Me parece un muy buen documento. La discusión sobre el bien común, particularmente recomendable y actual. A este respecto, he de decir que se parece mucho al concepto de bienestar sostenible que utilizamos nosotros.
Si acaso, me quejaría de algo similar a lo que me quejaba de Laudato Si: la demonización de los mercados y de los agentes privados en sí mismos, y no el mal uso de ellos. Un ejemplo:
El sector privado se ha hecho cada vez más importante, creando nuevas oportunidades para el emprendimiento y el empleo, pero reduciendo también el papel del Estado en modos profundamente preocupantes. Grandes empresas pueden a menudo blandir un poder económico mayor que el de aquellos estados en los que tienen su sede. Esto plantea interrogantes sobre cómo reclamar responsabilidades a las empresas por las repercusiones de su actividad en las comunidades locales, los pueblos indígenas y el medio ambiente. Las empresas globales que persiguen un crecimiento rápido y la maximización de sus beneficios pueden amenazar los esfuerzos por el desarrollo local y tener además adversos efectos ecológicos. Ello resulta particularmente perturbador si el capital privado y el Estado coluden contra los esfuerzos locales por evitar o mitigar tales efectos perniciosos.¿Por qué la mayor importancia del sector privado reduce el papel del Estado en modos preocupantes? No es el sector privado, sino las grandes corporaciones, las oligarquías, las que capturan el poder, y por tanto las que deben preocuparnos. De hecho, estoy de acuerdo en el resto del párrafo. Pero creo que hay que tener cuidado con cómo se dicen las cosas, no debemos igualar sector privado a oligopolio y grandes corporaciones. En este sentido, yo personalmente no creo que debamos discutir acerca de un Estado mayor o menor, sino de un Estado más fuerte o menos fuerte. Ni de un sector privado más grande o más pequeño, sino de un sector privado con mayor competencia y menos oligarquías. La clave no es si sector privado o no, si estado o no. La clave es que no haya oligarcas, sean privados o públicos.
Otra cosa que me sorprende, más aún viendo los Secretariados que lo promueven, es la escasez de menciones al papel de la educación, activo y pasivo, en la lucha contra la desigualdad. Las únicas referencias que encuentro son, esta primera acerca de cómo deben transformarse las instituciones jesuitas:
Debería influir en a quiénes admitimos en nuestras escuelas, cómo enseñamos, a quiénes contratamos y qué hacemos con los recursos de nuestras instituciones. Las siguientes sugerencias no se ofrecen como prioritarias; más bien pretenden estimular la reflexión y el aquilatamiento. Deberíamos transformar nuestras instituciones en instrumentos de justicia económica y reconciliaciónY otra al final en la que se habla del papel de las escuelas profesionales en cuanto a sus facetas investigadoras, pero no necesariamente de colegios o de las propias universidades respecto a lo que enseñan.
1 comentario:
Solo quiero acotar que, detrás de todo ésto, el papa es rojo.
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