Sen, en todo lo que he leído suyo, siempre me ha parecido un tipo muy sensato y nada dogmático, y aquí lo vuelve a demostrar. De hecho, una de las partes que más me han gustado del libro es cuando presenta las distintas escuelas, y las discute de forma bastante imparcial, al contrario que muchos otros que siempre quieren llevar el ascua a su sardina. O cuando concluye, precisamente señalando las limitaciones de cualquier idea de justicia:
Justice is an immensely important idea that has moved people in the past and will continue to move people in the future. And reasoning and critical scrutiny can indeed offer much to extend the reach and to sharpen the content of this very momentous concept. And yet it would be a mistake to expect that every decisional problem for which the idea of justice might conceivably be relevant would, in fact, be resolved through reasoned scrutiny. And it would also be a mistake to assume, as was discussed earlier, that since not all disputes can be resolved through critical scrutiny, we do not have secure enough grounds to use the idea of justice in those cases in which reasoned scrutiny yields a conclusive judgment. We go as far as we reasonably can.Realmente, creo que el libro no presenta realmente una teoría de la justicia, sino más bien reflexiones acerca de otras teorías de la justicia y sus limitaciones, y sobre lo que habría que hacer para resolverlas. Si acaso, su teoría de la justicia es más bien una teoría de la elección social (un concepto fundamentalmente económico-ingenieril), aunque, eso sí, focalizada en las capacidades como criterio de decisión. En todo caso, y a pesar de basarse en la arquitectura de la elección social, Sen no plantea un esquema nada rígido, todo lo contrario. De hecho, critica a los enfoques institucionalistas y contractualistas (fundamentalmente a Rawls, del que también defiende muchas cosas) precisamente por su rigidez. Su enfoque es eminentemente deliberativo, y basado además en la empatía y en ponerse en el lugar del otro como forma de lograr la objetividad necesaria. Y, sin ser consecuencialista a ultranza, sí aboga por la importancia de considerar las consecuencias a la hora de valorar la justicia de las acciones, aunque, eso sí, teniendo en cuenta no sólo las meras consecuencias, sino también las condiciones en las que estas se producen y los procesos utilizados (lo que él llama comprehensive vs culmination outcomes). Quizá porque él, al contrario que los kantianos o contractualistas, no considera que eventualmente el bien triunfará (el famoso "the arc of history bends towards justice", que requiere de una figura divina para asegurarlo), y que, por tanto, hay que estar vigilante y activo para asegurarnos de que así sea.
Como no podría ser de otra forma en un tratado tan amplio, hay cosas que me han gustado más y otras menos. Su capítulo 8, Rationality and Other People, me ha encantado, por cómo destruye la miopía de muchos economistas en su creencia en la teoría de la elección racional. También me ha gustado mucho cómo defiende el argumento de que no debemos usar categorizaciones unidimensionales, o de que hay muchas razones válidas para defender que, a veces, la gente puede ir en contra de sus propios intereses o su bienestar para alcanzar un bien mayor. Aunque, claro, creo que detrás de esto hay un tema semántico, qué entendemos por bienestar. ¿Contribuye a mi bienestar ser más virtuoso? Yo creo que, en el fondo sí, aunque efectivamente puede ir en contra de mis intereses estrechos (económicos, o de salud) a corto plazo. Finalmente, me parece muy valiosa su reflexión acerca del valor de la felicidad: la felicidad no es verdadera si no se basa en razones reales, y, esencialmente, en la libertad. Por ejemplo, dice que la felicidad subjetiva que en muchos casos se consigue mediante racionalización (la felicidad de los pobres, por poner un caso extremo, que terminan acostumbrándose a esa pobreza) no puede valer lo mismo que la que está basada en una capacidad plena de actuar.
También me parece que vale la pena mencionar un par de temas cercanos a mis áreas de investigación:
- Sobre desarrollo sostenible, le gusta más la definición de Solow que la de Brundtland, porque le parece más apropiado hablar de opciones abiertas (de capacidades, en el fondo) más que de necesidades. Yo creo que la definición de Solow sigue quedándose algo corta (fundamentalmente, y precisamente, en términos de justicia intrageneracional), pero aún así creo que el matiz de Sen es muy relevante.
- Y sobre pobreza, algo relevante para nuestros estudios sobre pobreza energética es el "conversion handicap", el hecho de que, para las familias más pobres, todo cuesta más. Y que por tanto, seguramente no baste con compensarles con más renta para lograr el confort energético, sino además ayudarles a transformar esta renta en confort de verdad. Es decir, que la pobreza no sólo es un problema de falta de renta, sino de falta de capacidad para convertir esta renta en bienestar.
Sin embargo, hay otros capítulos algo más flojos, en los que recurre más a lugares comunes o a conjeturas. Así me lo han parecido el de The practice of democracy, o el de Impartiality and Objectivity. También creo que, tras un arranque muy poderoso, llega al final algo disperso. Menos mal que el último capítulo recoge sus propuestas de forma más ordenada y ayuda mejor a concluir todo lo que se ha leído.
En todo caso, como decía creo que el libro vale mucho la pena. Lo dejo aquí con un mensaje muy actual:
The effect of sectarian demagoguery can be overcome only through the championing of broader values that go across divisive barriers.ADD: Aquí hay una reseña mucho más completa que la mía, por si alguien quiere ampliar.
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