En estos tiempos en que todos se cuestionan el papel del mercado y los reguladores, en que la crisis se achaca al capitalismo a ultranza, me ha resultado curioso, por lo actual, un libro que me he releído en el avión, y que realmente es de antes de la crisis, pero que tenía a medio leer y aproveché para terminar. Es la tesis doctoral de Diego Alonso-Lasheras, un jesuita que ha estudiado a otro, Luis de Molina, de la Escuela de Salamanca. Lo actual, como digo, es el mensaje de Luis de Molina sobre el mercado.
Básicamente, lo que dice Molina es que el mercado no es impersonal, ni un mecanismo automático, sino que son finalmente personas interactuando. Y que, por tanto, tiene (o más bien debe tener) conciencia, se puede introducir un valor moral en el mercado. El mercado no puede ser una excusa para actuar sin conciencia. Por tanto, para él, no es la avaricia la que debe dirigir el mercado, sino la búsqueda del bien común. Los agentes del mercado deben buscar el beneficio, pero no a costa de otros. Deben ser prudentes y tener consideración por la comunidad, sin ampararse en mecanicismos. Y, en esas condiciones, el equilibrio o justo precio se alcanza por cooperación, no por competencia. Las transacciones serán justas si buscan el bien social.
Además de eso también se metió a explicar por qué el interés era lícito (y no usura), también explica muy bien el efecto del control de precios en un mercado...en fin, un economista a revisitar en estos tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario