Hoy, cuando acabáis la carrera, quiero compartir con vosotros el gran secreto de San Ignacio de Loyola, lo que le hizo un genio en el arte de discernir y en el de gobernar: se dio cuenta de que lo más genuinamente humano en nuestra vida surge de un entramado de decisiones. Hay pequeñas decisiones que parecen insignificantes: la decisión de hacer un favor a un vecino, la de renunciar a un día de ocio para pasármelo en el hospital con un compañero enfermo, la decisión de tener una conversación tranquila con un amigo. Y hay grandes decisiones que orientan toda una vida: la de casarse y tener hijos, la de hacer votos religiosos, algunas decisiones muy importantes de trabajo o emprendimiento, la de renunciar a darle rienda suelta a los sentimientos hacia alguien cuando está uno ya comprometido con otra persona. Entre las grandes y las pequeñas decisiones hay intermedias, lo importante es que entre todas va construyéndose la persona que somos. Es día a día, hora a hora, decisión a decisión, como construimos nuestra vida humana y divina. Cada vez que tomamos una decisión a favor de la verdad, la justicia, la libertad, de lo que llamamos “valores”, construimos eternidad humano-divina, porque Dios la construye con nosotros (F. Varillon).Como para que alguien me pregunte que para qué sirve esto...
Por cierto, al que le sorprenda ver a Ignacio de Loyola en estos temas, le resultará curioso leer este artículo en el Boletín de Estadística e Investigación Operativa, en el que se le menciona junto con otros ilustres como Ramon Llull...
No hay comentarios:
Publicar un comentario