualdad económica. También ha aumentado la capacidad destructiva de las naciones. El desarrollo de armas nucleares ha creado, por primera vez en la historia, la posibilidad de si no destruir por completo, sí en gran medida, nuestra civilización. Y todos estos cambios ya son globales, y amenazan la sostenibilidad de los efectos positivos antes mencionados.

El problema es que Smil no ve solución sencilla. Incluso aunque, como bien señala(p.269), el elemento más común en la historia de la energía es el error a la hora de predecir desarrollos futuros, Smil sí se atreve a decir que no ve alternativas para los fósiles asequibles a gran escala para el transporte, las materias primas (plásticos o fertilizantes), o la producción de acero. Yo creo que aquí es quizá algo pesimista de más, dadas las posibilidades que la electrificación parece abrir para descarbonizar estos procesos…También creo que se sitúa en el pesimismo cuando dice que la globalización ha supuesto que los patrones de consumo y producción más contaminantes se hayan extendido por todo el planeta. Pero en cambio es muy realista cuando afirma que, hasta ahora, hay algo que no ha cambiado: a pesar de todos nuestros avances tecnológicos y en eficiencia, seguimos sin usar la energía de forma racional. Y el uso de vehículos en las ciudades es su ejemplo preferido. Y otra cosa que tampoco ha cambiado es el uso masivo de biomasa poco eficiente y contaminante, sobre todo en países en desarrollo, debido a la falta de acceso a fuentes modernas de energía.

Su conclusión es que, hasta ahora, las características principales del desarrollo humano han sido la expansión y la creciente complejidad. ¿Seremos capaces de cambiar estas tendencias, continuando la evolución humana sin aumentar el consumo de energía de forma que vivamos dentro de los límites del planeta, y ello sin reducir el nivel de vida y sin reducir la población, sin afectar a la movilidad social y económica?¿Llegará alguna tecnología salvadora? Smil no lo ve claro. Y no tanto por que nos quedemos sin combustibles fósiles. Antes, como ya decía John Holdren, nos freirá el cambio climático.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Políticas climáticas: ¿hay que empezar la casa por el tejado?

Me manda Xavier este enlace, en el que los autores resumen un paper reciente algo contraintuitivo en principio, que defiende que en el establecimiento de políticas climáticas, a lo mejor tiene sentido comenzar con las opciones más caras. Como la cosa puede sonar un poco rara, vamos a tratar de explicarlo un poco, y ver si realmente tienen razón los autores.

El resumen, muy sucinto, es el siguiente:
  • Los modelos tradicionales generalmente recomiendan implantar primero las medidas de mitigación más baratas, porque eso es lo racional económicamente;
  • Pero esto no necesariamente se cumple cuando tenemos en cuenta los efectos del aprendizaje tecnológico (el learning-by-doing);
  • Y, en el caso que presentan los autores, tampoco se cumple cuando una medida aparentemente más cara supone un cambio importante en la dotación de capital de la economía, que requiere un cierto tiempo para ser implantada.
Para probar esto construyen un modelo de inversión en mitigación que tiene en cuenta que las reducciones de emisiones que se logran con los cambios tecnológicos son duraderas; que hay costes de ajuste de la economía al transformarse (incluyendo mayores costes de oportunidad de los recursos al volverse más escasos durante la transición); y que los potenciales de mitigación en cada sector se van agotando.

Con ello, sus resultados muestran que el precio del CO2 va aumentando, pero que la inversión en mitigación no: más bien, sigue una curva en U invertida. Y que, además, los costes marginales de reducción pueden ser superiores al precio del CO2. Todo esto parece razonable. Por ejemplo, el hecho de que los costes de reducción sean distintos al precio del CO2 se deben a que en el primer término incluyen inversiones y sus efectos acumulados, mientras que en el segundo no. El efecto dinámico de las reducciones en cada sector, que es algo que no necesariamente se tiene en cuenta en otros modelos (como el DICE de Nordhaus), es muy importante, por supuesto. El que la senda de inversión óptima tenga forma de campana tiene sentido: cuando se agota el potencial de reducción no tiene más sentido invertir, y los costes de ajuste hacen que no tenga sentido concentrar toda la inversión al final. También tiene sentido el que haya que invertir más, y antes, en los sectores con mayor potencial de reducción, aunque sean más caros, porque la rentabilidad de las inversiones es mucho mayor.

La clave es que, bajo su supuesto de que al final hay que descarbonizar completamente, lo importante es diseñar la senda óptima. Y en esa senda óptima los dos factores que la dirigen son el potencial de reducción, y la disponibilidad de recursos (los costes de ajuste de la economía). Igualmente clave es distinguir entre inversión y reducción de emisiones. Lo que los autores defienden es que puede ser necesario invertir mucho, aun con precios bajos del CO2 (pero con altos costes de mitigación), y con bajas reducciones de emisiones al principio.

Lo que resulta más complicado de entender o contraintuitivo es lo de que, a veces, interese anteponer medidas más caras a otras. Por ejemplo, los autores defienden que deberíamos actuar primero sobre el sector industrial, agrícola, o de transporte, que son más caros, que sobre los edificios. Es cierto que, si cuesta más reducir en algún sector, y al final hay que descarbonizar completamente, la inversión necesaria puede tener que comenzarse antes que en otros sectores (más baratos, o más fáciles de descarbonizar). En este sentido, el valor de la inversión en mitigación es mayor cuanto más difícil sea descarbonizar. Y por tanto, si adelantamos las inversiones de forma que el capital “limpio” ofrezca beneficios más tiempo, mejor. Eso sí, cuidado, porque, como decía antes, las inversiones no suponen reducción de emisiones: las reducciones de emisiones llegan después de la inversión (de hecho es ese retraso el que justifica comenzar antes la inversión).

En todo caso, creo que, aunque el marco general es correcto, hay que tener cuidado con algunas conclusiones. Por ejemplo, en la entrada (que me parece más atrevida que el artículo) se menciona que puede ser interesante invertir ya en vehículos eléctricos. Y yo dudo de que ese sea el caso, incluso dentro de su modelo. Porque la razón para esto sería que la inversión en VEs sería duradera y aportaría beneficios durante mucho tiempo. Pero un VE dura relativamente poco, cambiar totalmente el parque de vehículos es cuestión de 10-12 años si se quiere (o incluso menos en algunos países). Por tanto, no aplicaría el argumento de que la inversión estaría dando beneficios mucho tiempo (como sí pasa en el caso de los edificios, o de los nuevos diseños urbanos, o el transporte público). Además, hay un elemento que no introducen en su modelo, y que es importante: la posible mejora tecnológica exógena (no learning-by-doing) que puede hacer que valga la pena esperar para que esas inversiones de capital que hay que hacer sean menores, y que por tanto, ahorren costes.

Pero creo que su conclusión principal es válida: para las actuaciones que impliquen inversiones duraderas, y con efectos persistentes sobre la reducción de emisiones, el precio del CO2 no es necesariamente la referencia óptima, hay que tener en cuenta también el valor que aporta la inversión en mitigación. También aclaran que, en un mercado perfecto, y con un precio del CO2 creíble, aportaría la señal suficiente para que la inversión fuera socialmente óptima. Pero si la política de reducción es otra (como por ejemplo incentivar inversiones), entonces hay que tener en cuenta sus resultados.