Vamos hoy con la reseña de
otro de esos clásicos que se supone que tendría que haber leído hace mucho, mucho tiempo, y al fin conseguí leer. Además, la edición que tenían aquí en el Churchill era la primera, lo cual tiene su gracia. Y la verdad, el libro no me ha decepcionado.
Creo que es un libro brillante en su mayor parte, y muy recomendable. De hecho, he de decir que estoy mucho más de acuerdo con Hayek de lo que pensaba antes de leer el libro…aunque evidentemente no coincido con él en todo, ni mucho menos. Visionario en algunas cosas (la discusión sobre totalitarismo da miedo, por lo actual que parece), aunque ya desfasado en otras (la historia creo que ha demostrado que sus peores temores sobre socialismo y democracia no se han cumplido). En todo caso, y curiosamente de forma casi opuesta a Harari, Hayek presenta una visión mucho más optimista del desarrollo humano.
La idea central que trata de demostrar Hayek es muy sencilla: la planificación centralizada conduce al totalitarismo (por eso lo llama el camino hacia la servidumbre). Ahí creo que la historia no le ha terminado de dar la razón. Porque una cosa es la experiencia soviética, donde se confirmaron sus temores, y otra la de las economías mixtas, que eran las que le preocupaban a él. Lo de
China ya es otra cuestión A Hayek lo que le daba miedo era que un avance de la planificación estatal en las naciones occidentales, como la que empezaba a ver en Inglaterra (en parte razonablemente por el estado de guerra en que se encontraba) acabara llevando a un estado totalitario.
Y para tratar de argumentar esto, Hayek hace, a lo largo de todo el libro, una defensa encendida de los valores liberales, del individualismo, y del mercado. Pero, y aquí creo que está lo interesante, lo hace de manera muy medida e inteligente, en mi opinión. Por ejemplo, y aunque en la cultura popular Hayek se identifica con el mercado salvaje, él deja muy claro que el mercado es sólo un medio, muy eficiente, de revelar la información.
And because all the details of the changes constantly affecting the conditions of demand and supply of the different commodities can never be fully known, or quickly enough be collected and disseminated, by any one centre, what is required is some apparatus of registration which automatically records all the relevant effects of individual actions, and whose indications are at the same time the resultant of, and the guide for, all the individual decisions. That is precisely what the price system does under competition, and which no other system even promises to accomplish.
Eso choca con las ideas (confundidas, en mi opinión) de algunos que se llaman liberales, que siguen defendiendo el laissez-faire. Hayek no está de acuerdo con esto:
The fundamental principle that in the ordering of our affairs we should make as much use as possible of the spontaneous forces of society, and resort as little as possible to coercion, is capable of an infinite variety of applications….Probably nothing has done so much harm to the liberal cause as the wooden insistence of some liberals on certain rough rules of thumb, above all the principle of laissez-faire.
It is important not to confuse opposition against this kind of planning with a dogmatic laissez-faire attitude. The liberal argument is in favour of making the best possible use of the forces of competition as a means of coordinating human efforts, not an argument for leaving things just as they are….Nor does it deny that where it is impossible to create the conditions necessary to make competition effective, we must resort to other methods of guiding economic activity. Economic liberalism is opposed, however, to competition being supplanted by inferior methods of co-ordinating individual efforts. And it regards competition as superior not only because it is in most circumstances the most efficient method known, but even more because it is the only method by which our activities can be adjusted to each other without coercive or arbitrary intervention of authority.
Es decir, Hayek defiende la libre competencia, no los monopolios (sean privados o estatales), ni las ventajas injustas, ni claro, el capitalismo de amiguetes:
Only make the position of the monopolist once more that of the whipping boy of economic policy and you will be surprised how quickly most of the abler entrepreneurs will rediscover their taste for the bracing air of competition!
Pero, cuando no se puede tener competencia, entonces no tiene problema en admitir la regulación. Aunque, eso sí, cree demasiado, en mi opinión, en la capacidad automática de coordinación del mercado, algo que ya sabemos por la evidencia (Rodrik nos lo recuerda) que no es tan automático, y que por tanto a lo mejor requiere algo de ayuda.
Hayek también admite la existencia de fallos en el mercado que hay que corregir (eso sí, como decía Alfred Kahn, siempre que los beneficios de la intervención superen a sus costes):
To prohibit the use of certain poisonous substances, or to require special precautions in their use, to limit working hour or to require certain sanitary arrangements, is fully compatible with the preservation of competition. The only question here is whether in the particular instance the advantages gained are greater than the social costs which they impose.
Es curioso que, por ejemplo, Hayek dice que uno de estos ejemplos para los que la competencia no funciona es el coste de las carreteras…algo que seguramente la tecnología resuelva en muy breve plazo (y que ya sucede con las carreteras de peaje). Hayek también reconoce que, a veces, la estandarización, la limitación de las opciones del consumidor, también puede tener bneeficios. De nuevo, nada de mercado salvaje.
En todo caso, la razón básica por la que Hayek defiende que la libre competencia es superior a la planificación centralizada es por que, para que esta última funcione bien, para que pueda tomar las decisiones apropiadas (que son siempre trade-offs)...
When we have to choose between higher wages for nurses or doctors or more extensive services for the sick, more milk for children or better wages for agricultural workers, or between employment for the unemployed or better wages for those already employed, nothing short of a complete system of values in which every want of every person or group has a definite place is necessary to provide an answer.
...debería ser capaz de conocer todas las preferencias de los individuos, y más allá de eso, toda su estructura de valores, algo que, en su opinion, es imposible.
To direct all our activities according to a single plan presupposes that every one of our needs is given its rank in an order of values which must be complete enough to make it possible to decide between all the different courses between which the planner has to choose. It presupposes, in short, the existence of a complete ethical code in which all the different human values are allotted their due place.
Not only do we not possess such an all-inclusive scale of values: it would be impossible for any mind to comprehend the infinite variety of different needs of different people which compete for the available resources and to attach a definite weight to each.
Porque, y aquí está la segunda idea fundamental de Hayek, el “bien común” no existe como tal. La base de su pensamiento es el individualismo:
the respect for the individual qua man, that is the recognition of his own views and tastes as supreme in his own sphere, however narrowly that may be circumscribed, and the belief that it is desirable that men should develop their own individual gifts and bents.
Esto no supone egoísmo, ni, en el otro extremo, tampoco excluye reconocer la existencia de fines sociales, pero entendidos como un consenso de los individuos en esos fines, y no como algo impuesto por un ente superior. Otra cosa, claro, si estamos dispuestos a creernos que realmente los individuos saben lo que quieren de verdad, y que cuando expresan sus preferencias están reflejando realmente sus valores...sobre esto Thaler tiene bastante que decir (en la reseña de la próxima semana).
Con estas dos premisas: las preferencias individuales como medida de todo, y el mercado como forma de recogerlas; Hayek ya está en condiciones de atacar la planificación centralizada, por incompatible con la libertad individual (en parte por no ser tan eficiente como el mercado a la hora de recoger estos valores). Y su problema, además, es que la planificación, cuando empieza, ya no tiene final. Es decir, que cuando se planifica un sector, se afecta a todos los demás, entrando en una espiral que concluye en el totalitarismo. Porque, según Hayek, la única forma de hacer planificación centralizada a gran escala es con una dictadura.
Sólo hay, para Hayek, una posible razón para defender la planificación: la búsqueda de una distribución más justa de la riqueza. Y es que él es consciente perfectamente de que el mercado produce desigualdad. Pero lo defiende diciendo que es una desigualdad ciega, es decir, que no afecta a nadie en particular. Esto creo que es un error de Hayek: la desigualdad no es ciega, afecta más a los más pobres y vulnerables. Sólo sería ciega si tuviéramos unas instituciones que aseguraran, de forma efectiva, la igualdad de oportunidades, y ni aun así. Y en parte lo reconoce:
There is indeed a strong case for reducing this inequality of opportunity as far as congenital differences permit and as it is possible to do so without destroying the impersonal character of the process by which everybody has to take his chance and no person’s view about what is right and desirable overrules that of others.
Para evitar esto, plantea algo parecido a una renta básica (otra de sus aportaciones muy actuales) y defiende un sistema de seguridad social. Pero para él lo fundamental es que esta red de seguridad cubra a todos, y no sólo a algunos privilegiados, porque entonces las desigualdades aumentan. Porque, en su opinión, la seguridad total para todos es imposible. De hecho, está en contra del funcionariado (supongo que también del tenure universitario). Sólo admite el de los jueces, para los que la independencia total es fundamental.
Por último, me ha resultado curioso, y actual, que ya en el 44 Hayek contestaba a los que, como Sandel en nuestros días, protestaban contra la monetarización:
If the people who protest against the higher values of life being brought into the “cash nexus” that we should not be allowed to sacrifice our lesser needs in order to preserve the higher value, and that the choice should be made for us, this demand must be regarded as rather peculiar and scarcely testifies to great respect for the dignity of the individual. That life and health, beauty and virtue, honour and peace of mind, can often be preserved only at considerable material cost, and that somebody must make the choice, is as undeniable as that we all are sometimes not prepared to make the material sacrifices necessary to protect those higher values against all injury.
That people should wish to be relieved of the bitter choice which hard facts often impose upon them is not surprising. But few want to be relieved through the choice being made from them by others. People just wish that the choice should not be necessary at all.