La semana pasada vino Maros Sefcovic a dialogar con los españoles sobre la Unión Energética. Y uno de los ponentes que más me gustó fue Diego Pavía, que nos recordó que, si queremos convencer a la gente de que ahorren energía (lo que implica cambiar comportamientos) es fundamental apelar a sus emociones. Como decía Pavía, "la regulación está, y la tecnología también".
El problema es que esto de apelar a las emociones puede usarse para bien o para mal, sobre todo teniendo en cuenta que las emociones a veces nos hacen comportarnos de forma irracional (aunque sea un mecanismo de adaptación). En este sentido, es muy recomendable leer lo que escribe Harford, recordándonos cómo la industria del tabaco, o los defensores del Brexit, o Trump (o, añadiría yo, los escépticos del cambio climático) han jugado con las emociones de la gente para mal.
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