Dedicado a Carlos Batlle, con el que tantas veces he discutido (amigablemente, y en general de acuerdo los dos) sobre este tema tan interesante y sobre el que ya he blogueado alguna vez.
Todo empieza con un post de Enrique Dans, en el que dice que oficinas abiertas sí, pero tomándoselo en serio y no simplemente como una forma de controlar al personal. Le sigue otra entrada de Guru Huky en el que pone a caldo la oficina abierta (aunque la que describe no parece precisamente una buena referencia), y en el que dice que lo más productivo, despachos individuales. Desgraciadamente, me temo que la opinión del trabajador no es necesariamente la más objetiva...Y para terminar, un artículo bastante razonable de El País ("Oficinas sin despachos ni papeles, 3 de Enero) en el que mantienen fundamentalmente la postura de Dans.
Mi resumen del asunto: yo sí creo en la oficina deslocalizada, y en la oficina abierta, pero efectivamente siempre que combine todos los elementos que se necesitan: salas de reuniones suficientes, espacios para la concentración, espacios para el encuentro...una oficina abierta en este sentido no es una pradera de mesas o cubículos donde no se puede hablar por miedo a molestar al otro, sino una posibilidad de intercambiar conversaciones cuando hace falta o apetece (véanse las que se montan siempre espontáneamente en el IIT), y también de concentrarse (gracias a los cascos de música) si es preciso.
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