martes, 9 de julio de 2019

Verguenza de volar

Hace poco Gonzalo me descubrió este movimiento, que yo no conocía, y que parece que está creando impacto en Suecia, sobre todo a la vista de las opiniones reflejadas en las encuestas que se citan al final del artículo (aunque, como pasa siempre, habría que asegurarse de que la reducción en el transporte aéreo se debe a este movimiento y no a otros factores como los que se citan al final). Por otra parte, KLM parece estar animando a los pasajeros a que se lo piensen mejor, y, si no es imprescindible, no vuelen.

Todo esto, evidentemente, es algo bienvenido: el trasporte aéreo es el modo de transporte que más crece, ayudado por supuesto por los bajos precios. Y por tanto cualquier iniciativa para reducir su uso es buena (salvo que sea puro greenwashing, claro). Pero yo no creo que  baste lo de la verguenza a volar, o los recordatorios para pensárselo mejor. Hace falta también incluir bien todos los costes de esta actividad, para que, por un lado, se incentive el uso de otros combustibles, pero también se reduzca la actividad (hay que recordar que el impacto de la aviación sobre el clima no se debe sólo a su uso de combustibles fósiles, sino también a las estelas de los aviones).

ADD: Un tiempo después, y a propósito de la negativa de Greta Thunberg a volar, Tyler Cowen opina sobre el asunto. También pasado un tiempo, aquí se dice que la verguenza a volar no significa que se vuele menos, sobre todo cuando no hay alternativas efectivas.

1 comentario:

Fernando Leanme dijo...

Eso se resuelve añadiendo unos 50 kg de azufre al combustible del avión cuando vuele entre 5000 y 8000 metros. El dióxido de azufre induce la creación de nubes y aumenta el albedo. Y como los aviones vuelan a esa altura alrededor de aeropuertos, el efecto sería mas pronunciado donde ya hay un efecto de calentamiento de isla urbana, lo cual reduciría la temperatura en las ciudades y el uso de aire acondicionado en el verano.