Hace unos días Cristóbal Gallego me hizo llegar el libro que ha escrito con Marta Victoria y Daniel Carralero. Con Cristóbal no coincido en la orientación política, pero sí (aunque pueda parecer paradójico, yo creo que no tanto) en muchos de los mensajes sobre la transición energética, y también en la creencia de que esto debería ser una cuestión transversal, no polarizada, y en la importancia del diálogo. Y eso se refleja bastante en el libro.
El libro es muy recomendable. Presenta de una forma muy clara el dónde estamos y dónde tenemos que ir en la transición, sin apriorismos (bueno, un par de ellos, que luego comentaré) ni autocomplacencias. Y además plantea de forma muy honesta los conflictos inherentes a la misma, sin tratar de resolverlos de forma simplista o maniquea, algo a lo que desgraciadamente estamos muy acostumbrados en el debate político. Además, se lee en un vuelo, no se hace nada pesado.
Creo que, en general, comparto en más de un 90% los mensajes que transmite: que es una transición ineludible, que ya hay soluciones al menos para una parte significativa, que deberíamos comenzar a andar el camino, que hay que buscar consensos y diálogo, que hay que ser honesto en el planteamiento de las dificultades y conflictos que surgen...La verdad es que me podría quedar aquí, y concluir que deberíamos construir juntos sobre este 90%, que me parece más que suficiente, en lugar de ponernos a discutir sobre el 10% restante (que es lo que, en general, hacen nuestros políticos cada uno tratando de buscar su espacio en lugar de buscar el lugar común).
Pero como no soy político, sino analista curioso, no puedo renunciar a señalar algunos aspectos que creo hubieran podido hacer el libro aún más asumible por todos, o en los que creo que hace falta seguir trabajando. En parte también para tener temas para seguir dialogando con Cristóbal :).
Quizá algunos de estos aspectos se deban al hecho, entiendo que buscado expresamente, de que el libro está dirigido a una audiencia muy específica, la más cercana a los autores ideológicamente. Eso no es necesariamente malo, si el objetivo es convencer a los suyos de que esto hay que apoyarlo, y ayudarles a entender bien la cuestión. Pero claro, hace la lectura algo dura a veces, con descalificaciones del contrario en ocasiones merecidas, pero en otras más bien por defecto. Esto hace que determinados lectores pueden sentirse ofendidos o rechazados, algo que no contribuye precisamente a ese consenso explícitamente buscado por los autores; eso sí, sólo con los "civilizados", todavía no sé si me puedo considerar en ese grupo :).
Tampoco ayuda a buscar el consenso el tratar de apropiarse del concepto "verdadero" de la transición energética. Esto me recuerda a algunas guerras de religión. Creo que sería más efectivo de cara a avanzar y a buscar consensos aceptar que a la transición energética puede contribuirse desde distintas orientaciones, sin que deba existir un dogma que la identifique exclusivamente con la izquierda. La izquierda por supuesto tiene mucho que aportar a la transición, pero también el centro y la derecha no extrema.
Finalmente, y ya llegando a los temas más concretos donde hay que seguir hablando más:
- Sigo sin entender por qué el autoconsumo, o el mercado eléctrico marginalista, son temas ideológicos en sí mismos. El comentario que hacen respecto a esto cuando hablan del informe Draghi me ha parecido difícil de entender. Claro que hay cuestiones ideológicas alrededor de ellos, pero el autoconsumo, las comunidades energéticas, o el diseño del mercado eléctrico son medios, no fines en sí mismos. Medios que pueden emplearse para lograr unos fines u otros. Es sobre esos fines sobre los que creo que deberíamos discutir, no sobre los medios.
- Quizá la mayor divergencia entre lo que pensamos Cristóbal y yo esté en la forma de empujar la transición. Si no lo entiendo mal, los autores defienden hacerlo con inversión pública financiada con impuestos a los ricos (perdón por la simplificación). Yo creo que esto tiene un recorrido limitado, así que también deberíamos contemplar obtener recursos mediante la fiscalidad ambiental o energética (que no es injusta necesariamente, si se diseña bien y con compensaciones), y con incentivos bien diseñados, incluyendo señales de precio para evitar rebotes, que movilicen la inversión privada de forma correcta. Totalmente de acuerdo, eso sí, en que hay que plantear mejor la inversión pública, no puede ser que sigamos soltando pasta pública, incluso aunque venga de Europa, sin participar en los eventuales beneficios.
- Su planteamiento de la descarbonización de las ciudades me parece excesivamente optimista. No me parece tan sencillo lograrlo a corto plazo como proponen. Incluso la ciudad que ponen como ejemplo, Copenhague, sigue teniendo un 25% de cuota de vehículo privado, a pesar del tiempo que llevan tratando de echarles de la ciudad y de lo sencillo que es moverse por allí en bici.
- Otra cuestión a matizar es la de los conflictos con las renovables: no está de más recordar que muchos de estos conflictos no tienen origen en el ecologismo, sino en cuestiones de compartir rentas. Por ahí es donde hay que trabajar más.
- Por último, el tema del decrecimiento también daría para mucho más. Ellos no se meten en demasiados líos, y lo plantean como objetivo final...pero para mí lo verdaderamente complicado es cómo gestionar la transición: el decrecimiento supone pérdida de empleo hasta alcanzar el equilibrio, y esto es muy difícil de gestionar bien (aquí alguna entrada mía anterior al respecto). Sobre esto creo que pasan demasiado de puntillas.
En fin, un libro muy recomendable como digo, y una buena contribución al verdadero diálogo que deberíamos estar teniendo.
viernes, 30 de mayo de 2025
Un lugar al que llegar: Mapa político de la transición energética; de Carralero, Victoria y Gallego
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