El Energy Institute de Haas, en Berkeley, se está convirtiendo en el centro de referencia de la economía energética (en mi opinión por delante de MIT u otros sitios con más historia). La verdad es que tiene ahora mismo la mejor concentración de investigadores en estos temas de aquel lado del charco.
Pero no sé si esta posición a veces les lleva a decir estupideces. El otro día ya criticaba este análisis sesgado de la eficiencia, y ahora leo esta entrada de Catherine Wolfram sobre la electrificación rural.
Lo primero que sorprende es que alguien que ha trabajado tan poco en este asunto se atreva a pontificar con tanta alegría. Creo que antes tendría que hacer como Ignacio Pérez-Arriaga o Julio Eisman, bajar al terreno y estudiar los problemas reales (o, a otro nivel, como Javi Santos, que ya está a punto de defender su tesis sobre cómo seleccionar tecnologías para electrificación rural).
Y luego, estudiar un poco más las consecuencias de sus afirmaciones. Sí, efectivamente, si no se hace bien, los proyectos de electrificación se pueden quedar cortos. Pero anda que no recuerdan este problema en todos los informes, estudios y artículos....como para olvidarlo... Como se sabe bien por la literatura del tema, cuando uno hace un proyecto pequeñito y da algo de electricidad a los hogares, el desarrollo que esto trae consigo lleva a más demanda de electricidad, y además formulada desde una posición de mayor fuerza. Y en ese caso, ¿qué es mejor, no hacer nada esperando hasta que llegue el momento del gran proyecto?
Peor me parece su segundo argumento: ¿que a lo mejor nos estamos pasando de electrificar? ¿Que a lo mejor ese dinero hay que dedicarlo a educación y salud? Pero cómo vamos a educar sin luz, cómo vamos a dar servicios sanitarios sin refrigeración? Me recuerda a algunos argumentos de Lomborg, la verdad...Ojalá llegáramos al punto de que hubiera demasiada electrificación....Pero mientras siga habiendo 1.500 millones de personas sin poder tener un acceso digno a la energía (y a muchas otras cosas), andar diciendo cosas de estas me parece no sólo una frivolidad, sino casi un pecado.
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