Eso es lo que
propone Dan Kammen. Y algo de razón tiene: cuando los países comparten intereses, es menos probable que entren en guerra. Aunque eso se podría aplicar a cualquier otro bien intercambiado, las redes energéticas, por su carácter más permanente, pueden solidificar más las relaciones. Pero también pueden secuestrar a los países (véase el caso de Ucrania). Así que mi conclusión no es ni mucho menos tan optimista como la de Kammen...
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