Hace unos meses blogueaba un enlace que me pasaba Checa sobre las mentiras detrás de las etiquetas ambientales de los vehículos. Aquí hay fundamentalmente dos problemas:
- Uno, la falta de correspondencia entre las emisiones medidas y las reales. Como indican aquí, pueden llegar a ser hasta de un 60% (por encima, claro).
- Dos, el caso de los híbridos, donde ya no sólo es un tema de emisiones medidas, sino que se asume, por defecto, que el coche (incluso aunque sea un SUV enorme) tiene bajas emisiones sólo por ser híbrido.
Estos dos problemas hacen que la gente, que no es tonta, reaccione a medidas como Madrid central aumentando la compra de híbridos, que como ya hemos visto no necesariamente reduce emisiones. El resultado: que los posibles beneficios de la regulación pública terminan yéndose por la válvula de escape, el loophole que dicen los anglosajones, y que desgraciadamente siempre termina estando presente en cualquier regulación.
NOTA: No entro aquí en los beneficios reales de Madrid Central, y en si se reducen las emisiones o no. Porque para ello, más allá de ver si se ha reducido el tráfico en la zona regulada, habría que ver qué ha pasado con el tráfico y las emisiones fuera de esa zona (donde lo normal es que hayan aumentado simplemente por el efecto desplazamiento).
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