Dave Roberts dice que,
al menos en EEUU, la ideología política es mucho más potente que la religión. Yo no soy tan pesimista, creo que estas cosas llevan su tiempo, aunque también estoy de acuerdo con el comentario de Santi (ver abajo) sobre lo difícil que es ir contracorriente en una cultura que te lleva en dirección contraria. Por cierto, que en el artículo que cita Santi hay otra interpretación más positiva de estas encuestas.
1 comentario:
Sigh, en el fondo la inquietud de Roberts no es tan distinta de la mía. Aunque él se centra en un segmento concreto y bastante pequeño del mundo (los conservadores de EEUU, que han convertido la negación del cambio climático antropogénico en una seña de identidad irrenunciable), sujeto a una dinámica muy concreta (efectivamente, su identificación con esas señas de identidad tiene precedencia en una mayoría abrumadora de casos sobre los supuestos dictados de su fe, incluso cuando su fe incluye una cláusula de reconocimiento de la autoridad papal que en este caso por coherencia debería derrotar la seña de identidad en cuestión) y a mi me preocupa la totalidad de la raza humana, sujeta a una razón dominante (la famosa razón desiderativa de mi tesis) que ha sido configurada en un contexto de competencia internacional por ser la que maximiza la producción de bienes materiales de la sociedad en que toma cuerpo, y que compele a los individuos a trabajar como locos para aumentar el PIB, con independencia del posible impacto de ese trabajo en la habitabilidad del planeta (o la satisfacción con la vida competitiva que se ven forzados a vivir las personas), y con precedencia a lo que pueda dictar cualquier grupo al que dicho individuo pertenezca.
Vamos, que da igual que el líder de los católicos del mundo diga una cosa, y consiga que todos sus millones de párrocos la prediquen cada domingo en misa (misas a las que los asistentes prestan cada vez menos atención) e incluso que se adoctrine en ella a los cientos de millones de alumnos que atienden a sus escuelas. Al final la razón dominante se sigue imponiendo al mensaje papal en las conciencias tanto de los alumnos como de los feligreses, y nos seguimos cargando el planeta con el mismo entusiasmo...
Para no acabar en una nota tan negativa, te dejo el link a un artículo publicado ayer en el NYT en el que Anna North ofrece una visión más constructiva de la influencia del papa y su última encíclica: http://takingnote.blogs.nytimes.com/2015/09/22/why-the-pope-should-scare-climate-change-deniers/?ref=opinion
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