La semana pasada
presentamos el Observatorio
anual de la Cátedra
BP de Energía y Sostenibilidad. Resumo un poco más
abajo los elementos principales, tomados de la nota de prensa que preparamos,
aunque un poco ampliada. Como todos los años, también hemos preparado los diagramas Sankey
interactivos con los que podéis jugar y analizar en detalle los flujos de
la energía en España.
El resumen:
- El consumo de energía final en España vuelve
a aumentar, aunque en menor medida que la actividad económica. La
intensidad energética mejora pues, aunque mucho menos que en nuestro
entorno.
- Aumentan las emisiones de CO2, la
dependencia exterior, y algunos precios energéticos domésticos.
- Bajan las emisiones de otros contaminantes y
la factura energética.
- Vuelve a aumentar el uso del carbón, que se
compensa en parte con un buen año hidráulico y el aumento de las
renovables.
- La demanda de transporte vuelve a subir y
continúa siendo el principal sector en términos de consumo de energía y
emisiones de CO2.
El Informe 2015 del Observatorio de Energía y Sostenibilidad en España
señala que en 2014 el sector energético español consumió 6,03 exajulios
(EJ) de energía primaria y emitió 270
millones de toneladas (Mt) de CO2, generando un valor añadido (sin
descontar los costes externos) de 35.300 millones de euros (correspondiente a
un 3,4% del PIB).
La Cátedra BP concluye que el año 2014 el sistema energético español ha
mostrado un retroceso, desde la perspectiva de la sostenibilidad energética,
respecto a lo observado en el año 2013. Por un lado, han aumentado las
emisiones de CO2, la demanda de energía primaria y final, y ha
crecido la dependencia energética del exterior. En cambio, se ha mejorado en lo
relativo a la intensidad energética (aunque menos que en Europa) y de emisiones
de carbono, reduciéndose un año más la factura energética (en gran medida por
el descenso generalizado de los precios internacionales).
El dato más relevante es que el transporte rompe su tendencia a la baja, y
vuelve a aumentar en 2014, tanto en el ámbito de mercancías como en el de pasajeros debido, en
este último caso al gran aumento del transporte por avión, que alcanza el 9,4%
de la movilidad de pasajeros y el 17% del consumo de energía final del sector
del transporte. El transporte por carretera, sin embargo, sigue disminuyendo.
En conjunto, el sector del transporte sigue siendo el que más energía consume,
con un 42% sobre el total, y más
emisiones de CO2 origina, con un
48%, muy por encima también de los países de nuestro entorno.
El otro factor significativo fue el aumento del 18% en el uso de carbón,
frente a la bajada del 9% de consumo de gas natural, que ha sido compensado por un buen año hidráulico y el
ascenso en la utilización de la energía solar (que ya se acerca en contribución
a la hidráulica), generando un leve incremento de un 0,58% de las emisiones de
CO2.
Por otra parte, ha mejorado la intensidad de carbono de nuestro sector
energético, y se han reducido un 14% las emisiones de SO2, y un 3%
las de NOx. A pesar de ello, los costes externos que suponen estas
emisiones (fundamentalmente, los costes para la salud) siguen suponiendo la
mitad del valor añadido generado por el sector.
España ha conseguido, según refleja el informe, reducir el gasto energético
en energía primaria un 4%, aunque ha venido derivado de la bajada generalizada
de los precios de los combustibles a nivel internacional. De hecho, los precios
domésticos no han experimentado estas reducciones, sobre todo a nivel
residencial (aunque sí industrial), y el índice promedio de precios energéticos
finales sigue estando por encima de la media europea y de la OCDE.
En términos similares podemos hablar de la “intensidad energética”. Aunque
ha mejorado en un 1,6%, lo ha hecho mucho menos que en Europa (un 5,8% en la
UE-15, un 3% en la OCDE). Desde 2000, por ejemplo, la mejora de la intensidad
en España ha sido del 12%, frente al 22% en UE-15.
En cuanto a los retos
para la política energética española:
Desde el punto de vista de la sostenibilidad, el modelo energético español
continúa presentando importantes desafíos respecto a la eficiencia económica,
la dependencia energética exterior o al impacto medioambiental. Y como ya
avanzábamos en años pasados, seguimos sin contar con una política energética estable,
que proporcione señales adecuadas a los agentes, y que contribuya a avanzar
hacia la sostenibilidad del sector.
Así, seguimos sin contar con una política de Estado, un consenso acerca de
la transición energética necesaria. La regulación del autoconsumo eléctrico es
un buen ejemplo del clima actual: ausencia de acuerdo y no aprovechamiento de
los pasos correctos que sí se están dando en materia de facturación horaria de
la electricidad. A finales de 2015 tampoco se había terminado de transponer la
Directiva de Eficiencia Energética. Y el Fondo de Nacional de Eficiencia
Energética, como ya mencionábamos el año pasado, sigue sin garantizar el uso eficiente de los
recursos económicos y sin fomentar la puesta en marcha de medidas que promuevan
los ahorros en energía de forma eficiente en las empresas.
De hecho, algunas normativas introducidas en la última legislatura pueden
disuadir de inversiones adicionales para avanzar en sostenibilidad. Un ejemplo
de ello es la Ley 11/2013, que modifica la Ley 34/1998 del sector de
hidrocarburos, y que pretende aumentar la competencia en el sector de
carburantes en España, pero que aumenta el riesgo medioambiental, al reducir
las inversiones necesarias en seguridad como consecuencia de la limitación a un
año del plazo máximo permitido para los contratos de abanderamiento y
suministro de las estaciones de servicio.
En cuanto a las renovables, la subasta de energías renovables recientemente
resuelta no puede considerarse un avance hacia la consecución de los objetivos
establecidos por la Comisión Europea para el 2020. Por otro lado, otros de los
retos pendientes de abordar de manera eficaz son la pobreza energética y el
problema social del carbón.
2 comentarios:
Enhorabuena! Me gusta mucho el formato con el prólogo al principio! Fantástico análisis!
Se ve que necesitan incentivar el consumo de gas natural, y reducir el consumo de carbón. Si tuvieran una vista a largo plazo les iría mejor. Por ejemplo, deben firmar contratos para suministro de LNG de Norteamérica. Y sería mejor pagar un precio más alto que este parcialmente desconectado del precio interno de EEUU, pues está claro que ese subirá.
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