Continuación a la entrada de ayer. Si evitáramos la posibilidad de que el árbitro se equivocara, también reduciríamos el incentivo a los engaños de los jugadores. Hace poco se veía en Madrid un anuncio que hablaba sobre la influencia de los futbolistas en nuestros hijos, y de los valores que les transmiten. Visto que parece complicado conseguir que los futbolistas se conviertan de repente en santos, ¿no sería mejor quitarles los incentivos perversos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario