viernes, 10 de junio de 2016

Libertad, verdad y bien

Esos son los tres temas que tocó y relacionó mi rector el finde pasado, en las graduaciones de Comillas. Un discurso espléndido para que los alumnos se lo lleven como última lección, pero también para que dejároslo en esta serie de reflexiones de los viernes. Aunque recomiendo leerlo entero, aquí tenéis algunos párrafos escogidos:
El coraje del bien requiere tanto inteligencia como carácter. La inteligencia no hace nunca sobrante o superfluo al carácter moral, es decir, por mucha ciencia y conocimiento que tengamos nunca es superflua la virtud. Eso se expresa en nuestra tradición universitaria jesuítica con el par “virtud y letras” (siendo las letras lo que hoy llamamos ciencia y técnica). Hacen falta formación moral y formación científico-técnica, vida buena y competencia profesional e intelectual. 
El coraje del bien se va haciendo mediante experiencia discernida, pues la experiencia no es simplemente lo que a uno le pasa, sino lo que uno hace con lo que le pasa, y para esto cualquier persona sensata analiza, se autolimita, examina, dialoga, sopesa razones, elige…, a fin de actuar responsablemente. Intentad reservar un poco de tiempo cada día para ordenaros a vosotros mismos y vuestras acciones. Un tiempo de revisión de cómo estáis viviendo, para dejar surgir la pena por lo que hacéis mal y el agradecimiento por el bien que recibís y aportáis al mundo. No será tiempo perdido, sino muy ganado. 
Si renunciamos a la verdad, perdemos la libertad y la justicia, y solo nos queda pragmatismo y el triunfo de los fuertes, el pragmatismo y el descarte de los débiles. 
Que nadie se engañe: No hay ni podrá haber política honesta o desempeño profesional honesto sin personas honestas que las ejerzan. Regenerar la vida pública requiere que las personas regeneremos nuestra vida personal en los ámbitos íntimos y en nuestra participación en la vida profesional, comunitaria y cívica. La democracia solo es sostenible si la cultura que la alienta fomenta personas abiertas, comunitarias, solidarias, participativas, entregadas a los otros y a la construcción del bien común. 
Pero no basta con personas honestas, hace falta “honestidad” en las instituciones. Creo que de modo análogo a lo que se dice de las personas, se puede hablar de una “interioridad” de las instituciones públicas y privadas. Esa interioridad estaría formada por la urdimbre de valores, principios, intenciones, aspectos identitarios y referencias de sentido que le guían para cumplir su misión y determinar sus decisiones y su modo de funcionar. Es ese conjunto de códigos, tradiciones y referencias que conforman un marco normativo y prudencial desde el cual en una empresa o en una universidad se discierne y elige. No merece la pena trabajar en una organización que tenga ese marco éticamente dañado, en un lugar donde la realización de fraudes, de corruptelas o nepotismos sean moneda corriente; donde la propaganda venda muy bien pero detrás no haya sustancia ni verdad. No me refiero a las tensiones que existen en todas las organizaciones, incluso la más excelentes, me refiero a la falta de verdad en la urdimbre de sentido de la institución. Si el lugar donde os dan trabajo no es justo y sano, sed valientes y sacudid el polvo de las sandalias buscando otro sitio donde ser buenos profesionales y buenas personas.

De hecho, me parece que esto está muy relacionada con la anterior entrada. Dándole vueltas a la entrada de Santi, y también a lo que discutimos en Vitoria, uno de los conceptos que me parece que son centrales para entender todo esto del sistema político adecuado, y de la transición energético-climática es el de la libertad. La libertad que tienen los que son capaces de entender que tanto el mercado sin control como los sistemas planificados son precisamente sistemas en las que no tenemos libertad. Unos, esclavos del consumismo y de la "rat race". Otros, esclavos del poder y de la dictadura o cuasi-dictadura. Sólo progresaremos cuando tengamos la suficiente libertad para rechazar lo malo de estos dos sistemas, para decidir y elegir a nuestros representantes en función del bien común, y no de los intereses que nos tratan de inculcar los poderosos y que no son los nuestros.

1 comentario:

Fernando Leanme dijo...

Muy bueno. Sin embargo a veces uno cae en una empresa o un grupo deshonesto, y no debe correr. En ciertas ocasiones hay que buscar pruebas, prepararse bien, y destruir a los malos. No se puede dejar que esa gente siempre duerma bien.