viernes, 3 de mayo de 2019

The Fourth Industrial Revolution, de Klaus Schwab

Tenía curiosidad por ver si este libro, escrito por el organizador de Davos y líder del World Economic Forum, me ayudaría a entender mejor eso que se llama Industria 4.0, sobre la que de hecho tenemos una Cátedra en Comillas. Pero, desgraciadamente, he de decir que no demasiado.

Primero, porque la mayor parte del libro cuenta cosas que ya sabía y de las que ya he blogueado muchas veces. Cosas interesantes, por supuesto, acerca de la evolución del trabajo, o de la economía en general; o sobre nuevos modelos de negocio; o sobre avances de la biomedicina o la neurociencia. Si acaso, me ha parecido algo más interesante personalmente la parte final, en la que reflexiona sobre el papel de los gobiernos (ver más abajo).

Segundo, porque el ejercicio de equilibrismo (que Schwab llama optimismo pragmático) que supone tratar de casar datos muy negativos que ya estamos viendo sobre las consecuencias de la cuarta revolución industrial con el panorama optimista para el trabajo, el bienestar, o la justicia, que Schwab quiere plantear es demasiado forzado y en ocasiones difícil de aceptar. Quizá sea por haber leído este libro después del espléndidamente objetivo Factfulness. Pero lo de que esta vez es la buena suena en cambio demasiado wishful thinking, demasiado parecido todo al greenwashing empresarial que nos vende siempre el beneficio para el consumidor que luego no se materializa (los beneficios para las empresas sí, claro). Sobre todo si, además, lo que nos vende como bueno para el consumidor es que seamos más productivos. Ya hemos tenido bastante de carrera de ratas y adicción a lo digital, creo yo….curioso que no explote como corresponde la cita de Pico Iyer del final del libro:
In an age of acceleration, nothing can be more exhilarating than going slow. And in an age of distraction, nothing is so luxurious as paying attention. And in an age of constant movement, nothing is so urgent as sitting still.
La tabla 1 es un buen ejemplo de ese bullshit al que estamos demasiado acostumbrados, y que seguro que a Santi haría escandalizarse. Muestra un resumen de los Deep Shifts para 2025 que elaboró el WEF en 2015: por ejemplo, un 78% de los entrevistados creen que tendremos un 10% de vehículos autónomos, y un 84% el primer coche fabricado por técnicas 3D. Muy optimista, en mi opinión, y a veces un poco contradictorio: un 90% creen que un 90% de la población tendrá acceso a almacenamiento digital ilimitado y gratuito en la nube, pero sólo un 78% cree que habrá un 90% de población con acceso regular a internet. Y fuera de la tabla, lo de que esta revolución nos permitirá cargarnos las externalidades medioambientales negativas casi mágicamente, o de que el CCS en el marco de la economía circular convertirá al CO2 en un activo valioso, más de lo mismo.

Schwab además parte de un planteamiento más o menos explícito de que la tecnología siempre es buena. Y claro, es difícil estar de acuerdo con eso. Porque sí, hay infinita capacidad y posibilidades tecnológicas….pero primero deberíamos tener claro para qué las queremos. Ni siquiera comparto la idea de que ese tenerlo claro requiere compartir entendimiento y valores. Porque cuando eso se combina con un cierto tufo tecnocrático top-down, eso de los valores compartidos y un bien común único da un poco de miedo. ¿Dónde está el valor de la diversidad cultural y de las comunidades? Por supuesto hace falta un acuerdo mínimo sobre valores éticos irrenunciables, pero a partir de ahí…

Por último, tampoco tengo claro que realmente estemos frente a una situación totalmente distinta a las anteriores. Sí, es cierto que esta revolución es mucho más rápida, y por tanto más peligrosa si no la gestionamos bien. Pero no me parece ni tan amplia ni tan poderosa como otras…al menos por ahora, y mientras todo se quede en digitalización que es en lo que estamos. Hasta que no llegue la verdadera inteligencia artificial, y los verdaderos avances de la medicina, no veo la revolución todavía.

Pero bueno, no todo es negativo. Decía al principio que me había parecido interesante la reflexión sobre el papel de los gobiernos. Y es que, en más allá de si 3.0 o 4.0, lo cierto es que la aceleración y la incertidumbre son una combinación muy potente que hace cada vez más inútiles y contraproducentes las políticas gubernamentales clásicas: el mandato y control, el querer dirigir el desarrollo económico con mano de hierro, creyéndose que son capaces de saber cuáles van a ser las tecnologías ganadoras o los comportamientos de los consumidores. Hacen falta administraciones (centrales y locales) mucho más ágiles, adaptativas y flexibles. Y para eso evidentemente hará falta un cierto reciclaje después de tantos años en que lo que se valoraba era la solidez mal entendida. Porque no se trata de impulsar políticas menos estables o predecibles…sino que estas políticas sean inherentemente flexibles.

También muy relacionado con ese proceso de transición no sólo energética en el que nos encontramos, otra idea muy interesante es la posibilidad que se abre de reshoring. En lugar de deslocalizar las grandes manufacturas, quizá este momento que viene en el que lo que se valorará será el talento y la creatividad será el de recuperar el valor añadido en países como España. Pero de nuevo, eso no es dar subvenciones a las empresas para que se queden, o garantizar el empleo antiguo con contratos sociales…hace falta creatividad bien dirigida, tal como defiende Mazzucato (cuyo primer libro espero reseñar la próxima semana).

En todo caso, lo que sí creo que es importante, y ahí estoy de acuerdo con la conclusión de Schwab, es que hace falta más reflexión sobre esto que se nos viene, si no queramos que nos coma.Y que aprovechar la oportunidad está en nuestras manos.

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