Así se llama un informe que ha hecho Amigos de la Tierra, en el que cuantifican las emisiones de CO2 asociadas al transporte de alimentos. El ejercicio me parece interesante, y necesario. Donde ya no estoy tan de acuerdo es en las conclusiones: el que haya grandes cantidades de CO2 asociadas al transporte no quiere decir necesariamente que haya que pasar en todos los casos a un consumo local. Sí, el consumo local suena mejor, pero hay que hacer las cuentas completas, de análisis de ciclo de vida del producto, y no sólo del transporte. Como ya dije alguna vez en el blog (ver los comentarios a esta entrada) hay un estudio del DEFRA que dice por ejemplo que en términos de ciclo de vida, es mejor producir corderos en Nueva Zelanda e importarlos que producirlos localmente en Inglaterra, aunque esto depende del tipo de producto (para las manzanas o las fresas las cosas ya no salen tan bien). También habría, ya puestos, que considerar los posibles beneficios para la salud de disponer de una dieta más diversificada o con mayor proporción de fruta y verdura (algo que permite la importación de alimentos).
Otra cuestión es que el modelo de consumo actual sea sensato, y ahí sí que estoy más de acuerdo con el informe: ¿por qué narices tenemos que querer consumir de todo en cualquier época? Es mucho más sostenible consumir productos de temporada, claro. Y producirlos de forma razonable, también. Y gravar de forma adecuada las emisiones de CO2 del transporte, por supuesto, para que se tengan en cuenta estos costes en nuestras decisiones. Pero repito, no creo que haya que demonizar la importación de alimentos en todos los casos.
ADD: En el blog del Earth Institute acaba de salir una entrada relacionada, con una conclusión parecida.
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