El otro día hablaba en clase sobre el necesario equilibrio entre realismo y simplicidad que hay que mantener al modelar la realidad. Y les decía que, a igualdad de condiciones, es preferible un modelo más simple que uno más complicado, porque ayuda a entender mejor el problema, a identificar las variables más relevantes, y a desarrollar las intuiciones que necesitas para luego trabajar, en su caso, con un modelo más complicado. El problema es cuando el modelo simple se usa para tomar decisiones que requerirían uno más complejo, dada la entidad y alcance de las mismas. Pero eso no quiere decir en mi opinión que los modelos simples no sean útiles, simplemente que hay que saber dónde y cuándo aplicarlos.
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