Continúo con una serie de entradas últimas en las que he escrito o referenciado cosas sobre la necesidad de recuperar nuestra atención, esa tan escasa y valiosa que nos quieren capturar las redes sociales. Pero va un poco más allá. Y es que, el otro día, al ver un anuncio de una famosa cámara de aventuras en el que se animaba a comprarla para compartir más experiencias con los demás (no haciéndolas juntos, claro, sino colgando el video correspondiente en las redes sociales), la cuestión que me surgió fue: ¿y qué derecho tenemos a compartir estas cosas, y todas las que colgamos en las redes, sin el consentimiento expreso de los potenciales receptores?¿Qué derecho tenemos a capturar la atención de otras personas?
En ese movimiento creciente para recuperar esa atención que nos roba ese software adictivo, basado en un modelo de negocio que comercia con nuestra atención y adicción, ¿no deberíamos dejar de subir materiales a la red y por tanto contribuir a lo que tratamos de evitar? Y, ya pasando a cuestiones personales, ¿tiene sentido seguir publicando un blog de forma abierta, llenando la red y los buscadores de material que quizá nadie quiera ver, pero que puede ser que en algún momento les haga perder el tiempo?
¿No deberíamos buscar más el consentimiento expreso de los potenciales lectores, o consumidores del material que ponemos en la web? Por ejemplo, en el caso de los blogs, quizá deberíamos restringir su lectura sólo a aquellos que quieren expresamente hacerlo (por ejemplo, con este tipo de herramientas), en lugar de buscar impacto, visibilidad, o incluso ingresos por anuncios.
Curiosamente, en otra de esas coincidencias afortunadas, justo cuando había redactado este borrador, escuché este podcast con Jaron Lanier en el que se habla justo de estas cosas, de cómo este modelo de negocio gratis y capitalista es el que origina todo esto (algunos proponen alguna solución), de cómo los podcasts son uno de los pocos reductos donde se puede mantener un cierto control, además de muchas otras cosas muy interesantes, incluida la propuesta de que hay que luchar por una utopía homeopática.
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