Parece que podemos enfrentarnos a un escenario climático no demasiado optimista:
- Por un lado, el 2023 ha aumentado el calentamiento, sin entender muy bien por qué.
- Y por otro, en otra evidencia más de lo poco fiable de las promesas de largo plazo, Shell (y otras) ha rebajado sus compromisos de reducción a 2030.
Es decir, que por un lado interesa ir más rápido (pero como siempre, bien y no de forma atolondrada), pero por otro las empresas (que ven las complejidades, y más aún las petroleras) se van arrugando cuando de verdad hay que mojarse. Claramente hace falta dar incentivos más claros.
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