Una vez suponemos que la universidad sirve para algo (aquí hay otra opinión al respecto, aunque bastante especulativa, y aquí una noticia que apoya a Caplan), la siguiente pregunta es cómo conseguir que sirva lo más posible. Y los británicos llevan bastante tiempo dándole vueltas a esto, lo cual viene muy bien para los demás (siempre que estemos dispuestos a aprender, claro...). Diane Coyle reseña el libro de Willetts, un ex-ministro del ramo británico, sorprendentemente conocedor y sensato por lo que cuenta Coyle. Y además, nos añade sus reflexiones propias, muy interesantes, como:
- en qué medida el sistema universitario deben financiarlo los contribuyentes, teniendo en cuenta que muchos de ellos no se benefician de la prima salarial que consiguen los universitarios
- si hay que limitar las tasas universitarias
- y también sobre otro tema fundamental, y es si todas las universidades deben estar cortadas por el mismo patrón (en el que se prima la investigación, al menos actualmente), o si hay espacio para universidades basadas en la docencia, o para las que se centran en el mercado local.
Muy relacionado con este tema, en NadaesGratis nos cuentan este estudio que, precisamente para el caso inglés, investiga en qué medida están relacionados el impacto científico (que es el que se mide en general en todos los sistemas de evaluación de la investigación) y el impacto social de la investigación. La conclusión: que no está demasiado relacionado, y que por lo tanto no tiene mucho sentido evaluar únicamente uno de ellos (el impacto científico, actualmente). También tocan otro tema relevante, como es el papel de los agentes sociales como evaluadores de la actividad científica.
Lo dicho: mucho material de donde aprender.
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