Creo que todos tenemos claro que las ciudades tienen un papel muy importante que jugar en la lucha contra el cambio climático: las políticas urbanísticas, los códigos de edificación, y la gestión del transporte público y privado son esenciales para reducir significativamente las emisiones. Por eso son interesantes ejercicios como este, que tratan de evaluar los progresos de las ciudades, y si están en condiciones de cumplir con sus objetivos.
Digo tratan porque yo no creo que lo consigan (quizá si leyera el artículo completo, desgraciadamente sólo de pago). Y no lo consiguen porque hacen un supuesto muy, muy fuerte: que las ciudades lograrán mantener hasta 2020 la reducción anual lograda al comienzo del período medido. Por ejemplo, citan el caso de Murtas (Granada), que redujo un 11% sus emisiones de 2007 a 2012 (casualmente, los años de la crisis). ¿Logrará mantener esta senda? Pues, salvo que el COVID le ayude mucho, me parece complicado.
En todo caso, el artículo tiene cosas interesantes:
- La ambición no necesariamente implica ejecución. Lo cual además puede generar frustración. Mucho cuidado con las expectativas.
- Ni la renta ni la densidad son factores explicativos importantes. Salvo indirectamente: cuanto más altas son las emisiones iniciales (generalmente función de renta y densidad), mayores son las reducciones.
- Como no podría ser de otra forma (y esto tiene que ver con el comentario del segundo párrafo): cuanto más se reduce, más costoso es seguir reduciendo. Así que si las que menos emisiones tienen quieren reducir el mismo porcentaje que las que emiten más, esto les va a costar mucho más.
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