Relacionado en parte con mi entrada anterior, Perry Sioshanshi reflexiona acerca de si las renovables merecen subsidios, incluyendo comentarios de académicos que saben lo que hacen como Borenstein o Baldick. El problema, en mi opinión, es que no están mirando donde deben: ya sabemos que las renovables son más caras para reducir CO2 o dependencia energética. Y que si uno internaliza las externalidades ambientales, no tiene por qué resultar que la solar, por ejemplo, pueda competir (otra cosa es la eólica, claro).
Y es que, aunque nuestros políticos siempre usen la excusa de la reducción de emisiones o de la dependencia, esa no es la razón para que haya (o deba haber) políticas de renovables. La razón fundamental, que se menciona sólo de pasada, es la existencia de externalidades en el mercado de la innovación, que hacen que, a pesar de que exista un precio para el CO2, no aparezca el incentivo adecuado para invertir en nuevas tecnologías. Y por eso, las políticas de renovables no necesariamente tienen que corregir las externalidades (eso ya lo hacen mejor otros instrumentos, como un impuesto al carbono), sino incentivar el desarrollo tecnológico. Desgraciadamente, esto se suele olvidar.
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