viernes, 8 de noviembre de 2019

The paradox of choice, de Schwartz

Un libro que, aunque tenía ganas de leer desde que leí su artículo (o vi su charla), no pensaba que me fuera a gustar tanto. Pensaba que sería, como otros muchos, un par de artículos estirados para llenar 200 páginas. Pero no, el libro da para mucho, y de hecho tomé muchas más notas de las que esperaba :).

El libro no sólo habla de maximizadores y satisfactores, que era lo que yo conocía como aportación fundamental de Schwartz, sino también de arrepentimiento, coste de oportunidad con opciones múltiples…Los maximizadores y satisfactores son el hilo conductor, pero Schwartz cubre muchos más elementos de toma de decisiones de interés, y por lo tanto el libro es una buena referencia también para el que quiere aprender cómo mejorar su toma de decisiones. Como además está escrito en un lenguaje muy accesible (y la traducción al español es bastante buena, salvo la curiosa forma de traducir el título) creo que es un libro además recomendable para cualquiera.

El mensaje central de Schwartz es que la libertad de elección, esa que según la teoría económica neoclásica debería ser estupenda, no siempre nos hace más felices, ni más libres, porque, sobre todo para los maximizadores, se convierte en una jaula, por la carga cognitiva que supone, por nuestros errores en la toma de decisiones (sesgos), y por el peso del arrepentimiento, que acaban llevando a que nunca estemos satisfechos con nuestras decisiones. Como esta libertad de elección ha ido aumentando en los últimos años, y además se ha ampliado a otras esferas (incluyendo por ejemplo religión, orientación sexual, apariencia física, etc.) el resultado es un aumento de la insatisfacción.

En la base de este mensaje están tres cuestiones, a las que dedica los correspondientes capítulos. La primera es el coste psicológico de los “trade-offs” o coste de oportunidad. Es curioso que, siendo el coste de oportunidad un elemento fundamental para tomar decisiones correctas, cuando hay decisiones con criterios múltiples se convierte en una trampa, porque siempre hay algún aspecto en que la alternativa no elegida era mejor. Y por lo tanto el coste de oportunidad se multiplica. Quizá precisamente esto sea lo que esté detrás de otra paradoja muy conocida en teoría de la decisión, la independencia de alternativas irrelevantes…Y además, cuantas más alternativas tengamos, mayor será la experiencia del coste de oportunidad, y por tanto, menor la satisfacción que proporciona la alternativa elegida.

La segunda es el arrepentimiento, tanto anticipado como post-decisión. Este arrepentimiento, si además se combina con responsabilidad y culpa, es tremendamente destructivo y paralizante. Aquí la imaginación, tan buena para algunas cosas, también nos juega una mala pasada, al permitirnos generar un gran número de resultados contrafactuales, que además generalmente son “ascendentes”, es decir, tendemos a pensar más en un estado imaginario mejor que lo que realmente pasó.

La tercera es el número de errores que cometemos a la hora de tomar decisiones. Y Schwartz se centra en la diferencia entre la utilidad prevista y la experimentada o recordada. Como, por un lado, tendemos a recordar selectivamente las experiencias anteriores, por otro, minusvaloramos nuestra capacidad de adaptación (tanto ante lo bueno como ante lo malo), y por último, tendemos a tener expectativas demasiado altas (en parte debido a la comparación con otros, que también ha aumentado en los últimos tiempos), la consecuencia es que somos muy malos a la hora de estimar bien la utilidad prevista de nuestras decisiones. Y por tanto, nos equivocaremos más de lo deseado, y nos arrepentiremos más de lo previsto.

En resumen:
El éxito de la modernidad ha resultado ser agridulce, y a donde quiera que miremos vemos que el factor que más ha contribuido a ello es la abundancia de opciones. Tener demasiadas opciones produce una sensación psicológica de desasosiego, sobre todo cuando se mezcla con el arrepentimiento, la preocupación por el estatus, la adaptación, la comparación social, y quizá lo más importante, con la maximización o deseo de tener lo mejor de todo.
Frente a esto, Schwartz defiende que es mejor aprender a ser “satisfactor”, a conformarse con elecciones suficientemente buenas, pero no necesariamente las mejores. De hecho, esta estrategia, como ya mostraba Simon, se convierte en precisamente la estrategia óptima, aunque en su base no lo sea, porque es la que reduce el coste en términos de tiempo y esfuerzo de la toma de decisiones, y es la que minimiza el arrepentimiento. Otra recomendación importante es tratar de reducir el número de decisiones que hay que tomar, prefijando algunas mediante normas o rutinas (similar al pre-commitment de Schelling), y apreciando las restricciones. Curiosamente aquí Schwartz traslada mensajes que sólo se hicieron famosos varios años después, con la publicación de Nudge. También propone reforzar nuestra actitud de agradecimiento, que contrarresta muy eficazmente el arrepentimiento. Y algo interesante: pensar en el coste de oportunidad del coste de oportunidad, es decir, saber que tenerlo siempre en cuenta (sobre todo cuando no es esencial aunque sea muy alto, como cuando todas las alternativas son muy parecidas) conlleva unos costes muy elevados de tiempo y esfuerzo. Y por supuesto: saber gestionar las expectativas.

Schwartz también recomienda luchar contra este mantra tan común como es la defensa de la autonomía y el control individual. Dice, y creo que tiene razón, que el compromiso profundo y la pertenencia a grupos sociales e instituciones como la familia u otras asociaciones reduce la carga de la toma de decisiones, y la insatisfacción:
Las expectativas inalcanzables y la tendencia a asumir una excesiva responsabilidad personal en el fracaso forman una combinación letal. El problema revestirá especial gravedad en el caso de los maximizadores.Lo mismo que ocurría con las oportunidades perdidas, con el arrepentimiento, la adaptación, o la comparación social, los maximizadores sufrirán más que los satisfactores como consecuencia de las altas expectativas y la culpabilidad
Nota: El libro tiene un pequeño problema, y es que utiliza demasiado experimentos psicológicos afectados por la crisis de la replicabilidad, o incluso sin llegar a ello, de la falta de validez universal. Sin embargo, creo que Schwartz maneja esto relativamente bien, porque los usa como ilustración y no como argumento, incluso quitándoles importancia en muchas ocasiones.

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