martes, 26 de julio de 2016

Borenstein, sobre cómo repartir los costes hundidos

Nada de teoría económica, sino más bien economía política, que acaba siendo una denuncia de la triste manipulación a que nos someten nuestros representantes políticos y también los lobistas (y no sólo en EEUU, por supuesto…). Pero lo que más me ha gustado es el párrafo final, que lanza una idea a la que yo al menos llevo dando vueltas un cierto tiempo: en un entorno tremendamente cambiante, ¿cómo diseñamos políticas energéticas robustas pero que a la vez puedan beneficiarse de las posibles mejoras tecnológicas? La pregunta del millón.


1 comentario:

Fernando Leanme dijo...

Un problema muy evidente en lo que escribe Borenstein es el alcance limitado al mundo de la política. Como escribiste, no tiene mucho de economía, y definitivamente ni un bledo de ingeniería.

Hace un par de décadas, más o menos, fui el mentor de un muchacho muy inteligente, ingeniero con habilidades sociales extraordinarias. Me caía muy bien, y dedique tiempo a ayudarlo. Eventualmente se fue a Berkeley a hacer un doctorado, y hoy día es profesor en Michigan.

Me encantaría agarrarlo y hacer un estudio con el sobre este tema, incluyendo desde la física a la ingenieria a la parte económica y política. Tremendo opus siempre y cuando pueda liberarlo del efecto Berkeley, que tiende a que sean muy limitados en su habilidad para salir del ambiente de California, que tiende a ser prácticamente una torre dorada habitada por gente que no se relaciona mucho con los habitantes del planeta en general.

Para salir de la torre se debe pensar en soluciones múltiples, paralelas. En EEUU las condiciones son variables, y veo mucha gente de izquierda que quiere imponer políticas irracionales que prácticamente llevarían a una guerra civil (por ejemplo el campo de Bernie Sanders quiere prohibir el fracking, lo que se puede considerar la idea más imbécil desde que Marx escribió que el precio de un hueco en el medio de una autopista debía ser asignado por las horas hombre usadas para cavarlo).

Moviéndonos alrededor del mundo, y si ignoramos por el momento errores bestiales como el de China construyendo cantidades enormes de plantas de carbón que van a asfixiar a 200 millones de chinos, la política energética debe ser diseñada para que el consumidor pague lo que cuesta la energía, ahora, y en el futuro (pero por favor nada de proyecciones más allá de 30 años).

Éticamente, un negocio que tiene las ganancias reguladas con un techo debe ser protegido con un suelo, y no precisamente el suelo del sótano. Pero no veo la razón para dar negocios que reciben subsidios como se hizo en España a la energía solar, algo que estuvo muy pero muy mal pensado.

Por lo tanto la intervención del estado debe evitar escoger la tecnología que gana, y nunca darle a entender al inversor que tiene un techo absoluto, ni un suelo absoluto. El inversor no debe exponerse a "moral hazard".

En el caso de España lo más sensato es tener un plan a largo plazo para reemplazar el uso del carbón, y licitar ese reemplazo con generadores de "baseload" que sean prácticos. Esto quiere decir que si un consorcio hace una oferta para 500 MW de capacidad efectiva, también debe considerar el almacenamiento de energía para que el sistema ofertado pueda funcionar y entregar su compromiso por lo menos 80 % del tiempo o algo similar.