Tenía muchas ganas de leer este libro, continuación intelectual del espléndido Other Minds, del que de alguna forma es una ampliación. Y, afortunadamente, Godfrey-Smith no me ha decepcionado.
Mezcla curiosa de experiencias subjetivas del autor cuando bucea, con reflexiones de gran interés acerca de la evolución de la mente, y de a qué podemos llamar mente, de qué animales podemos considerar que la tienen (o al menos son sentientes). Va recorriendo el árbol de la vida, desde los protozoos hasta los mamíferos, con el objetivo de tratar de aclarar, en la medida de lo posible, qué es la experiencia y en qué medida los distintos seres vivos pueden tenerla. El libro es apasionante, y llega a algunas conclusiones muy relevantes por ejemplo para el bienestar animal (aunque, afortunadamente, sin la moralina asociada), o para la inteligencia artificial, y también para ayudarnos a entender qué nos hace humanos y qué no (algo que hace mucho mejor, por ejemplo, que Rutherford). En cualquier caso, no hace falta ni llegar ni estar de acuerdo con las conclusiones para disfrutar el viaje que nos ofrece Godfrey-Smith.
Igual que en Other Minds, Godfrey-Smith usa su descripción y su apreciación de distintos animales como hilo conductor para sus reflexiones, entre las que se incluyen la posibilidad de tener varias personalidades (como los pulpos parecen tener), o la consideración de la actividad eléctrica (el campo eléctrico del cerebro, y sus patrones de actividad) como base de la experiencia:
p193 y ss. The element that appears to suddenly transform the problem is the fields. They seem to vie us an entirely different candidate for the physical basis of the mind. Perhaps the difficulty in seeing how conscious experience could exist in a brain has been due, in part, to the fact that we were only considering one part of what is going on there.
A field does look like the right sort of thing to help us with the puzzle of consciousness - a warm invisible glowing are, centered on the brain but spreading from it, a blur of energy in our heads. That blur seems to have a more experience-like shape that the rest of what has been uncovered in our skulls. But a field can't solve the problem just by being a special sort of stuff. It would have to do things of the right kind.
A brain is a biological organ with self-generated electrical activity - rhythmic, often synchronized, modulated by the senses...There is certainly a great deal of neuron-to-neuron signaling, but that is not all that is going on. This alternative picture of the brain is both better supported scientifically and more comprehensible as a basis for experience.
The idea is not that experience or consciousness is a field, in the physical sense. It's a pattern of activity to which the fields contribute, along with much else.
Que más adelante expone de forma más ligada, y con elementos que recuerdan a las hipótesis de Damasio:
p270. The view I am defending here does, in a way, agree that minds exist in patterns of activity, but those patterns are a lot "less portable" than people often suppose; they are tied to a particular kind of physical and biological basis.En todo caso, el núcleo del libro es el último capítulo,que copiaría casi entero si pudiera. En este capítulo resume lo aprendido en el camino, junta todos los hilos, y concluye que, igual que la evolución, la capacidad de sentir de los animales también es gradual, y que no hay ninguna razón para pensar que la conciencia sea un atributo exclusivamente humano.
Think of the activities that give rise to the rhythms and fields in the brain. These are tiny ebbs and flows of ions over membranes, combining to yield coordinated oscillations in particular parts of the brain. Even if we set aside the brain's fields, it may be very difficult indeed to have a system with anything like the brain's dynamic patterns that is not otherwise physically similar to a brain.
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