Aunque, como dicen en el artículo, el comercio online podía tener ventajas ambientales al principio, ahora claramente se ha disparatado. La razón fundamental, en mi opinión, es la falta de señales y de regulación en todo este sector. Por supuesto, los consumidores (entre los cuales me incluyo) preferimos tener las cosas hoy antes que mañana, y más aún si esto es gratis. Pero ese es el problema, el "poder del gratis".
Si realmente pagáramos todo el coste que supone aumentar la rapidez del envío, y además lo hiciéramos de una forma lo suficientemente visible (no como un tanto fijo anual del que nos olvidamos una vez pagado, o que en todo caso nos anima a comprar lo más posible, para "amortizarlo"), seguramente estaríamos dispuestos, como hacíamos hace unos años, a agrupar envíos, y a esperar unos días más. Y eso seguramente sería mucho mejor para el planeta, o para el tráfico. Pero para esto hace falta actuar de una vez sobre las emisiones del transporte, y quizá sobre nuestros modos de compra, si es que nuestra mayor concienciación sobre el consumismo no lo arregla (que no creo).
Gracias a Marta Villar por la pista.
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