Acaban de salir los primeros resultados del Multirrank, el ranking que se ha "inventado" la Comisión Europea para tratar de conseguir que las universidades europeas salgan mejor en la foto. Ya se sabe, si no te gustan los resultados, cambia el sistema de medir (algo muy habitual en los políticos, véanse las encuestas de desempleo...).
En serio: algo bueno sí tiene. Es cierto que los rankings más conocidos (Shanghai, Times, etc.) valoran únicamente la investigación, y hay otras cosas que cuentan en la universidad, como la calidad docente, la empleabilidad, o la integración en el entorno. El problema es que estas otras cosas son muy difíciles de medir de forma objetiva, así que cualquier ranking que se lo plantee será subjetivo por naturaleza. Y de hecho el Multirrank reconoce desde el principio su carácter subjetivo, introduciendo múltiples parámetros y criterios para que cada cual elija lo que más le interese.
Así que noticias como éstas son un poco falsas (bueno, salvo que Comillas está entre las mejores de España, claro :)), porque van en contra de la naturaleza del Multirrank. Si entráis en la página veréis que sólo hay una forma de conseguir un ranking completo, elegir el tipo de universidad como de doctorado. Y entonces sale una clasificación basada en los pesos asignados por Multirrank, que seguro son discutibles. ¿Qué ranking serio puede dejar por ejemplo al MIT o Harvard o Stanford fuera de las cien mejores universidades del mundo?¿De verdad es creíble esto?¿Seguro que los estudiantes que salen de ellas han tenido una peor experiencia que los que salen de Cork, Graz o Mons? No sé por qué pero lo dudo...
Al final, la conclusión con todo esto de los rankings es la misma: el ranking es bueno si las buenas universidades aparecen arriba, y malo si no. Una tautología, vaya. Pero es una tautología que se autorrefuerza: los mejores estudiantes van a las buenas universidades, y las hacen mejores. Un círculo virtuoso en el que cuesta trabajo entrar, sobre todo si, como en España, seguimos sin jugar a la liga global y nos aferramos a la endogamia, como dice Daniel Peña.
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