Desgraciadamente, por cuestiones de cargo, últimamente he tenido que familiarizarme con el proceso de auditoría y certificación de proyectos públicos en España, que, como bien dicen en este artículo, se parece más a una pesadilla que a otra cosa.
La verdad es que, por una parte, no me sorprende que el regulador se fíe poco. Alguna vez ya he dicho que en el sistema español no se evalúa suficientemente la efectividad y eficiencia de las ayudas. Pero me refería a los resultados, no a las cuentas. Lo que tampoco puede ser es que, además de no evaluarse bien la producción, se estropee aún más la eficiencia de costes del sistema haciendo gastar el dinero en auditorías estúpidas. Con esto tenemos un sistema con baja producción, y alto coste, desperdiciado en auditorías. El problema es el de siempre: queremos sistemas descentralizados (como un mercado), pero no nos fiamos, con lo que tenemos lo peor de ambos mundos. Me recuerda al mercado eléctrico: no queremos desregular del todo porque no nos fiamos, con lo cual al final no tenemos ningún beneficio.
La solución, en este caso, no es el término medio: o desarrollamos un sistema del que nos fiemos (por ejemplo, evaluando como hace falta), y lo dejamos libre, o volvemos al sistema totalmente centralizado y regulado (con sus claros inconvenientes). Pero nada de medias tintas, por favor.
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