Borenstein hace un resumen curioso, aunque por supuesto nada revolucionario: pues claro que el efecto rebote es bueno para el consumidor y para la economía, si no, ¡no ocurriría! El problema es que el aumento de consumo de energía tiene generalmente externalidades negativas que el consumidor no considera, y por tanto el efecto final sobre la sociedad puede ser negativo. Por tanto, lo de que el efecto rebote es bueno depende de la cuenta final una vez incluidas las externalidades.
Esto parece que Borenstein lo considera al final, cuando habla de cómo canalizar la creación de valor que supone el efecto rebote. Pero para mi gusto lo plantea incorrectamente: no se trata de dejar que el consumidor aumente su consumo de energía para con el excedente arreglar el problema del cambio climático. Se trata de corregir el problema del cambio climático de raíz, reduciendo el consumo de energía. Al fin y al cabo, para eso interesa tener políticas de eficiencia energética (bueno, para más cosas además del cambio climático). Por eso yo creo que lo mejor es lo que ya he planteado alguna vez: que las políticas de eficiencia energética estén basadas en precios (o impuestos). De esta forma el consumidor reduce su consumo de energía, y su excedente de consumidor se lo come el impuesto. Vamos, que el consumidor se queda igual en términos de bienestar (tal como propone Borenstein) pero el consumo de energía baja, que al fin y al cabo es lo que queremos.
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