El NY Times ha publicado recientemente este artículo, extenso pero que vale la pena, sobre un tema que me coge muy cercano: los conflictos de interés que amenazan a los que trabajamos en think tanks o en la academia, y a la vez tenemos investigaciones o proyectos financiados por la industria.
El artículo del NY Times refleja la opinión predominante: que los que hacemos investigación financiada estamos en muchos casos comprados por nuestros clientes. Y ofrecen muchos ejemplos bastante sospechosos, la verdad. Sin embargo, y como ya he dicho alguna vez, el que muchos lo hagan no quiere decir que todos estemos comprados o influenciados. Lo que pasa es que esto es muy difícil de probar, sobre todo porque, como bien dice uno de los que menciona el artículo, nadie trabaja gratis. Incluso los profesores de universidades o centros de investigación públicos cuyo sueldo pagan los presupuestos públicos tienen sus ataduras (con sus jefes, con el ministerio o la consejería que le paga…). Todos tenemos potenciales conflictos de interés. Y el aislarse de las empresas no es necesariamente la mejor opción para una investigación de calidad.
Sólo una trayectoria de honestidad científica, de no alinearse siempre con los mismos y de asegurar el rigor, puede dar credibilidad. Y eso siempre que tu enemigo (básicamente, el que defiende intereses opuestos a los que tú justificas) no quiera desacreditarte, que es muy fácil en esta era en que la verdad se confunde cada vez más con la popularidad.
Desgraciadamente, se me ocurren pocas ideas para ayudar aquí, más allá de tratar de garantizar la máxima transparencia sobre tus financiadores e ideas, y por otro lado, de conseguir la máxima independencia y capacidad técnica del regulador, para que aunque le lleguen estudios sesgados, sepa separar lo correcto de lo comprado (incluso cuando lo correcto sea precisamente lo que defiende la industria). Por supuesto, lo ideal sería conseguir que la financiación de los think tanks fuese lo suficientemente amplia y diversa como para eliminar todas las sospechas. Esto es por ejemplo lo que siempre tratamos de hacer en Economics for Energy, aunque no siempre tenemos éxito en poder tener representación de todos los sectores. Al final, quien tiene dinero para poner en cosas de estas es más bien la industria, y en menor medida la administración. Sobre todo en España, en que la cultura de este tipo de cosas no es igual que la americana. Los consumidores, en cambio, suelen estar infrarrepresentados, desgraciadamente.
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