In the process of admissions to selective colleges and universities, both the institutions and the applicants are trying to maximize. Applicants want to get into the “best” college and colleges want the “best” applicants. This paper argues that in this context, as in many others, maximizing is a fool’s errand, partly because no one knows what the best college (or student) is, and partly because differences among applicants are smaller than the error in the instruments used to assess them. Moreover, it is a fool’s errand with grave consequences, since it puts enormous pressure on students throughout their pre-college education and induces them to do what will impress rather than what they are actually passionate about. I propose, instead, a system in which all applicants who cross an acceptability threshold are entered into a lottery, with the winners (admitted students) chosen at random from that pool. Such a system might produce better, more engaged college students because they will be freer to pursue their passions and develop their intellects in high school. It might also teach students about the role of luck in many of life’s outcomes, making them more empathic when they encounter people who may be just as deserving as they are, but less lucky. Finally, I suggest that maximizing in general may be a fool’s errand, and that satisficing may produce better decisions, and greater satisfaction.No sólo lo aplica a esto. También dice que algo similar pasa en la investigación, o en el mundo empresarial: que por buscar la opción segura estamos perdiendo muchas posibilidades de innovar.
En todo caso, y aplicado a lo de las admisiones. Su argumento es que, como no podemos tener información suficientemente precisa para discriminar a los aspirantes (y sé por experiencia que las pruebas de admisión dejan fuera a alumnos que merecerían entrar, y dejan entrar a otros peores), en el fondo lo que estamos haciendo es jugar a la lotería. Y ya puestos, si lo hacemos explícitamente, quizá liberemos a los aspirantes de la presión y así puedan dedicarse a lo que verdaderamente les motiva, y no a cumplir el expediente lo mejor posible (aunque también puede ser que otros, sin presión, se dediquen a perder el tiempo...). No tengo claro que me convenza del todo su solución, pero creo que algo de peso tiene su razonamiento...en el fondo es el problema de poner demasiado peso en los incentivos, que hacen perder la motivación intrínseca...y de no reconocer suficientemente el papel de la suerte en nuestras vidas.
1 comentario:
Parece buena idea. Yo propuse a mis amigos rusos algo parecido para un parlamento bicameral, donde una cámara sería electa, y la otra sería por mérito y un sorteo. Matemáticamente funciona muy bien.
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