martes, 31 de marzo de 2020

La vida secreta de la mente, de Sigman

Este es un libro muy recomendable. Sigman no sólo es un experto en su área, sino además un narrador ameno, culto, divertido y lleno de recursos literarios y poesía.

Sigman nos cuenta las bases biológicas de la toma de decisiones. Aunque eso no significa que sea determinista, ni mucho menos: en muchas ocasiones a lo largo del libro nos recuerda que el que muchas de nuestras actuaciones tengan una relación directa con la fisiología cerebral, con esos circuitos neuronales que, en muchos casos vienen ya predeterminados de fábrica, no quiere decir que vengan absolutamente determinadas por ella. De hecho, señala en varias ocasiones la plasticidad del cerebro y cómo puede ser modificado, por ejemplo mediante el aprendizaje, al que dedica una parte muy importante del libro.

Muy interesante combinarlo con el de McGilchrist, con el que comparte mucha de la temática de fondo, aunque casi nada del estilo :). Aunque hay una diferencia fundamental de aproximación: Sigman explica todo a partir de una visión "lateral" del cerebro (corteza frontal, parietal, occipital, ventral...), mientras que McGilchrist lo hace a partir de una visión "cenital" (hemisferios).

Sigman nos lleva de paseo por la fisiología del cerebro en cinco ámbitos. Primero, por el pensamiento de los bebés, con muchas ideas interesantes, como por ejemplo el hecho de que la noción de la propiedad precede a la de la identidad.

Segundo, en el capítulo más cercano para mí (y por tanto más fácil de criticar), analiza cómo tomamos decisiones. En él nos presenta el mecanismo cerebral para tomar decisiones, según Sigman muy parecido al algoritmo que propuso Turing: "el cerebro elabora un paisaje de opciones y da inicio a una carrera entre ellas que tendrá un único ganador". A veces, según Sigman, el cerebro se inventa actividad neuronal para poder resolver decisiones complicadas. Como si el cerebro tirase una moneda (algo que se recomienda siempre para resolver entre alternativas equivalentes). Sigman también confirma el papel de la intuición, aunque, y aquí es donde más difiero de sus argumentos, creo que de una forma demasiado simplista. En general Sigman dice que cuando el problema es complejo es mejor seguir la intuición. Y esto, aunque tiene una cierta justificación, no es cierto. Sí es cierto que, por el mayor arrepentimiento al que dan lugar las decisiones complejas (recordad a Schwartz), nos podemos quedar más tranquilos con una corazonada...pero eso no significa que la decisión tenga más calidad, sino todo lo contrario.

Muy interesante en cambio su presentación del papel de la dopamina en el aprendizaje, o del sesgo de confirmación (aunque no lo llame así) y el optimismo, o del juego entre argumentos emocionales y racionales (que le lleva a defender la idea de su amigo Costa, de que cuando hablamos en otro idioma, somos más racionales, y por tanto así deberíamos discutir con nuestros seres queridos). También muy sensata su explicación de por qué el uso de la oxitocina para aumentar la empatía y el apego social no tiene futuro.

Luego, Sigman pasa a analizar la fisiología de la conciencia, de la libre voluntad, y del papel que juega el inconsciente. Y además de forma muy honesta, reconociendo que hay muchas limitaciones, pero no renunciando a aportar información de interés. También muy interesante su análisis de la conciencia durante el sueño, o durante el efecto de drogas como el cannabis o el LSD. Sigman confirma el papel fundamental del sueño para asentar la memoria, y como espacio para desarrollar creatividad. Y concluye todo su análisis con una reflexión también muy pertinente para los transhumanistas:
Existe un límite natural a la inspección de la mente humana. Primero, porque cada pensamiento es único y nunca se repite. Segundo, porque cuando un observador decodifica con resolución máxima los estados mentales del otro, lo hace desde su propia perspectiva, con sus propios tintes y matices. Es decir, la mente humana tiene una esfera irreductible de privacidad. Si alguien accediera íntegramente al contenido mental del otro, entonces sería el otro.
Finalmente, Sigman dedica los últimos capítulos al aprendizaje, confirmando algunas ideas y desmontando también algunos mitos (como que el talento es congénito y el esfuerzo no). Así, nos demuestra que el temperamento es fundamentalmente heredado. O, como decía mi abuela, que la gente no cambia en su forma de ser :). Y presenta un concepto desarrollado por Donald Stokes que yo no conocía, y que es muy útil para los que nos dedicamos a la investigación aplicada: el cuadrante de Pasteur, ese punto en el que la ciencia avanza el conocimiento pero también contribuye a la mejora social.

En resumen: muy recomendable. Y, según acabo de ver, sólo cuesta 2 euros como e-book....

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