viernes, 29 de mayo de 2020

El futuro de la universidad después del COVID-19

Cuando el otro día blogueé la charla organizada por la Cambridge Union en la que varios expertos iban a preguntarse si el COVID supondría el fin de la educación tradicional, David Ruyet contestó con un tweet deseando que sí, que ojalá sirviera para que mejorarla. Y es que, efectivamente, lo ideal sería convertir esta crisis en una oportunidad y aprovechar la experiencia para mejorar la educación actual en dos aspectos fundamentales: su calidad, y la igualdad de acceso.

Estos dos temas fueron repetidamente mencionados por los ponentes de la charla de Cambridge, aunque, curiosamente, el título ha cambiado y ha pasado a algo mucho más conservador: “qué supondrá el COVID para la educación”…

Respecto a la calidad, hubo dos puntos fundamentales, hasta cierto punto contradictorios pero quizá reconciliables (y que también se tratan en este artículo del FT):
  • Uno, defendido fundamentalmente por Alex Tabarrok: la educación online es mucho más barata, y no necesariamente peor en cuanto a calidad (a veces mejor). Tabarrok de hecho hace una analogía bastante buena con la música: dice que, salvo excepciones, la forma más sencilla de acceder a música de la mejor calidad es mediante grabaciones, no en directo. Y esta crisis ha demostrado que es posible utilizar la educación online mucho más, así que él espera una aceleración de este tipo de educación, reforzada además por el hecho de que es la única que permite en la práctica la educación a lo largo de la vida (lifelong learning), algo tan de moda en los últimos tiempos.
  • Y otro, como no podría ser de otra forma manifestado por Stephen Toope (rector de la U. de Cambridge), y apoyado por Shirley Tighman (rectora emérita de Princeton) sobre el valor que aporta una universidad en términos de experiencia para los alumnos: vivir junto con gente de todo tipo de origen social o geográfico, intercambiar ideas en los encuentros formales o informales que tienen lugar en el campus, y aprender junto con excelentes colegas. Esto, según ellos, no puede replicarse satisfactoriamente de forma online, y por eso tanto Toope como Tighman creen que las grandes universidades saldrán incluso reforzadas.
Yo creo que los dos puntos son correctos:

La educación online puede ser mejor que muchas otras alternativas (difícilmente peor que una clase de más de 40-50 alumnos en cuanto a transmisión de contenidos, y mejor en términos de coste, de facilidad de acceso, y quizá también de interacción entre los alumnos). De hecho, los mejores profesores ya utilizan los recursos online para complementar su enfoque pedagógico. Todo depende de cómo se haga, claro: un video pregrabado de un tostón de lección magistral de 45 minutos es mucho peor que una clase presencial por muy mala que sea. Pero una serie de videos cortos, con material adicional, con evaluación continua, con interacción entre los alumnos, es mucho mejor que muchas clases presenciales. Y, como bien señalaba Tabarrok, las economías de escala aquí son enormes: un gran profesor puede diseñar material excelente para que accedan a él millones de estudiantes.

Pero, por otra parte, está claro que el valor que aportan muchas universidades prestigiosas no es necesariamente la calidad de su docencia, sino su carácter exclusivo, la creación de un entorno en el que los “mejores” están con gente como ellos, y tienen acceso cercano a buenos profesores. Por eso por ejemplo no creo que nadie vaya a echar de menos en Cambridge las clases presenciales el curso que viene. Porque mantienen todo su sistema de tutoría personalizada, seminarios, y sus colleges, etc., que es lo que realmente da valor a la experiencia universitaria allí. Aunque Tabarrok defiende que también se pueden crear estas comunidades de modo virtual, sinceramente creo que no es lo mismo.

Y creo que, como señalaban varios de los ponentes, esta resolución del conflicto entre presencialidad y acceso online seguramente será distinta según el público objetivo. Como señalaba David Willetts (ex-ministro de Universidades en UK y una figura muy respetada en este ámbito), la única forma para muchos estudiantes (sobre todo en países en desarrollo, pero no sólo en ellos) de acceder a una educación universitaria de calidad a un coste asequible es por la vía online, no replicando Cambridge o Princeton (entre otras cosas porque al hacerlas masivas pierden parte de sus características esenciales, como la exclusividad).

Toope planteaba esto como un beneficio de la crisis: él cree que la demostración de que la enseñanza online es factible será un elemento disruptivo en el sentido de que aumentará la diversidad de las universidades, creando distintas fórmulas adaptadas a las necesidades de los estudiantes. Pero esto, que es cierto, nos lleva directamente al segundo tema, la igualdad de acceso.

Todos los ponentes coincidieron en señalar que esta crisis ha servido para manifestar claramente las desigualdades en el acceso a la educación: los estudiantes sin acceso a medios informáticos suficientes o espacios para estudiar o trabajar en sus casas (aquí algunos números de educación primaria y secundaria, no universitaria) están claramente quedándose atrás respecto a los más afortunados. Y por tanto, no está claro que se puedan beneficiar de todas las ventajas que podría ofrecer la educación online. Por otra parte, si esta crisis lo que supone es que las universidades más exclusivas sobrevivirán, pero no las que menos recursos tienen, lo que deja esto es un escenario muy duro para los menos afortunados; sin posibilidad de beneficiarse de la educación online, sin posibilidad de asistir a una universidad al alcance de sus posibilidades. Claramente esto requiere pensar cómo llenar ese hueco.

Porque, si las universidades como Cambridge deciden explotar realmente sus capacidades online (prescindiendo de las clases de gran tamaño), las universidades medianas pueden pasarlo muy mal. Aquí señalaba correctamente Willetts que los cursos online, al contrario que otros mercados digitalizados, tienen un componente altísimo de branding, algo que nunca he entendido muy bien: Harvard, Stanford o MIT se caracterizan por tener fantásticos alumnos y grandes investigadores, pero no necesariamente grandes docentes (los incentivos no llevan a eso). Así que, ¿qué aporta realmente Harvard cuando la enseñanza es online? Sólo el sello, y como digo no entiendo por qué los empleadores valoran esto sabiendo que la calidad no es necesariamente mejor. Pero, aunque yo no lo entienda bien, así es.

Y por lo tanto la gran pregunta es qué pueden aportar las universidades medianas frente a la competencia de las prestigiosas. Porque la lección tradicional no vale, no es mejor que online. Tendrán que distinguirse por la calidad de su docencia (que como hemos visto, si se hace bien, puede ser mejor que online)…y que el mercado lo reconozca, algo que no es sencillo. ¿Es mejor, para un estudiante sin recursos, apuntarse a su universidad local, mediana, o mejor seguir un curso de MIT o Cambridge? Si la calidad es equivalente o mejor, el mercado lo reconoce, y además no hay ningún beneficio en términos de estar en contacto con otros estudiantes, ¿qué sentido tiene?

Creo que su única esperanza es que, realmente, las universidades punteras decidan, a pesar de los posibles beneficios, no apostar por la enseñanza online. Como decía Tighman, las universidades llevan ya siglos con nosotros, sin haber cambiado dramáticamente en todo este tiempo su manera de enseñar. Es cierto que ahora la crisis coincide con un desarrollo tecnológico, y que puede ser su gran impulsor…pero también es cierto que las universidades, sobre todo las más prestigiosas, tienen mucha inercia y resistencia al cambio, precisamente porque lo que venden es el valor de la tradición…

Otra posibilidad, claro, es que lleguen a estas universidades medianas sólo los estudiantes que no tienen buen acceso online. Pero quizá esos no sean suficientes para rentabilizar la universidad, así que seguramente las administraciones tengan que apoyarlas más que ahora para asegurar que están ahí como opción para estos estudiantes.

En cualquier caso, una conclusión que yo saco, de esta charla y de mis propias reflexiones, es que esta crisis es una oportunidad excelente para que todas las universidades aprovechen las ventajas que brinda la educación online, con materiales de Stanford o similar, o de la propia universidad. Ahora que las universidades españolas se están planteando cómo volver en Septiembre, ¿no tendría sentido que los estudiantes no tengan que tragarse tantas horas de chapa infumable de alguien en la tarima, sino que puedan trabajar más por su cuenta, basándose en los materiales disponibles, y que las horas de contacto con el profesor se aprovechen mejor para tutoría y resolver problemas? Esto permitiría la vuelta en grupos más pequeños, porque estarían menos horas en las aulas, pero horas con más calidad. Ni siquiera requerirían más profesores, pero sí más recursos (para que el soporte online sea de calidad), como bien señalaba Mario en sus comentarios a esta entrada anterior. El riesgo, por supuesto, es como decía antes para los estudiantes que no tengan acceso a recursos informáticos o de espacio, y que necesitarán más apoyo.

Muchas preguntas interesantes, e importantes para las universidades que no son ni Cambridge ni Stanford.

NOTA: Por supuesto, lo que digo de estudiantes y profesores se puede extender también al PAS: esta crisis ha demostrado que teletrabajar es posible, y que no es menos productivo que la presencialidad (aunque sea anecdótico, en algunos casos hay incluso más productividad y organización, con menos tiempo perdido comentando el partido del domingo o la actuación de los políticos). Por supuesto, hace falta confianza...pero esa es la clave de una fuerza de trabajo motivada y eficaz...

ADD: The Economist también ve la oportunidad en la crisis.

jueves, 28 de mayo de 2020

La reducción en las emisiones de CO2 por el COVID

Acaba de salir este paper en Nature Climate Change que estima la reducción global en las emisiones de CO2 por culpa del COVID-19. Evidentemente, muy aproximado, y además usando series diarias (que me parecen muy volátiles) y extrapolando de país a país. Pero es lo que hay.

Government policies during the COVID-19 pandemic have drastically altered patterns of energy demand around the world. Many international borders were closed and populations were confined to their homes, which reduced transport and changed consumption patterns. Here we compile government policies and activity data to estimate the decrease in CO2 emissions during forced confinements. Daily global CO2 emissions decreased by –17% (–11 to –25% for ±1σ) by early April 2020 compared with the mean 2019 levels, just under half from changes in surface transport. At their peak, emissions in individual countries decreased by –26% on average. The impact on 2020 annual emissions depends on the duration of the confinement, with a low estimate of –4% (–2 to –7%) if prepandemic conditions return by mid-June, and a high estimate of –7% (–3 to –13%) if some restrictions remain worldwide until the end of 2020. Government actions and economic incentives postcrisis will likely influence the global CO2 emissions path for decades.

miércoles, 27 de mayo de 2020

The Bit Player: la invención de la teoría de la información.

Una peli-documental basada en la vida de Claude Shannon, el inventor de la teoría de la información. Me ha gustado mucho, y me ha servido para aprender cosas que no sabía. Muy recomendable. Aquí tenéis el resumen de Gregorio López, compañero de ICAI:

Claude E. Shannon está considerado como el Padre de la Teoría de la Información. En su mítico artículo “A mathematical theory of communications”, publicado en Bell System Technical Journal en 1948, definió cómo medir la información que genera una fuente de información y estableció los límites teóricos para la compresión de una fuente de información (1er Teorema de Shannon o Teorema de Codificación de Fuentes) y para la transmisión de información libre de errores a través de un canal de comunicaciones (2º Teorema de Shannon, Teorema de Shannon-Hartley o Teorema de Codificación de Canal). Sin embargo, no dijo cómo alcanzar dichos límites, por lo que el artículo dio lugar a una apasionante carrera científica para alcanzar dichos límites en el área de las telecomunicaciones, influyendo e impulsando además la investigación en muchas otras áreas. 

Shannon también hizo contribuciones relevantes a otras áreas como, por ejemplo, el análisis de circuitos o la criptografía (o el procesamiento digital de señal, compartiendo el Teorema de Muestreo con su colega en los Bell Labs Harry Nyquist), además de ser todo un personaje, inventor de innumerables artilugios y apasionado de los malabares.

Esta película documental, que cuenta con la colaboración de la IEEE Information Theory Society, explica, de manera rigurosa y entretenida, el significado, las aplicaciones y el impacto de las contribuciones de Shannon y nos permite conocer mejor cómo era uno de los grandes genios de la Historia de la Humanidad.
Lo único malo es que no sé dónde se puede ver...he buscado en Netflix, etc., y nada...

Actualización: Acaban de sacar The Bit Player en Amazon Prime, acabo de enterarme gracias a Cal Newport que también hace su glosa de Shannon.

martes, 26 de mayo de 2020

El valor de los offsets climáticos, según The Economist

David Robinson comparte este artículo de The Economist en el que se defienden los offsets: los consideran imprescindibles para alcanzar la neutralidad climática y dicen que la tecnología permite validarlos bien. Además, correctamente, plantean que, si vamos a la neutralidad global, los offsets sólo tienen sentido si suponen reducciones negativas (captura de CO2).

Pero yo no estoy demasiado de acuerdo con todo esto. Voy por partes.

Sí estoy de acuerdo, por supuesto, con la teoría de que los offsets (reducir emisiones allí donde es más barato, aunque sea fuera del sistema regulado) son en principio una idea correcta. Y es cierto que, si por ejemplo Europa quiere alcanzar la neutralidad climática a costes razonables, debería considerar la posibilidad de usar offsets.

Pero:

- Yo no veo tan sencillo como dice Ben Caldecott su implantación efectiva: el argumento es muy similar al que hice respecto al Art. 6 del Acuerdo de París: es muy difícil demostrar la adicionalidad, y por tanto, evitar que se esté intercambiando dinero para nada. Las experiencias pasadas no ayudan en absoluto.
- En este sentido, la captura directa sí podría ser un buen candidato y elimina algunos problemas respecto a la reforestación: como no es competitiva, si se usa sí será adicional. Pero lo que no tiene sentido en este caso es que la captura directa sea un offset: ni es una oportunidad más barata, ni hace falta que no esté dentro del sistema regulado ni en otro país.
- Finalmente, ni siquiera veo apropiada la comparación con las indulgencias si se interpreta como pagar por pecar. Eso de hecho aplicaría igual a cualquier mercado de emisiones o impuesto ambiental, al "polluter pays". Pero, como ya he escrito alguna vez, este pagar por contaminar es bueno porque ayuda a reducir la contaminación (que es lo que queremos). Para realmente ser comparable con las indulgencias habría que pagar por contaminar, pero sin que eso ayude a reducir emisiones, es decir, sin que haya incentivo a cambiar de comportamiento. Es decir, un offset mal controlado, que no reduzca emisiones. Esto sí sería como una indulgencia, porque igual que ellas, sólo serviría para que gane dinero el intermediario :)

lunes, 25 de mayo de 2020

Formas de predecir la evolución tecnológica

Unas reflexiones muy interesantes de Benedict Evans. Según él, la clave para predecir si algo evolucionará o no es si hay un camino razonable para ello (o más bien, la ausencia de él). Y hacer preguntas útiles.

viernes, 22 de mayo de 2020

El Financial Times también defiende la recuperación verde.

Bastante sensato (quizá porque dice cosas muy parecidas a las mías :)

Y como bien dice Álvaro en los comentarios, justo el día en que tenía programado esto, The Economist también defiende lo mismo, en particular la oportunidad para aplicar impuestos a los fósiles, y en la necesidad de cambiar radicalmente el sector energético

jueves, 21 de mayo de 2020

Supondrá el COVID el fin de la educación tradicional?

Entiendo que hasta que se encuentre la vacuna...o a lo mejor hay cosas que permanecen, si nos damos cuenta de que son mejores que lo que hacíamos antes...

En todo caso, esta charla tiene muy buena pinta (comienza realmente en el minuto 9:33) y los ponentes son excepcionales:

Will a move towards digital, decentralised teaching transform a model that once seemed so entrenched? Will the loss of exams become permanent for many? In an online panel with the Cambridge Union, four world-renowned figures share their perspective on what the future holds for education in the wake of the coronavirus pandemic.
Speakers:
Justine Greening served as Secretary of State for Education under Theresa May, following stints at International Development and Transport. Having left Parliament, Greening now chairs the Social Mobility Pledge.
Stephen Toope is Vice-Chancellor of the University of Cambridge. He previously held the same position at the University of British Columbia, and is perhaps best known for his regular emails to the Cambridge student body.
Alex Tabarrok is a Professor of Economics at George Mason University. Together with Tyler Cowen, he is best known as the co-founder of Marginal Revolution University, a free online platform for studying economics.
Shirley M. Tilghman was the nineteenth President of Princeton University, serving for twelve years until 2013. She is globally recognised for her scholarship in molecular biology.
Lord David Willetts, former Minister of State for Universities and Science under David Cameron in the UK.

martes, 19 de mayo de 2020

Emisiones de ciclo de vida de los vehículos ligeros

Un nuevo estudio de Transport&Environment, que incluye una calculadora online, muestra el ahorro de emisiones de CO2 que puede suponer un vehículo eléctrico frente a uno convencional, en distintos países de Europa. Su conclusión es que en todos los casos el vehículo eléctrico emite menos, a pesar de que la fabricación de la batería supone más emisiones en la fabricación del eléctrico que del convencional.

Esto puede tener interés para los que siguen empeñados en demostrar que el eléctrico emite más...pero no sé cuánto quedarán de esos, la verdad. A mí, en cambio, los resultados me dejan preocupado:

- Primero, porque dan por hecho que los vehículos convencionales no van a mejorar sus emisiones de aquí a 2030: por ejemplo, siguen atribuyendo al diesel 213 gCO2/km en 2030. Con esas emisiones será imposible cumplir con la normativa europea sobre emisiones de coches nuevos (que requiere aprox. 60), porque incluso aunque supongamos que los eléctricos no emiten (algo que no es cierto, según nos demuestran), habría que vender un 70-80% de vehículos eléctricos para entonces, algo que no encaja bien con las cifras de penetración (que no creo que se puedan considerar pesimistas) de Bloomberg.
- Segundo, porque si realmente el ahorro de emisiones que conseguimos no es del 100%, sino más bien del 65% (por poner el caso español), las ventajas en términos de emisiones de una penetración masiva de eléctricos no van a ser tan importantes salvo que consigamos también descarbonizar la producción de baterías (trayéndolas a una Europa con electricidad libre de emisiones), y más difícil, descarbonizar la producción de vehículos...

Por supuesto, los beneficios del vehículo eléctrico son claros en términos de descarbonización, y a largo plazo además su competitividad económica solucionará muchos problemas...pero en la transición esto supone que el coste de cada tonelada de CO2 evitada por el vehículo eléctrico es mayor que la que suponíamos (y por tanto que puede haber otras medidas más interesantes para descarbonizar a medio plazo).

lunes, 18 de mayo de 2020

El efecto ambiental de los aranceles comerciales

Siempre digo que las políticas climáticas deben estar muy bien coordinadas con las políticas comerciales...o, de otra forma, que las políticas comerciales determinan en gran medida las acciones climáticas. Mi argumento para ello es que, si hay mucho riesgo de deslocalización, las políticas climáticas regionales sirven para poco; y que las políticas climáticas no coordinadas generan muchos riesgos de deslocalización. En cambio, si las regiones (p.ej., China y Europa) acuerdan de manera conjunta (es decir, teniendo en cuenta los impactos de la una en la otra) las políticas climáticas y comerciales, todo puede ser mucho más sencillo.

Pero de lo que no era consciente, la verdad, es que las actuales políticas comerciales fueran tan perniciosas para el clima. Joseph Shapiro lo explica aquí muy bien: como los aranceles suelen ser más bajos para los materiales básicos que para los productos elaborados, estamos primando la deslocalización justo en aquellos materiales más intensivos en emisiones. Es decir, que en lugar de un "border carbon adjustment", ahora mismo tenemos justo un "border carbon subsidy".  Shapiro defiende, basado en los resultados de su modelo, que si equiparáramos los aranceles (tanto al nivel más bajo como al más alto) lograríamos reducir las emisiones globales.

Tengo claro que si subiéramos los aranceles seguramente reduciríamos las emisiones...pero no tengo claro cómo conseguir ese efecto bajándolos. Quizá se deba al reparto de la actividad entre países más regulados...porque por otra parte, mi intuición es que si bajamos los aranceles, aumentaremos la globalización (y las emisiones del transporte), la demanda de todos los productos, y por tanto también las de los materiales intensivos... Habrá que leerse el paper en más detalle.

Pero, en todo caso, esto no soluciona la cuestión de cómo dar una señal efectiva a la descarbonización de la industria: para eso sigue haciendo falta un ajuste en frontera o un impuesto al consumo, equivalente en muchas cosas y más fácil quizá de implantar, que permita discriminar no entre materiales intensivos o productos elaborados, sino entre distintas tecnologías para fabricar ambos.

jueves, 14 de mayo de 2020

Compra pública innovadora

Uno de los instrumentos que planteamos en el documento de descarbonización de la industria Building Blocks es la compra pública verde, que además se puede combinar con otros instrumentos (como los contratos para el precio del CO2, los clústeres industriales, etc.). También el otro día mencionaba la compra pública verde como una de las posibles palancas para utilizar los fondos de recuperación en la industria. Bueno, pues justo hoy acaba de salir un nuevo número de Economía Industrial justo sobre compra pública, que incluye un artículo de Varela y Moñux sobre compra pública innovadora en el que repasan la experiencia española y tratan de sacar algunas lecciones de interés. Recomendable lectura.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Medidas para la recuperación: una valoración de expertos

Posteriormente a mi entrada de hace unos días, Cameron Hepburn et al han publicado esta encuesta entre expertos en la que se valoran distintas respuestas a la crisis desde el punto de vista de la rapidez de su implantación, el impacto climático, y su multiplicador económico.

Entre las medidas más valoradas: la investigación en tecnologías limpias o la inversión en energía limpia tienen efectos muy positivos en el clima, pero un multiplicador económico medio (además de ser relativamente lentas). Otras inversiones no necesariamente energético-ambientales, como la inversión en sanidad o en educación, presentan retornos en términos de multiplicador mayores, sin ser perjudiciales para el clima. Otras, como las inversiones en conectividad, también son buenas, en parte porque pueden ayudar a reducir impactos ambientales (por ejemplo con teletrabajo, aunque eso habrá que verlo). Los cheques para familias y empresas mediantes son los que presentan una mayor multiplicador, aunque con un impacto potencialmente algo negativo para el clima.

En cambio, hay otras medidas claramente indeseables, según los expertos: el rescate de las compañías aéreas, el apoyo a las grandes empresas, o incluso los rescates a instituciones educativas o sanitarias, no están muy bien valoradas.  Y la rehabilitación de edificios? Pues mucho beneficio climático, pero no un buen mutiplicador (aunque, curiosamente, luego es una de las que los autores priorizan).

Una conclusión que yo saco es que puede ser bueno combinarlas: si damos dinero a las familias y empresas, estimulando así la economía, pero a la vez tratamos, mediante inversiones en renovables e impuestos a los fósiles, que la recuperación no sea perjudicial para el medio ambiente, puede ser que estemos consiguiendo un compromiso aceptable. Otra, por supuesto, es que esto seguramente dependerá de la estructura de cada país, y de su fuerza de trabajo. Por eso me parece tan importante hacer este ejercicio a nivel nacional, tratando de convertir estas intuiciones en estimaciones más basadas en la evidencia.

martes, 12 de mayo de 2020

Reflexiones de Cowen sobre el COVID y el modelo universitario

Muy específicas del modelo universitario estadounidense, tan distinto del nuestro, pero aún así muy interesantes. Y al final, algunas de sus propuestas sí son relevantes para todas las universidades, porque afectan a la internacionalización, al componente online de la educación, y a la competencia global.

lunes, 11 de mayo de 2020

Proyectos industriales para la recuperación verde

¿Dónde invertir los potenciales fondos de recuperación que lleguen a España, cuando esto empiece a arreglarse? El otro día decía que no necesariamente tendrá que ser todo renovables o vehículos eléctricos, como les gustaría a algunos: dependerá de cuánto empleo, ahora y en el futuro, seremos capaces de crear con estas inversiones. De dónde está la cadena de valor de cada producto o proceso, de cómo de competitivos podemos ser en el futuro (para que cuando se acaben las ayudas públicas no se acabe también el empleo)...Y siempre, por supuesto, compatible con la descarbonización.

¿Cómo aplicar esto a la industria?¿Hay oportunidades para invertir en proyectos industriales con estos fondos? Los proyectos industriales en los que se podrían emplear los fondos de recuperación deberían cumplir simultáneamente una serie de características:

- Ser compatibles con la estrategia de descarbonización a largo plazo
- Ser capaces de generar empleo y actividad económica a nivel nacional (es decir, que su cadena de valor esté situada en el territorio nacional) a corto plazo
- Formar parte de un sector con potencial de futuro, en el que España pueda ser competitiva de forma sostenible
- Ser adicionales: es decir, que no sustituyan inversiones privadas que se iban a realizar en cualquier caso
- Y estar listos para recibir la inversión y empezar a producir (shovel-ready)

La selección de estos proyectos requeriría de un estudio cuidadoso de carácter estratégico, que identificara los sectores con mayor potencial de creación de empleo...que no creo que esté hecho. Pero, en cualquier caso: un proyecto piloto que pruebe una nueva tecnología de producción, aunque pueda ser muy interesante de cara a la descarbonización, no necesariamente generará empleo en un volumen significativo, salvo que vaya asociado a una demanda de ese producto que sí genere ese empleo. Las inversiones en infraestructuras pueden generar mucho empleo, adaptado a las características de la economía española, pero pueden no ser compatibles con la descarbonización si no van dirigidas al cambio modal.

Por tanto, quizá pueda tener sentido buscar combinaciones de estos atributos, como por ejemplo:

- Proyectos de inversión en infraestructuras ferroviarias que faciliten el cambio modal, asociados a compra pública verde (hormigón bajo en carbono, acero bajo en carbono), que a su vez puede servir para promover un proyecto piloto de fabricación de estos materiales.
- La compra pública verde también podría asociarse a un proyecto de adaptación (defensas costeras o gestión de agua)
- Electrificación del transporte público (o de flotas públicas), bien mediante baterías o mediante pilas de combustible. Siempre que los vehículos anteriores estén al menos cercanos a su fecha de renovación, y que los nuevos vehículos se fabriquen en España.
- Inversión en proyectos de demostración de la cadena de hidrógeno verde. Pueden situarse en zonas de elevada demanda potencial (clústeres industriales como en Asturias), e incluir también la red de distribución local de hidrógeno.
- Inversión en cadenas de reciclaje de plástico, o de fabricación de bioplásticos en la industria petroquímica.

Los fondos también podrían usarse para movilizar inversión privada: por ejemplo, garantizando el precio de CO2 a futuro, mediante contratos por diferencias de carbono, si la empresa se compromete a realizar inversiones de reconversión (por ejemplo, en el sector siderúrgico o la petroquímica). Esta garantía puede reducir el coste de la financiación de la inversión, no sólo de la privada sino también de la pública.

En todo caso, como decía el otro día, este ejercicio no debería realizarse de forma sectorial, sino integrada en el conjunto de la economía española. Veremos en qué termina.

viernes, 8 de mayo de 2020

Un buen resumen de las estrategias de descarbonización de la industria

Para los que llevamos en esto tiempo, no cuenta nada nuevo. Pero para los que no, es un buen resumen de la tecnología para descarbonizar los principales sectores industriales (aunque ni mucho menos llega al detalle del paper de Timo).
Fully decarbonizing global industry is essential to achieving climate stabilization, and reaching net zero greenhouse gas emissions by 2050–2070 is necessary to limit global warming to 2 °C. This paper assembles and evaluates technical and policy interventions, both on the supply side and on the demand side. It identifies measures that, employed together, can achieve net zero industrial emissions in the required timeframe. Key supply-side technologies include energy efficiency (especially at the system level), carbon capture, electrification, and zero-carbon hydrogen as a heat source and chemical feedstock. There are also promising technologies specific to each of the three top-emitting industries: cement, iron and steel, and chemicals and plastics. These include cement admixtures and alternative chemistries, several technological routes for zero-carbon steelmaking, and novel chemical catalysts and separation technologies. Crucial demand-side approaches include material-efficient design, reductions in material waste, substituting low-carbon for high-carbon materials, and circular economy interventions (such as improving product longevity, reusability, ease of refurbishment, and recyclability). Strategic, well-designed policy can accelerate innovation and provide incentives for technology deployment. High-value policies include carbon pricing with border adjustments or other price signals; robust government support for research, development, and deployment; and energy efficiency or emissions standards. These core policies should be supported by labeling and government procurement of low-carbon products, data collection and disclosure requirements, and recycling incentives. In implementing these policies, care must be taken to ensure a just transition for displaced workers and affected communities. Similarly, decarbonization must complement the human and economic development of low- and middle-income countries. 
En la parte de políticas se queda más corto, con una aproximación mucho más simple que la propuesta por nuestra Climate Friendly Materials Platform: no considera ni contratos por diferencias de carbono, ni impuestos al consumo...

Eso sí: lo que no entiendo es cómo esto se ha considerado un artículo científico. Es más bien un review, o un artículo de opinión.

jueves, 7 de mayo de 2020

Predicciones sobre el mercado del motor en 2030

Un video muy interesante que me manda Checa. Las reflexiones me han parecido muy sensatas en general...alguna quizá discutible, claro, como el pico de fabricación (que para mí no está tan claro), o el papel del motor de hidrógeno...Pero en todo caso hace pensar.

ADD: Se puede complementar con esta encuesta que también me manda Checa, promovida por Fuels Europe.

martes, 5 de mayo de 2020

Políticas de apoyo a los gases renovables en Europa

Una discusión interesante acerca de si es más conveniente establecer cuotas de producción, o de uso sectorial, para estimular el uso de los gases renovables en Europa.

Lo cierto es que cada una de las opciones logra fines distintos. La situación es muy distinta a la de las cuotas para renovables, con la que quieren compararse los que defienden la cuota a la producción. Las renovables, por la naturaleza del sistema eléctrico, se producen y consumen en Europa, todo queda en casa. El gas, en cambio, se produce y usa en un marco mucho más global (como los biocombustibles), lo que puede dar lugar a consecuencias más difíciles de evaluar. Además, y como indica el representante de la CE, el uso de gases renovables será seguramente mucho más concentrado y asociado a sectores particulares.

En todo caso, creo que la pregunta relevante es si hace falta o no desarrollar estas tecnologías, y en su caso, cómo. Porque si ya estuvieran disponibles, entonces el precio del CO2 sería política suficiente. Si todavía deben avanzar más en su desarrollo tecnológico, entonces sí puede ser interesante crear mercados para ellas...a la vez que se puede utilizar como una oportunidad de desarrollo industrial.

lunes, 4 de mayo de 2020

Exámenes universitarios en tiempos de COVID-19

¿Hay que examinar a los estudiantes, dar aprobados generales, o aptos no computables? Es un debate muy interesante el que está teniendo lugar estos días, tanto en los medios, como dentro de las propias universidades. En la mía lo tenemos bastante claro (dentro de los márgenes de confianza apropiados): creemos que sí hay que evaluar, y que es posible hacerlo con las condiciones apropiadas. Pero Javier Ferri, un hombre que me parece muy sensato, opina que no. Sus argumentos (con los que ya adelanto que no estoy de acuerdo del todo):
  • Que no se puede garantizar la autoría intelectual del trabajo evaluado (en parte porque la mayoría de las universidades no cuentan con medios para ello);
  • Y que esto incentivará a los estudiantes a utilizar esta ventaja en su favor, lo que además favorece a los menos trabajadores.
  • Concluye poniendo como ejemplo a la UNED, que a pesar de ser universidad a distancia, realiza sus exámenes de forma presencial.
Aquí están mis respuestas a sus argumentos, centradas exclusivamente en los exámenes. Por supuesto (y las menciono abajo), una de las respuestas es precisamente dar menos peso a los exámenes tradicionales.
  • Parto de la base de que, salvo en un examen oral, es muy difícil, también en un examen presencial, garantizar la autoría intelectual del alumno: chuletas, suplantación de identidad (falsificaciones de DNI o de la tarjeta de alumno, o directamente perfiles fisionómicos parecidos), medios electrónicos...los alumnos que quieren engañar llevan muchos años perfeccionando sus técnicas, y yo soy el primero en reconocer que puede ser que alguno de mis alumnos copie en mis exámenes. Lo de copiar los trabajos tampoco es algo extraño. Así que lo primero es reconocer que el benchmark actual no es perfecto ni mucho menos, y a pesar de eso seguimos evaluando.
  • ¿Es posible evaluar a distancia aproximándonos lo más posible a ese benchmark imperfecto? Yo creo que sí:
    • Por supuesto, una opción es hacer un examen oral online. Perfectamente equiparable al presencial en términos de garantías. Mucho más engorroso para el profesor si tiene muchísimos alumnos...pero perfectamente factible, y de hecho, permite una evaluación de mucha mayor calidad. Un profesor experimentado, además, sabe bien lo que tiene que preguntar para saber de verdad si un alumno ha asimilado los conceptos o no, así que el examen no tiene que ser particularmente largo. En el caso de los estudios más prácticos, como la ingeniería, el examen oral puede hacerse a partir de un ejercicio o trabajo enviado previamente.
    • Si no estamos dispuestos a dedicar este tiempo, algo que como digo puede ser entendible en el caso de tener muchos alumnos, podemos recurrir a otras estrategias:
      • Las herramientas informáticas de proctoring permiten limitar las oportunidades del alumno de engañar, y se pueden utilizar tanto para responder exámenes tipo test (como los de la UNED, por otra parte) como para resolver problemas en hojas de cálculo. Estas herramientas no son caras, y de hecho muchas universidades cuentan con ellas ya (y si no, no sé a qué esperan). El verdadero coste aquí es el del servidor de datos...pero de nuevo, tampoco es insalvable.
      • Otra opción, más apropiada además en asignaturas como las de programación, pero también válida para otras o cuando no hay proctoring, es grabar la pantalla del alumno mientras realiza el examen. De nuevo, las herramientas para esto son sencillas y asequibles.
      • Lo que es complicado con estas herramientas es garantizar que los alumnos no se comunican entre ellos por sus móviles, o con gente en la misma sala. Pero para eso podemos mantener videoconferencias con sus móviles y grabarlas, asegurándonos así que, una vez bloqueadas las comunicaciones en el ordenador, tampoco hacen nada extraño mientras rellenan su examen. Esto es viable hasta unos 50 alumnos por profesor...algo tampoco descabellado repartiendo el trabajo de vigilancia, igual que hacemos en los presenciales. Además, la videoconferencia permite comprobar la identidad real del alumno.
      • ¿Y el miedo de que, incluso si les estamos vigilando, usen materiales escondidos? Los exámenes con libros abiertos, tan temidos por los alumnos (porque en lugar de memorizar les exigen entender de verdad los conceptos) también minimizan las oportunidades de copiar de esta forma. De hecho, no sé por qué no los utilizamos mucho más...supongo que porque exige más esfuerzo por parte del profesor, para poner un examen verdaderamente exigente en estas circunstancias.
Sinceramente, el argumento de la UNED no me vale: la UNED hace exámenes presenciales porque es más cómodo y barato, porque es lo que se ha hecho siempre, no porque no pueda hacerlos de otra forma. Más aún con su metodología de exámenes, tipo test. Cualquiera que haya hecho exámenes de la UNED (yo mismo) sabe que suplantar la identidad no es complicado, y que la calidad de la evaluación tipo test es cuando menos mejorable.

De hecho, creo que todo esto puede ser una oportunidad de replantear la metodología de exámenes: porque hay que reconocer que, con las evaluaciones que usamos muchos, no somos capaces de determinar bien lo que sabe el alumno, y, como decía antes, tampoco garantizan que no se copie. Los exámenes de la UNED, de nuevo, son un buen (o mal) ejemplo: es muy difícil evaluar bien materias prácticas con un examen tipo test. Es imposible saber si el alumno sabía perfectamente resolver el problema pero se ha equivocado en una operación estúpida. Pero claro, el tipo test es mucho más fácil de corregir cuando hay muchos alumnos y pocos profesores. ¿Seguro que no hay mejores formas de hacerlo? Por ejemplo, pagando a alumnos de nivel superior para que ayuden en la corrección (lo que hacen en USA)...Aunque yo siempre he pensado que, aunque corregir exámenes sea una de las tareas más pesadas de la docencia, no renunciaría a ella, porque la corrección me ayuda a entender qué es lo que están aprendiendo los alumnos, y por tanto, si tengo que corregir mi forma de enseñar. Como nos contó magistralmente uno de mis profesores de Agrónomos, Luis Ambrosio: la culpa de un suspenso no es 100% del alumno, también es del profesor que no ha sido capaz de enseñarle/motivarle.

Más ideas sobre las que sería conveniente reflexionar para implantar en estas circunstancias: códigos de honor para los estudiantes (en los que se comprometen a perder su titulación si, incluso a posteriori, se descubre que han engañado); exámenes finales en los que, de nuevo a libro abierto, se evalúan las competencias con las que salen de la universidad (para evitar ese comportamiento tan habitual de aprenderse las cosas y luego olvidarlas rápidamente); más variedad de pruebas de evaluación; más evaluación continua (más fácil de hacer cara a cara).

Por todo lo anterior: mi conclusión es que no evaluar no es la opción más adecuada. Debemos utilizar todas las herramientas disponibles para evaluar a los alumnos, incluso en estas circunstancias. Porque, como siempre decía mi amigo Javier Rubio, lo que no se evalúa se devalúa. Esto que pide Ferri, de que los alumnos, a pesar de que no se les evalúe, sigan aprovechando el tiempo, porque esto será bueno para ellos en el futuro, me parece un poco ingenuo. ¿Por qué esperar que los alumnos respondan así, y en cambio no confiamos en ellos para hacer exámenes a distancia?

Dicho todo esto, la propuesta de Ferri (o los aptos no computables en general) es bastante más sensata que el aprobado general, porque al fin y al cabo lo que propone es que la nota media sólo se calcule con las asignaturas evaluadas presencialmente, lo que permite mantener las diferencias entre los alumnos, mientras que el aprobado general homogeneiza más. Salvo, claro, que justo este curso toque una de esas asignaturas verdaderamente discriminatorias, como la resistencia de materiales, termodinámica, hidráulica, etc., en ingeniería, o la econometría en empresariales o económicas. Entonces estamos renunciando a discriminar a los alumnos por su rendimiento, y por tanto beneficiando a los que no lo merecen.

Finalmente: es cierto que algunos estudiantes pueden tener limitaciones de medios informáticos, que están en la base de todo esto. Pero de nuevo, para estas excepciones, el examen oral via smartphone (todavía no he conocido a ningún chaval, con más o menos recursos, que no lo tenga) es una opción perfectamente viable.

No sé si Mario o algún otro profesor de ICAI leerá esto, pero me encantaría tener su opinión en los comentarios, para enriquecer el debate. La verdad es que los debates que hemos tenido en los claustros de ICAI han sido extraordinariamente interesantes en este sentido.

ADD: Al día siguiente de publicar esto ha aparecido en Vox un análisis muy relacionado (y en cierta medida coincidente), con reflexiones de interés sobre la necesidad de cambiar la manera de evaluar. Y en NYTimes cuentan las preocupaciones de algunos alumnos respecto a la invasión de la privacidad que puede suponer el software de vigilancia (de nuevo, ¿es esto tan distinto conceptualmente de cuando hacen un examen presencial?)