Lo ve como una oportunidad para movilizarse, y para llegar a un impuesto ambiental. Yo no soy tan optimista: creo que puede ser que se convierta en una crisis política de gran proporción, pero a lo que llevará será a lo de siempre: prohibiciones, estándares, y demás medidas poco eficientes. ¿Por qué? Pues porque la historia (y alguna investigación muy interesante, como la de Keohane) nos dice que el equilibrio en el mercado político se alcanza con estas herramientas, y no con impuestos, que, a pesar de ser lo más eficiente, necesitan mucho valor por parte de los políticos, algo de lo que creo que no suelen ir sobrados.
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