En mis clases de regulación ambiental cuento a los alumnos que la opción de reciclar los ingresos de un impuesto ambiental (o de un cap-and-trade, que es casi lo mismo) en forma de apoyos a la eficiencia o las renovables no es necesariamente la mejor solución. Y es que, aunque los de RGGI dicen que sí, porque esto permite bajar el coste para el consumidor de un programa de este tipo, hay otros elementos a tener en cuenta:
- primero, el contrafactual: ¿y si usáramos los ingresos para otra cosa que fuera más interesante para la economía o los consumidores? Por ejemplo, podemos usarlos para reducir los impuestos sobre el trabajo (el famoso doble-dividendo), o directamente devolverlo a los consumidores en un cheque.
- segundo: en teoría, este reciclaje supone básicamente que podemos reducir más emisiones al mismo coste, o reducir lo mismo costando menos (esto depende de qué financiemos con los ingresos). Pero, en el fondo, lo que hacemos es situarnos en otro punto de reducción de emisiones del fijado previamente. ¿Y si el previo era el óptimo? Entonces el segundo no lo es. En este caso, el punto previo original debería ser recalculado.
Vamos, que no. Que reciclar los ingresos de esta forma no es lo mejor, aunque se venda bien. Lo malo es que esta idea es muy popular, como muestran las discusiones en la Unión Europea sobre qué hacer con los ingresos de la subasta de permisos en el Sistema Europeo de Comercio de Emisiones en la fase III (el año que viene).
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