Pues el caso es que es una pregunta muy interesante...Transport & Environment piensa que no, aunque realmente a mí sólo me convence la primera razón, que es evidente: si no sabemos qué combustible va a poner el conductor en el depósito, ¿qué sentido tiene suponer que va a usar el "limpio"? Realmente, esta reflexión también puede aplicarse a las etiquetas ambientales de los PHEVs, como ya he criticado alguna vez.
El problema es que entonces estamos penalizando innecesariamente a un vehículo potencialmente limpio (si suponemos que es factible y viable producir e-fuels libres de CO2) frente a los vehículos eléctricos. Sí, puede haber otras razones por las que prefiramos los eléctricos a los de combustión, como cuenta T&E, pero lo que no tiene sentido es mezclarlas con una regulación sobre emisiones de CO2. La respuesta a este problema no es ni mucho menos sencilla, salvo que estemos dispuestos a cargarnos estos estándares y a sustituirlos por una regulación aguas abajo, en la que se pague por el uso del vehículo y sus emisiones reales, y no por sus características. A este respecto, hay que recordar que esta regulación estaba pensada para cuando los coches sólo usaban combustibles fósiles, y cuando había información imperfecta (no sabemos cómo conduce cada cual). En este contexto, los instrumentos con dos partes (estándares más impuestos) son más eficientes, como demostró Gunnar Eskeland en su momento. Pero no tengo claro que esto se mantenga con el cambio tecnológico.
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