We read about the failures that lead to victory. We don’t hear of the ones that end in defeat. They don’t fit our myths, our hero’s journeys. But that is how most of us mere mortals fail; without fanfare and without vindication. We try, fail, try again, fail again, grit our teeth, and move on. True vulnerability is admitting that you’ve failed, you’re still failing, and it hurts like hell. Being honest about this while you’re still in the thick of it is the real triumph. —Gideon LichfieldYo iría más allá: la verdadera honestidad está en reconocer que no todo está en nuestras manos, y que lo importante es saber jugar con las cartas que te han tocado. Y que la idea habitual de fracaso que manejamos es muy estrecha, porque no reconoce el esfuerzo que se pone en algo que finalmente puede ser que falle por culpa de la mala suerte. Igual que debemos reconocer nuestros errores, también debemos reconocer que a veces el resultado no está bajo nuestro control.
Por que sí, dicen que la suerte es para el que se la trabaja, y algo de razón tienen....pero yo soy un convencido de que la suerte es algo fundamental, y así lo he experimentado en mi vida. Mi vida personal y profesional son productos de la suerte, acompañada por supuesto de algo de esfuerzo, pero el elemento definitorio es el primero, no el segundo. Otro segundo golpe de suerte: en el mismo número de Quartz (y me sorprende que Lichfield no lo haya conectado) está este enlace a un estupendo artículo de Robert Frank donde nos habla del papel de la suerte en nuestras vidas, y de sus consecuencias. De nuevo, mi experiencia vital me hace estar casi totalmente de acuerdo con lo que cuenta Frank.
Reconocer que la suerte juega un papel importante (que como dice Frank es complicado) lleva a otra cuestión: a ser agradecido. Cuando uno reconoce que su buena situación se debe a la suerte tiene muchas más razones para dar gracias. Y el ser agradecido lleva a ser generoso: la gratuidad que uno experimenta hace que quiera trasladarla a los demás, incluyendo aquí el apoyar políticas redistributivas, de justicia social.
Nosotros en nuestra familia estamos intentando implantar una práctica que nos enseñó Bill Hogan. Para los que no le conozcan: profesor en Harvard, experto mundialmente reconocido en sector energético, y que disfruta de todas las comodidades que el mundo occidental puede ofrecer, incluyendo una casa estupenda en Cape Cod a la que nos invitó a pasar un fin de semana :). Y sin embargo, quizá porque sus orígenes no son esos, Bill, todas las noches, a la hora de la cena, practica con su familia algo estupendo: pensar en tres cosas buenas que te han pasado en el día y dar gracias por ellas. De hecho, curiosamente, hace unos meses leí en el NYTimes que esta práctica también tiene un efecto de vuelta (Frank también lo cita, seguramente a partir de las mismas investigaciones): a base de hacerlo repetidamente, nos vamos convirtiendo en personas más agradecidas, optimistas y generosas, mejores personas. Os lo recomiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario