viernes, 27 de febrero de 2009
El Ingeniero del ICAI y el Desarrollo Sostenible
Obama y el cap-and-trade
Más información sobre su presupuesto aquí.
Markets vs Regulation, según Easterly
- uno, el impacto de las políticas públicas de industrialización en el desarrollo
- otro, cómo validar hipótesis (que me recuerda a lo de que el aumento de la eficiencia energética del año pasado es gracias a las políticas públicas...)
jueves, 26 de febrero de 2009
La ruta a la academia
miércoles, 25 de febrero de 2009
Brooks sobre los peligros de la tecnocracia
Stavins y los instrumentos de mercado
The bottom line is that no particular form of government intervention, no individual policy instrument – whether market-based or conventional – is appropriate for all environmental problems. There is no simple policy panacea. The simplest market instruments do not always provide the best solutions, and sometimes not even satisfactory ones. If a cost-effective policy instrument is used to achieve an inefficient environmental target — one that does not make the world better off, that is, one which fails a benefit-cost test – then we have succeeded only in “designing a fast train to the wrong station.” Nevertheless, market-based instruments are now part of the available environmental policy portfolio, and ultimately that is good news both for environmental protection and economic well-being.
El coste de la fotovoltaica
Aspectos éticos en el uso de las distintas energías
martes, 24 de febrero de 2009
Tierney y el papel de los científicos en la política
ADDENDUM: La réplica de Joe Romm
ADDENDUM2: La visión de Revkin, afortunadamente mucho más centrada que la de los dos anteriores, y que en mi opinión da en el clavo.
Nuevas estimaciones de MIT
lunes, 23 de febrero de 2009
Cómo ahorrar energía desde casa
domingo, 22 de febrero de 2009
Julián Barquín y la diversidad energética
viernes, 20 de febrero de 2009
La curva de aprendizaje de la fotovoltaica
• Among all PV systems in the dataset, average installed costs – in terms of real 2007 dollars per installed watt (DC-STC) and prior to receipt of any direct financial incentives or tax credits – declined from $10.5/W in 1998 to $7.6/W in 2007. This equates to an average annual reduction of $0.3/W, or 3.5%/yr in real dollars (es decir, un 32% en 9 años)
• The overall decline in installed costs over time is primarily attributable to a reduction in non-module costs, calculated as the total installed cost of each system minus a global annual average module price index. From 1998-2007, average non-module costs fell from $5.7/W to $3.6/W, representing 73% of the average decline in total installed costs over this period. This suggests that state and local PV deployment programs – which likely have a greater impact on non-module costs than on module prices – have been at least somewhat successful in spurring cost reductions.
• Both the decline in average costs and the narrowing of cost distributions halted in 2005 (el boom de la FV), with average costs and cost distributions remaining essentially unchanged from 2005-2007.
• PV installed costs exhibit significant economies of scale, with systems <2>750 kW averaging $6.8/W (i.e., about 25% less than the smallest systems).
• Although average installed costs remained flat from 2005-2007, recent developments portend a potentially dramatic shift over the next few years in the customer-economics of PV. Most industry experts anticipate an over-supply of PV modules in 2009, putting downward pressure on module prices, and presumably on total installed costs as well. In addition, the lifting of the cap on the Federal ITC for residential PV, also beginning in 2009, will further reduce net installed costs for residential installations, potentially leading to some degree of renewed emphasis on the residential market in the years ahead.
Emisiones de CO2 en Google Earth
jueves, 19 de febrero de 2009
Más de coches eléctricos (II)
Contra los biocombustibles de primera generación
miércoles, 18 de febrero de 2009
Más de coches eléctricos
Mejora la intensidad energética en España
El Ministerio ha dado los últimos datos, y parece que en 2008 mejoró casi un 5%. Esto es motivo de alegría, aunque todavía sigamos estando lejos del resto de los países de nuestro entorno. Lo que ya no es motivo de alegría es oír al Ministerio decir que esto es gracias a las medidas de ahorro y eficiencia energética del Gobierno, porque eso denota un grado de autocomplacencia rayano en el atrevimiento, y por tanto bastante peligroso. Porque, como siempre, el problema es que nadie analiza a qué se ha debido a la mejora: si a las políticas del Gobierno, o a los altos precios del petróleo en el 2008 (que pueden explicar el descenso de su consumo), al comienzo de la crisis (que explica en parte la reducción en el consumo de electricidad), o al cambio de ciclo y modelo de crecimiento (reducción de la tasa de construcción de viviendas). Si nos creemos que han sido las políticas del Gobierno, ¿qué deberíamos esperar entonces para este año, que el petróleo ha vuelto a sus niveles anteriores (aunque la crisis sigue y la construcción sigue parada)? A mí la verdad es que me encantaría equivocarme, y pensar que estas políticas han sido maravillosas, pero me da que no…Pero en fin, acabemos con una nota optimista, sacada de una jornada del año pasado: si gracias a las políticas actuales hemos bajado un 5%, ¿qué no podremos hacer con políticas mucho más poderosas y eficaces? Eso sí es un signo de esperanza…
Update sobre CCS
En NYTimes. Esto me recuerda que John Holdren, el principal asesor científico de Obama, también defiende el CCS, y eso cuenta. Yo, si me aprietan, también creo que es una opción seria (muy por encima de la nuclear, por ejemplo): aunque en países desarrollados uno pueda pensar que las renovables puedan ser suficientes para satisfacer la demanda a medio plazo, en China e India siguen y seguirán quemando carbón como locos. Y ahí está el volumen significativo de emisiones a reducir.
lunes, 16 de febrero de 2009
Revistas para publicar en Economía Ambiental
- Journal of Environmental Economics and Management (JEEM)
- Ecological Economics (EE)
- American Journal of Agricultural Economics (AJAE)
- Resource and Energy Economics (REE)
- Energy Journal (EJ)
- Australian Journal of Agricultural and Resource Economics (AJARE)
- Land Economics (Land)
- Environmental and Resource Economics (ERE)
- Environment and Development Economics (EDE)
- Journal of Agricultural and Resource Economics (JARE)
- Natural Resources Journal (NRJ)
domingo, 15 de febrero de 2009
Las políticas de apoyo a las renovables
Estos días en EEUU se está discutiendo mucho sobre las políticas de apoyo a las renovables, ya que son un elemento central de la política energética y medioambiental de Obama fundamentalmente por dos razones: en primer lugar, para conseguir una mayor independencia energética, y en segundo lugar, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Así, parece que el paquete del “estímulo” llevará incluido una cantidad específica para apoyar las renovables, también por su posible contribución a la creación de empleo “verde”. Esto está originando dos tipos de discusión allí. La primera, si hay que apoyar las renovables específicamente; y la segunda, cuál debe ser el formato en que se haga.
Sobre el primer tema: como en otros asuntos, el debate está en si hacen falta políticas de apoyo a tecnologías específicas como las renovables o si basta con una política general de aumento de la seguridad energética o de limitación de emisiones de CO2. El Wall Street Journal y el Los Angeles Times, por ejemplo, hacen una defensa de lo segundo. Y el caso es que, en teoría, tienen razón: lo óptimo, en un mundo ideal, sería incorporar la externalidad correspondiente (asociada a la vulnerabilidad energética, o a los daños por el cambio climático) a las fuentes energéticas que la causan, y el mercado se encargará de lograr la asignación de recursos adecuada. Así, por ejemplo, si incorporamos al carbón, al gas, o al petróleo un extracoste asociado a su impacto ambiental, o a su contribución a nuestra vulnerabilidad energética, esto haría que el carbón o el petróleo fueran más caros, y que las energías renovables por ejemplo fueran más rentables que ellos. Y si no son más rentables en estas condiciones, es que no son interesantes desde el punto de vista social. De hecho, otra de las ventajas de este enfoque es que es el mercado el que elige cuál es la mejor manera, desde el punto de vista social, para lograr mayor seguridad energética o menores emisiones (que no tiene por qué ser las renovables, sino por ejemplo el ahorro).
Pero claro, esto es en un mundo ideal. En el mundo real las cosas son más complicadas, y la primera complicación es que los mercados no son perfectos: hay riesgo e incertidumbre tecnológica (por ejemplo, asociada la vulnerabilidad, a los costes de las tecnologías, a su evolución futura, etc.), y también hay incertidumbre regulatoria (no sabemos si una determinada política se va a mantener o no). Y no hay mercados que permitan asegurarse frente a todas estas contingencias. Tampoco es tan fácil conocer bien cuál es la externalidad asociada a los daños por cambio climático, o a la vulnerabilidad energética. Si a eso le sumamos otros posibles problemas, como la racionalidad acotada de los decisores, todo hace que, aunque en teoría este enfoque sea el ideal, en la práctica pueda no ser suficiente.
Por ejemplo, en Europa ahora tenemos un mercado de emisiones de CO2 que hace que se genere un precio por emitir. Y este precio se suma a los costes de las fuentes de energía de origen fósil, lo que debería hacer que las energías renovables o el ahorro fueran más rentables, y que algunas de ellas (la eólica, por ejemplo) se hicieran más interesantes que las fuentes fósiles. Pero resulta que, por un lado, no está claro que el precio del CO2 esté reflejando adecuadamente el coste de las externalidades: los gobiernos no quieren que el precio sea muy alto, porque eso supone un aumento de los precios de la energía, y por tanto protestas de los consumidores, pérdida de la competitividad industrial, etc., así que posiblemente lo mantengan más bajo de lo que debería. Además, las incertidumbres (y sobre todo, la imposibilidad de cubrirse frente a ellas) hacen que los inversores, incluso aunque el precio del CO2 fuera suficiente, no se atrevan a invertir en nuevas tecnologías, porque no saben qué va a pasar con los precios del CO2 en el futuro, o con los costes de las nuevas tecnologías. El resultado es que esa competencia “ideal” que debería estar teniendo lugar entre las fuentes fósiles y las renovables no ocurre, como digo fundamentalmente por la imposibilidad de asegurar (al menos, en un nivel razonable, porque siempre hay que dejar algo de riesgo empresarial) la rentabilidad de la inversión.
Es decir, que una política “óptima” en un mundo ideal no nos permite conseguir esa asignación óptima desde el punto de vista social en un mundo real. ¿Qué alternativa tenemos? O intentamos eliminar los problemas citados antes, lo cual parece casi imposible (tanto desde el punto de vista político como técnico), o implantamos políticas específicas de apoyo a las energías renovables que nos permitan alcanzar un nivel adecuado de las mismas. Este nivel adecuado debería ser el que indicara una internalización óptima/teórica de las externalidades, y como decía antes debería considerar todas las posibles alternativas para mejorar la seguridad o reducir las emisiones, no sólo las renovables.
En cualquier caso, esto nos lleva al segundo punto de la discusión: suponiendo que sabemos el nivel de renovables que queremos alcanzar, ¿cuál debe ser la política a usar para conseguirlo? Aquí hay fundamentalmente dos alternativas: garantizar en mayor o menor medida el ingreso de los productores renovables (lo que se conoce habitualmente como “feed-in tariffs” o primas en España), o garantizar la cantidad de renovables a introducir en el sistema y luego dejar que sea un mercado de certificados renovables el que fije el nivel del apoyo económico (llamado “renewable portfolio standard” o “certificados verdes negociables”). El primer enfoque es el que se ha utilizado en Alemania o en España (y también en Canadá, cerca de EEUU), y que se ha demostrado muy eficaz (al menos para algunas tecnologías). El segundo es el que se utiliza en muchos estados de EEUU (Texas, Nueva Inglaterra, etc.) o en el Reino Unido.
El primero como digo se ha mostrado muy eficaz, fundamentalmente por la seguridad que aporta al inversor: al garantizar el ingreso, es más fácil conseguir financiación para el proyecto, y además ésta es más barata. Dado que las energías renovables son intensivas en capital, esto es un componente fundamental del coste final, y por tanto permite abaratar el mismo. Sin embargo, tiene un problema fundamental, que la prima la fija el regulador, quien no tiene por qué tener la información apropiada sobre los costes de las tecnologías, y por tanto puede fijar la prima demasiado alta (y por tanto incentivar demasiado algunas tecnologías) o demasiado baja (y como resultado no conseguir nada). Esta misma razón hace que la eficacia y la eficiencia de un sistema de primas dependa fundamentalmente de su nivel, y la fijación del nivel adecuado sea más complicada.
Para tratar de solucionar este problema está la alternativa de fijar la cantidad a alcanzar (bien globalmente, o por tecnologías) y dejar que sea un mercado de certificados verdes el que establezca el apoyo económico apropiado. La ventaja de esto es que quien fija el nivel del apoyo es el propio mercado de las renovables, que es el que tiene la mejor información sobre costes, y por tanto es más fácil que el nivel de apoyo sea el eficiente. Pero de nuevo, aquí también hay problemas, fundamentalmente de incertidumbre: cuando alguien invierte en renovables, no sabe si muchos otros van a hacer lo mismo. Y si lo hacen, la oferta de renovables superará a la demanda y por tanto el precio del certificado verde será cero, lo que a su vez haría que la inversión no fuera rentable. Esto lo que hace es que, para compensar este riesgo, los productores instalen menos renovables de la deseada, y por tanto el precio del permiso sea mucho más alto que incluso una prima mal fijada. Es decir, que los consumidores están pagando más por las renovables que en un sistema de primas, y a igualdad de cantidad, esto los hace menos eficientes.
Así que, como vemos, los dos sistemas tienen ventajas e inconvenientes. En la práctica, el primero (primas) se ha demostrado como más eficaz y el más eficiente también, pero eso no significa que sea lo mejor. De hecho, sería fácilmente mejorable modulando mejor las primas, o permitiendo que sea el mercado el que revele la prima adecuada. Y también sería fácil mejorar los certificados verdes, facilitando el establecimiento de contratos a largo plazo que permitan reducir la prima de riesgo.
También se podría pensar en recuperar las subastas de potencia renovable (con muy mala fama por su aplicación fallida en el Reino Unido, Francia o Irlanda, aunque el fallo no fue el sistema en sí, sino su diseño específico). Las subastas permiten que sea el mercado el que fije el nivel adecuado del apoyo económico, pero luego lo garantizan durante un período de tiempo razonable, lo que da seguridad al inversor. Por tanto, parece que solucionan algunos problemas (aunque también pueden tener como digo otros problemas si no se diseñan bien).
Así que, para resumir, ¿qué se podría recomendar a Obama desde la experiencia europea? Primero, que todo indica que hacen falta políticas específicas de apoyo a las renovables, pero que el nivel a alcanzar de las mismas debe decidirse de forma adecuada, considerando todas las posibles alternativas. Y segundo, que la política a utilizar debe concentrarse no sólo en la política en sí (primas, certificados o subastas), sino también en un buen diseño de la misma. En principio, las primas han sido muy eficaces para algunas tecnologías, pero deben diseñarse bien. Los certificados verdes también tienen ventajas evidentes, de nuevo si hay un buen diseño. Y también sería posible volver a considerar unas subastas bien diseñadas. Por supuesto, no sólo Obama debería considerar estas experiencias, también a nivel europeo y nacional pueden ser interesantes…
NOTA: Por si ayuda a entender algunas cosas, mi premisa inicial es que hace falta reducir las emisiones de CO2, y por tanto la eficiencia o eficacia de las distintas opciones se mide con respecto a eso.
La investigación operativa y los Houston Rockets
sábado, 14 de febrero de 2009
Pagar para ir al monte
Algunos de los mayores expertos en esta materia no confían en esta fórmula como la solución a los problemas de conservación que genera el exceso de presión humana sobre parajes delicados. «No entiendo que deba ser de pago. Tenemos ejemplos como el bosque de Muniellos en el que no pueden entrar más de 20 personas cada día para que se pueda preservar su ecosistema, pero, aunque haya que pedir permiso para entrar, se hace de forma gratuita», afirma Ignacio Abella, escritor de varias obras sobre árboles.Lo que está proponiendo Abella es el racionamiento, que, como ya se demuestra para cualquier otro bien, tampoco es eficiente: puede haber gente que esté dispuesta a pagar una cantidad positiva por disfrutar del bien, pero no puede hacerlo por el racionamiento, y a lo mejor el que entra no está dispuesto a pagar casi nada. También se puede argumentar: bueno, es que el que consigue entrar es porque ha hecho una cola, o se lo ha trabajado bastante, y por tanto está reflejando su valor por el bien, con lo que los que entran son los que más lo valoran. Pues tampoco: no tiene por qué coincidir la disposición a pagar por el bien con el valor del tiempo (que al fin y al cabo es lo que se gasta estando en una cola), y podría pasar que el que consigue el permiso después de aguantar una cola esté dispuesto a vendérselo a otro por más dinero (como pasa por ejemplo con los partidos de fútbol).
Si este racionamiento no fuera gratuito, sino que se hiciera por ejemplo por una subasta (o usando un precio estimado), el bienestar total mejoraría: entrarían los que estuvieran dispuestos a pagar más, y además se obtendrían fondos para cuidar el espacio natural. El único problema de esto es distributivo: puede ser que los que menos dinero tienen no puedan disfrutar nunca del sitio. Para esto hay otras soluciones mejores para esto que simplemente no cobrar (darles el dinero por otras vías, permitirles que entren en períodos de baja afluencia, etc.).
PD: Por cierto, Ignacio Abella creo que es el autor de La Magia de los Árboles, un libro fantástico que recomiendo a los que les guste el tema.
El análisis de ciclo de vida de los LEDs
viernes, 13 de febrero de 2009
La diferencia entre el tiempo y el clima
jueves, 12 de febrero de 2009
Políticas de demanda en el transporte
miércoles, 11 de febrero de 2009
Las consecuencias de la revolución energética
Feed-in tariffs en Canadá
La identidad de las Universidades católicas
martes, 10 de febrero de 2009
Google y las smart grids
Más sobre el apoyo a las renovables en EEUU
Amory Lovins y la generación distribuida
lunes, 9 de febrero de 2009
Feed-in en EEUU
Cuidado con la biodiversidad
domingo, 8 de febrero de 2009
La politización de la energía
Está claro que las tecnologías no son neutras, todas tienen determinadas consecuencias y valores implícitos detrás. Cuando por ejemplo uno apoya la nuclear, está haciendo evidentes una serie de valores respecto a la consideración de costes, emisiones, radioactividad, proliferación, etc. Esos valores pueden ser discutibles, pero no atacables por sí mismos. Y puede ser que esos valores coincidan de mayor o menor manera con las ideologías políticas.
Esto hace, de hecho, que cualquier decisión de este tipo deba ser política, en el sentido que la ciencia por sí misma no será capaz de dar un conjunto de valores "objetivos", sino que deberán ser asumidos o consensuados por vía política.
Pero esto no justifica la defensa a ultranza de unas u otras tecnologías, sólo justificaría la defensa o ataque del valor de determinados criterios. Las tecnologías energéticas son mejores bajo unos criterios, y peores en otros. Es difícil que haya una mejor que todas las demás para un conjunto amplio de criterios. Por lo tanto, cuando desde un conjunto de valores o ideologías se defienden las tecnologías, y no los objetivos, ya empiezan a chirriar las cosas. Pero lo que ya me parece difícil de admitir es que la ideología te permita saltar por encima de la ciencia y de los datos objetivos: no puede ser que los datos se maquillen para ayudar a la defensa o ataque de la tecnología.
En el caso de la nuclear, por ejemplo, la “derecha” da unos costes demasiado bajos para la nuclear, para conseguir encajar su defensa de la tecnología con su posición ideológica. Y la “izquierda” exagera el coste marginal de las centrales existentes, para tratar de cerrarlas. ¿Dónde está la objetividad y la defensa de los valores aquí? Supongo que al final todo se trata de responder a unos determinados intereses, o a la ignorancia…pero sigue siendo preocupante. Y más todavía si se llega al dogmatismo y a la clasificación simplista: si uno dice que la nuclear nueva es cara, le colocan en la izquierda, si dice que la nuclear existente es barata, le ponen en la derecha…
No puede ser que la ideología te condicione tu apreciación científica, porque eso hace que se tomen peores decisiones. Por eso es tan de agradecer que al menos en los países civilizados de verdad tengan las ideas más claras, y si no véase del discurso de Obama:
We will restore science to its rightful place
Creo que el lugar de la ciencia es informar las políticas con datos objetivos y rigurosos, para que a partir de ahí sean los valores (la política) los que decidan. Pero su lugar no es estar sujeta a la decisión política que se pretende alcanzar. A ver cuándo toca también en España….
NOTA: Hoy hay en Environmental Economics una reflexión muy apropiada a este respecto.
sábado, 7 de febrero de 2009
Lo difícil de medir la eficiencia energética
Stavins sobre el cap-and-trade
viernes, 6 de febrero de 2009
El estímulo preferido de Mankiw
jueves, 5 de febrero de 2009
Etiquetado energético en Europa
La noticia también trae otro dato interesante: dice que un frigorífico eficiente cuesta 200 euros más que uno normal. Si pensamos que eso supone ahorrar unos 250 kWh al año, y que un kWh cuesta (en España) unos 15 céntimos de euro, eso supone que te ahorras al año unos 38 euros. Es decir, que tardas en recuperar la inversión 6 años (sin descontar). Eso no son los 4 que dice el fabricante, y creo que me he puesto en un caso optimista. Aunque también es verdad que un frigorífico normalmente dura más de 6 años (si es bueno). Este parece uno de esos casos donde la inversión en eficiencia va a ser menor de la esperada, pero también su coste mayor que ese supuesto "free-lunch".
miércoles, 4 de febrero de 2009
Una idea curiosa para ahorrar energía
martes, 3 de febrero de 2009
Nuevo Google Earth
lunes, 2 de febrero de 2009
Calvin & Hobbes y la crisis
La irreversibilidad del cambio climático
Perhaps the despair we heard in our interviewers’ questions arose from the observation in the paper that the temperature will continue to rise, even if CO2 emissions are stopped today. But you have to remember that the climate changes so far, both observed and committed to, are minor compared with the business-as-usual forecast for the end of the century. It’s further emissions we need to worry about. Climate change is like a ratchet, which we wind up by releasing CO2. Once we turn the crank, there's no easy turning back to the natural climate. But we can still decide to stop turning the crank, and the sooner the better.